Israel, la quinta elecci¨®n
Las negociaciones para formar Gobierno ser¨¢n todo menos un paseo militar para Netanyahu dadas las turbias relaciones entre el Likud y sus aliados
Despu¨¦s de cinco rondas electorales en menos de cuatro a?os con un mismo final de punto muerto, los resultados de las elecciones parlamentarias del martes en Israel parecen indicar el regreso de un viejo conocido: Benjam¨ªn Netanyahu. Dado que todas las encuestas realizadas en los d¨ªas previos a las elecciones predec¨ªan un empate t¨¦cnico (de 60 esca?os, a tan s¨®lo uno de la mayor¨ªa) entre la coalici¨®n electoral de Netanyahu y la de su rival, el primer ministro saliente Yair Lapid, el despertar de Bibi, como es popularmente conocido, no ha podido ser m¨¢s placentero: su partido, el Likud, no s¨®lo es el vencedor con 32 esca?os, sino que su coalici¨®n electoral alcanza sobradamente la mayor¨ªa gracias al sorprendente resultado de la extrema derecha (el partido Sionista Religioso), que con 14 esca?os duplica su presencia en el Parlamento israel¨ª (Knesset). El partido Haredi Shas (11 esca?os) tambi¨¦n sale fortalecido, mientras que Juda¨ªsmo Unido de la Tor¨¢ (siete esca?os) registra un ligero descenso. Con estas previsiones en la mano, Netanyahu formar¨ªa Gobierno superando el umbral de la mayor¨ªa parlamentaria.
Ni Balad, partido ¨¢rabe, ni Meretz, partido hist¨®rico de la izquierda israel¨ª, han logrado traspasar el umbral electoral. Ra ¡®am (la Lista ?rabe Unida), Hadash-Ta¡¯ al y el Partido Laborista, claramente en declive, han obtenido esca?os, pero por muy poco. Por otro lado, Yesh Atid y Unidad Nacional han conseguido 24 y 12 esca?os, respectivamente, habiendo logrado atraer el apoyo de votantes anti-Bibi.
Si bien es todav¨ªa demasiado pronto para especular sobre posibles coaliciones de gobierno, s¨ª se pueden hacer aqu¨ª dos importantes reflexiones. La primera es que todos los anteriores gobiernos de Netanyahu incluyeron al menos un partido de centroizquierda que no lo hab¨ªa apoyado durante la campa?a electoral. Aunque esta vez parece menos probable, es todav¨ªa posible que Netanyahu, a quien nunca le han gustado los aliados fuertes, que no dependan estrictamente de su figura y que puedan despuntar como posibles sucesores, lo vuelva a hacer como modo de intentar debilitar a¨²n m¨¢s a la oposici¨®n y conseguir adem¨¢s reducir as¨ª el poder de Sionismo Religioso. Especialmente porque Itamar Ben Gvir ¡ªresponsable de su gran ¨¦xito electoral¡ª es visto como una amenaza no del todo manejable que debe ser contenida mediante su inclusi¨®n en el Gobierno.
Esto resulta ciertamente parad¨®jico dado que fue el propio Netanyahu el que fortaleci¨® el campo sionista religioso al obligar hace tan s¨®lo dos a?os a los nacionalistas ultraortodoxos y neokahanistas a unirse en una sola lista para evitar la p¨¦rdida de votos de la extrema derecha. Es m¨¢s, y lo que todav¨ªa es incluso m¨¢s importante, esta nueva alianza va contra una de las reglas m¨¢s estrictas del propio Netanyahu basada en un pacto por el cual el Likud comparte el poder con socios m¨¢s peque?os que se encargan de atraer el voto religioso nacionalista de derecha. De este modo, los votantes de los dos partidos ultraortodoxos (Juda¨ªsmo Unido de la Tor¨¢ y Shas) quedan fuera del alcance de Netanyahu. Pero Ben Gvir es conocido por no respetar regla alguna, hasta el punto de que parece haber roto con el mito seg¨²n el cual los votantes ultraortodoxos siempre siguen las instrucciones de sus rabinos. De hecho, muchos votos a favor de Sionismo Religioso parecen provenir precisamente de los dos campos ultraortodoxos, provocando la decepci¨®n de estos l¨ªderes todav¨ªa estancados en el pacto con Netanyahu.
M¨¢s all¨¢ del descontento entre los partidos ultraortodoxos, Netanyahu tambi¨¦n debe tener en cuenta que al dar su bendici¨®n a los m¨¢s radicales dentro su partido y mover as¨ª el Likud hacia la derecha, sin quererlo lo que ha hecho es fomentar el trasvase electoral de sus votantes hacia el partido de Ben Gvir. Este seguramente habr¨¢ ayudado a Netanyahu a superar la meta de los 61 esca?os, pero con un coste importante al haber sacudido, quiz¨¢s para siempre, los cimientos de sus alianzas pol¨ªticas.
Una segunda consideraci¨®n ya para concluir: dado lo turbio de las relaciones entre el Likud y sus aliados, las negociaciones para formar Gobierno ser¨¢n todo menos un paseo militar para Netanyahu. De hecho, junto a las duras demandas de Shas y Juda¨ªsmo Unido de la Tor¨¢, Ben Gvir tiene pensado presentar un nuevo proyecto de reforma de la justicia a Netanyahu. Este no puede volver a fallar. Y es que no se trata ya de poder gobernar, sino de concluir un acuerdo para la formaci¨®n de un Gobierno estable que le permita sanar sus alianzas y tener carta blanca para finalmente domar el sistema legal y evitar ser juzgado.
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