¡®Midterms¡¯ y redes sociales
Hay una batalla entre quien ha de morir, si las plataformas y su negocio de intoxicaci¨®n, o los estados de derecho
A estas alturas de Brexit fallido y de toma por la fuerza del Capitolio estadounidense ya nadie cuestiona el impacto de las plataformas de servicios monopolistas en el resultado de cualquier elecci¨®n por encima de la del presidente de nuestra comunidad de vecinos. De nada vale que sepamos que, en su origen, estos servicios no se dise?aron para da?ar la democracia, sino para hacer realidad los sue?os tecnol¨®gicos de una generaci¨®n nacida del fr¨ªo. La verdad cruda es que la b¨²squeda del beneficio de sus accionistas, su escala, su plurijurisdiccionalidad, y su potencia en el conocimiento individual los convierten en una herramienta potent¨ªsima de conocimiento del alma de un pa¨ªs y, en consecuencia, de su manipulaci¨®n.
Mientras en Espa?a estamos en campa?a desde la vuelta del verano, en EE UU no salen de una para entrar en la siguiente. Ahora nos toca las Midterms o elecciones de renovaci¨®n por mitad del Congreso y el Senado que se producen a los dos a?os de la elecci¨®n presidencial. El sistema estadounidense de ¡°check and balance¡±, de equilibrio entre los tres poderes del estado, hace al presidente, el ejecutivo en el modelo de separaci¨®n de poderes, muy dependiente de las mayor¨ªas en las c¨¢maras legislativas. Algo que deber¨ªa ocurrir aqu¨ª si no fuera porque la separaci¨®n de poderes es meramente nominal y tenemos una partitocracia y no una democracia. Pero eso ser¨¢ para otro d¨ªa. Las elecciones de medio mandato son no solo un refer¨¦ndum sobre el presidente (que las suele perder) sino que marcan lo que resta de su mandato. De hecho, cuando un presidente estadounidense pierde, a trav¨¦s de su partido, el control de las c¨¢maras (con perder el senado ya es suficiente) ve mermadas sus oportunidades de sacar su programa interno de reformas y se concentra en algo en lo que tiene m¨¢s poder de lo que ser¨ªa deseable: la pol¨ªtica exterior. Ya solo por este motivo a nosotros, mortales sujetos a una inflaci¨®n galopante al otro lado del Atl¨¢ntico, deber¨ªan preocuparnos el resultado de estas elecciones. Pero tambi¨¦n porque los servicios tecnol¨®gicos que recibimos a cambio de nuestros datos son regulados en EEUU y lo que ocurra all¨ª impactar¨¢ aqu¨ª en tiempo real.
Una cuesti¨®n recurrente es el control del contenido por parte de las plataformas y el impacto que ello tiene en la libertad de expresi¨®n de cada uno de sus usuarios. Este es un debate sobre el que me pronunci¨¦ pero al que volvemos siempre porque es existencial: si se hace responsable a Meta, Google o Twitter sobre el contenido de lo que sus usuarios publican, como un editor, tendr¨ªan serios problemas para seguir operando. Si no se les hace, y mi opini¨®n es que lo son porque moderan y deciden lo que se publica y lo que no, seguiremos enlodados en las verdades y hechos alternativos, las campa?as de bandera de desestabilizaci¨®n, y el acoso y derribo a base de comportamientos abusivos que no permitir¨ªamos, en aras de la libertad de expresi¨®n, ni en el siempre mencionado bar de la esquina, el referente del comportamiento del espa?ol medio. Y esto es existencial para todos nosotros como sociedad que quiere seguir viviendo de manera civilizada. Como la soluci¨®n al problema supondr¨ªa, de facto, la muerte de estas plataformas, todos, reguladores, los prestadores de servicios, los estados, andan buscando soluciones esquizoides que no contentan a nadie y que consisten, en general, en moderar un poco pero a disgusto de todos.
