Licencia de prost¨ªbula
Es dif¨ªcil hablar de libertad cuando hay necesidad, falta de oportunidades y alternativas
Son contadas las veces que las mujeres prost¨ªbulas, aquellas que ejercen ¡°delante del prost¨ªbulo sin moverse del sitio¡±, han tenido prohibida su actividad. Precisamente, libertad es lo que ha sobrado siempre a las mujeres a la hora de elegir la prostituci¨®n como un medio de vida. Por esta raz¨®n, se dice que es ¡°el oficio m¨¢s antiguo del mundo¡±, porque siempre ha existido.
Incluso, entre 1941 y 1956, la prostituci¨®n fue legalizada y regulada por el r¨¦gimen de Franco, que permiti¨® que las prostitutas prestaran un gran servicio a la naci¨®n ayudando a los j¨®venes a dar rienda suelta a su virilidad, y a adquirir experiencia sexual sin mancillar el honor de sus prometidas que deb¨ªan llegar virgen al matrimonio.
Las mujeres no necesitamos licencia alguna para ser putas, la legislaci¨®n nos lo permite. En Espa?a la prostituci¨®n no es legal ni ilegal. Es un ejercicio libre. No est¨¢ penado en ninguna parte del territorio. Tema aparte merecen los delitos claro: prostituci¨®n infantil, coactiva¡
Por todo esto me ha sorprendido hace un par de semanas cuando, en un programa de televisi¨®n, un colaborador habitual hablara de libertad sexual para que las mujeres puedan elegir ser putas si ese fuera su deseo. Cuanto da de s¨ª la palabra ¡°libertad¡±. Por cierto, que en boca de este colaborador televisivo, hacia ¡ªse le notaba¡ª que sintiera orgullo de s¨ª mismo por defender los derechos de las mujeres a decidir ser putas. A elegir o no ese camino como medio de vida.
Al colaborador, su propio discurso y argumento, le parec¨ªa moderno y transgresor ¡ªal menos lo parec¨ªa. Cuando, en realidad, es bastante antiguo, incluso de ¡°toda la vida¡±, el que las mujeres no tengan ning¨²n problema en vender su cuerpo. Es m¨¢s, si naces pobre, vas a escuchar que puedes meterte a puta, al fin y al cabo tu cuerpo tiene un valor en el mercado.
En este mismo programa tambi¨¦n participaron dos mujeres con experiencias vitales muy distintas. Una de ellas era una joven prostituta que afirmaba que le gustaba su trabajo. Era aut¨®noma, pagaba las cuotas de la Seguridad Social y, lo m¨¢s importante, era ella misma quien cobraba el dinero producto del alquiler de su cuerpo, es decir, sin tercer¨ªas locativas. Pues bien, esta chica no ha tenido que pedir permiso ni licencia de prost¨ªbula a nadie. Desarrolla su actividad de una manera libre. Pero es que incluso en los pa¨ªses con reglamentaci¨®n abolicionista tambi¨¦n lo podr¨ªa hacer.
El testimonio de la otra mujer asistente al programa era muy distinto; opuesto, dir¨ªa yo. De origen rumano, fue vendida por 300 euros a un proxeneta espa?ol y explotada sexualmente en distintos burdeles de nuestro pa¨ªs. Por cierto, que a esta mujer valiente, con heridas sin postilla, tras contar su historia real como v¨ªctima de trata sexual en este programa de televisi¨®n, a los dos d¨ªas le bloquearon su cuenta de Instagram ¡ªcon m¨¢s de 30.000 seguidores¡ª y est¨¢ recibiendo insultos y amenazas.
Ella tambi¨¦n ejerci¨® su derecho de autonom¨ªa al entrar en la prostituci¨®n, pero, en su caso, no le fue tan bien como a su compa?era de plat¨®, y lo que encontr¨® fue lo mismo que miles de sus compatriotas rumanas presentes en pol¨ªgonos, pisos y burdeles de nuestro pa¨ªs: violencia, cautiverio, explotaci¨®n, 15 horas diarias de pie sobre sus tacones, de domingo a domingo sin descanso, y el dinero para los proxenetas.
?La autodeterminaci¨®n para ser putas de estas mujeres (y tantas otras) hubiera sido la misma si hubieran podido elegir? ?Si hubieran tenido opciones de ser, por ejemplo, panaderas, maestras o abogadas?
Tampoco necesitan permiso las mujeres que llegan ahora de Cuba y Venezuela, cuya ¨²nica propiedad disponible es su propio cuerpo para intercambiarlo por dinero y as¨ª poder comer ellas y su familia. Y no digamos la independencia de la que gozan para ser putas las mujeres subsaharianas, que vienen de lugares donde la esperanza ni est¨¢ ni se la espera. O mujeres colombianas y paraguayas que no han podido decidir ni siquiera el color de su vestido o lo que van a comer, pero que, como el resto, siempre han tenido abierta la puerta de la prostituci¨®n para ellas.
Es dif¨ªcil hablar de libertad cuando hay necesidad, cuando tu decisi¨®n est¨¢ condicionada por la falta de oportunidades y alternativas.
Muchas nacieron pobres y vulnerables. A ellas las hicieron putas sin libertad para elegir.
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