La edad de la ignorancia
La ineptitud pasa a la ofensiva y se convierte en una negaci¨®n descarada de la realidad, en un despliegue de fantas¨ªas delirantes que provocar¨ªan risa si no llevaran por dentro la semilla antigua del odio
Una falta de ortograf¨ªa arruin¨® en 1992 la carrera pol¨ªtica de Dan Quayle, vicepresidente de Estados Unidos. Visitando una escuela primaria, con un gran cortejo de ayudantes y c¨¢maras de televisi¨®n, Quayle le pidi¨® a un ni?o que escribiera en la pizarra la palabra potato. El ni?o la escribi¨® correctamente, pero Quayle, afectando una paciencia de maestro bonach¨®n, le indic¨® que hab¨ªa cometido un peque?o error: a la palabra potato le faltaba, seg¨²n el vicepresidente, una ¡°e¡± al final. El pitorreo fue tan universal que todav¨ªa hoy basta teclear Quayle en Google para asistir de nuevo a aquella escena memorable. Ya retirado, Dan Quayle lleg¨® a actuar en un anuncio de patatas fritas, con gran indignaci¨®n del ni?o experto en ortograf¨ªa, quien argument¨®, no sin motivo, que habr¨ªa sido m¨¢s justo que el anuncio lo protagonizara ¨¦l.
Treinta a?os despu¨¦s de aquella visita escolar, lo que nos asombra no es la ignorancia de un individuo que se las hab¨ªa arreglado para llegar a un paso de la presidencia, sino el hecho mismo de que un error ortogr¨¢fico lo sumiera en un rid¨ªculo del que ya no pudo recuperarse. M¨¢s alto todav¨ªa que Dan Quayle lleg¨® Donald Trump, de quien se sabe que es incapaz de leer m¨¢s de dos l¨ªneas seguidas, a no ser que en ellas est¨¦ contenido su propio nombre, y que aun en esta ¨¦poca de correctores autom¨¢ticos ha sido capaz de llenar la brevedad de un tuit de faltas de ortograf¨ªa. ¡°Con todas las cosas que t¨² no sabes se podr¨ªa escribir un libro entero¡±, cuenta Tobias Wolff que le dec¨ªa cuando era ni?o su padrastro. Con todo lo que se va sabiendo que no ha sabido nunca Donald Trump se han escrito ya vol¨²menes copiosos, y se va descubriendo m¨¢s seg¨²n aparecen testimonios de quienes asistieron de cerca a los a?os alucinantes de su presidencia. Nada m¨¢s ser elegido, parece que lo desconcert¨® el n¨²mero de dirigentes extranjeros que lo llamaban para felicitarlo. ¡°No ten¨ªa idea de que hubiera tantos pa¨ªses en el mundo¡±, confes¨®. Pensaba vagamente que ?frica era el nombre de un pa¨ªs, y no distingu¨ªa entre los pa¨ªses b¨¢lticos y los balc¨¢nicos. En un libro reciente, y aterrador, sobre sus a?os en la Casa Blanca, The Divider, Susan Glasser y Peter Baker cuentan algunas de las propuestas de gobierno que Trump comparti¨® con sus colaboradores: excavar un canal infestado de cocodrilos a lo largo de la frontera con M¨¦xico; lanzar bombas at¨®micas contra los huracanes para desactivarlos; comprar Groenlandia a Dinamarca, o en su defecto intercambiarla por Puerto Rico. Seg¨²n Baker y Glasser, a Donald Trump lo indignaba que los altos mandos del Ej¨¦rcito no lo obedecieran tan incondicionalmente como obedec¨ªan los generales alemanes a Hitler. Tambi¨¦n cre¨ªa que el papel de la aviaci¨®n hab¨ªa sido decisivo en la Guerra de la Independencia americana.
Jaume Perich, el gran humorista de la resistencia en el franquismo tard¨ªo, dec¨ªa en uno de sus aforismos: ¡°La prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a presidente es el propio presidente de Estados Unidos¡±. Perich se refer¨ªa a Richard Nixon, que fue un forajido y sin duda un criminal de guerra, pero que se encerraba a devorar libros de historia, llen¨¢ndolos de notas y de subrayados, y hasta escribi¨® ¨¦l mismo los que se publicaron con su nombre. Es probable que lo que podr¨ªamos llamar la Edad de la Ignorancia empezara unos a?os despu¨¦s, con la llegada a la presidencia de Ronald Reagan. As¨ª lo explica Andy Borowitz en un libro titulado Profiles in Ignorance, una cr¨®nica entre sarc¨¢stica y desolada del triunfo de la estupidez en la vida p¨²blica de Estados Unidos. Ha habido tres fases, o tres eras distintas, dice Borowitz, en este progreso hacia la imbecilidad. En la primera fase, ya tan lejana, la ignorancia desataba el rid¨ªculo, y los pol¨ªticos y sus asesores se esforzaban por disimularla. La metedura de pata de Dan Quayle pertenece a aquel tiempo abolido. En la segunda fase, la ignorancia ha dejado de ser un obst¨¢culo en una carrera pol¨ªtica, y se acepta con toda naturalidad, con indulgencia, hasta con una sonrisa, como una prueba de campechan¨ªa. Eran los tiempos en que George Bush hijo reconoc¨ªa haber le¨ªdo un solo libro en la universidad, y se compraba un rancho para fingir que era un hombre com¨²n pegado a la tierra, y no el heredero de varias generaciones de privilegios de clase. Hab¨ªa logrado pasar por las universidades m¨¢s elitistas del Este sin aprender nada: su ignorancia la convirti¨® en un m¨¦rito para atraer a muchas personas, sobre todo blancos de clase trabajadora, a las que la pobreza y la injusticia las hab¨ªan privado de las ventajas de la educaci¨®n. Ya presidente, en v¨ªsperas de la invasi¨®n de Irak, se qued¨® muy intrigado cuando unos asesores intentaban explicarle la diferencia entre sun¨ªes y chi¨ªes: ¡°Yo pensaba que en ese pa¨ªs eran musulmanes¡±.
En la tercera fase vivimos ahora. La ignorancia ya no se disimula, ni se muestra sin complejo: ahora es un m¨¦rito, una se?al de orgullo, un desaf¨ªo contra los enterados, los expertos, los tediosos, los exquisitos, los avinagrados. Ahora la ignorancia pasa a la ofensiva y se convierte en una negaci¨®n descarada de la realidad, en un despliegue de fantas¨ªas delirantes que provocar¨ªan risa si no llevaran por dentro la semilla antigua del odio, la determinaci¨®n de pasar por encima de los escr¨²pulos del conocimiento y de las normas y las garant¨ªas de la legalidad. Marjorie Taylor Greene, diputada por Georgia desde 2020, afirma no solo que la elecci¨®n de Joe Biden fue fraudulenta, como un n¨²mero considerable de sus compa?eros de partido, sino tambi¨¦n que los terribles incendios de estos ¨²ltimos a?os en California no tienen que ver con el cambio clim¨¢tico, ya que est¨¢n causados por rayos l¨¢ser lanzados desde el espacio exterior, y financiados por los jud¨ªos.
Andy Borowitz atribuye a las redes sociales una gran parte de la culpa del triunfo y glorificaci¨®n de la ignorancia: el desd¨¦n hacia las fuentes contrastadas de informaci¨®n, el encierro, favorecido por los algoritmos, en la burbuja sectaria de la propia tribu, en lo ilusorio y neur¨®tico del activismo digital. Pero sin duda influye m¨¢s profundamente el misterioso desprestigio que viene cayendo desde hace d¨¦cadas, en las sociedades herederas de la Ilustraci¨®n, de todo lo que sea el aprendizaje de saberes s¨®lidos y oficios pr¨¢cticos, de lo bien pensado y lo bien hecho, lo que requiere paciencia y esa forma de entrega que nace de la alianza entre la racionalidad y la pasi¨®n. Nada irritaba y ofend¨ªa m¨¢s a Donald Trump que el conocimiento profundo y la larga experiencia del doctor Anthony Fauci, que hizo tanto por remediar en algo la cat¨¢strofe de la pandemia, agravada por la ignorancia eg¨®latra del presidente. Pol¨ªticos necios, demagogos ignorantes, someten ahora en Espa?a a los profesionales de la sanidad a todo tipo de humillaciones y los condenan a la penuria y a la incertidumbre. No hay respeto para el saber, ni parece que haya peligro de castigo electoral para la exhibici¨®n descarada y desp¨®tica de la ignorancia.
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