Con vistas a las Midterms nos hemos vuelto a enfrentar a este debate que va desde la llamada ¡°parcialidad algor¨ªtmica¡± de los filtros de correos de Google a las medidas de moderaci¨®n de las redes sociales. Los miembros del partido republicano (GOP), ese que ha entrado en una deriva de subjetivaci¨®n de la verdad propia de un programa de Jim¨¦nez del Oso, se vienen quejando los ¨²ltimos a?os de que Google les censura (poco me parece, dir¨ªa yo). Y no solo en las b¨²squedas, sino en los filtros de Gmail. Esta parcialidad algor¨ªtmica fue se?alada en estudio de marzo de 2020 que habr¨ªa demostrado que los correos electr¨®nicos de recaudaci¨®n de fondos de los conservadores iban directamente a la carpeta de spam. En los ¨²ltimos meses, los republicanos del Senado han tenido problemas con la recaudaci¨®n de fondos en Internet, quedando por detr¨¢s de los dem¨®cratas, lo que limita sus posibilidades, o eso afirman, de volver a controlar el Congreso. A pesar de que Google cuestion¨® la metodolog¨ªa del estudio, inici¨® un programa piloto, que ya est¨¢ plenamente operativo, que permite que los correos de las campa?as federales aprobadas se salten los filtros de spam.
En agosto, TikTok desvel¨® su estrategia para luchar contra la desinformaci¨®n, que inclu¨ªa la prohibici¨®n de contenidos pol¨ªticos pagados por parte de los influencers, despu¨¦s de que Facebook y Twitter tambi¨¦n esbozaran una serie de medidas para prepararse para las elecciones de noviembre tras enfrentarse a un aluvi¨®n de cr¨ªticas por alimentar la difusi¨®n de informaci¨®n falsa durante las elecciones anteriores. Entre las medidas, TikTok ha incluido un Centro de Elecciones para ¡°conectar a la gente¡± con ¡°informaci¨®n fidedigna¡± sobre las votaciones en m¨¢s de 45 idiomas. Esta estrategia se public¨® solo tres d¨ªas despu¨¦s de que el New York Times informara de que, por su algoritmo, viralidad y n¨²mero de usuarios, la plataforma tiene el potencial de convertirse en una ¡°incubadora¡± de informaci¨®n falsa. Algunos adem¨¢s temen que el contenido de v¨ªdeo y audio de TikTok sea m¨¢s dif¨ªcil de moderar que el texto de otras plataformas.
El informe del Bipartisan Policy Center, un grupo de expertos con sede en Washington formado por ex trabajadores de estas plataformas, cree que estas medidas son insuficientes y que deber¨ªan extenderse m¨¢s all¨¢ de los tres meses previos a las elecciones.
Pero hay otra vuelta de tuerca a todo este panorama embarrado. La amenaza de que el Senado estadounidense sea controlado por el GOP y, por tanto, sea m¨¢s hostil con las empresas de Silicon Valley, al que, como hemos dicho, acusan de censura, es una realidad que hace preguntarse si las tecnol¨®gicas, m¨¢s grandes que muchos pa¨ªses, tienen un inter¨¦s en el resultado electoral. Blake Masters, uno de esos candidatos trumpianos que viven en la realidad de los hechos alternativos, se presenta por Arizona pidiendo la ¡°derogaci¨®n¡± total de la Secci¨®n 230, la norma que establece la irresponsabilidad sobre el contenido de las plataformas como Meta o Google. La mera posibilidad de perder esta protecci¨®n supondr¨ªa una avalancha de demandas en todo el mundo que, muy probablemente, les obligar¨ªa a cerrar o ¡°sumergirse¡±, una propuesta que Zuckerberg puso encima de la mesa antes de optar por el metaverso como ruta de escape de los reguladores. Trump ya amenaz¨® con derogar la Secci¨®n 230 y fue la primera vez que vimos a Zuck con traje y corbata en la Casa Blanca. Pero en esta ocasi¨®n la propuesta est¨¢ ganando empuje ayudado por la financiaci¨®n de Peter Thiel -para quien trabajaba el candidato seg¨²n su propia biograf¨ªa-, fundador de PayPal, personaje oscuro, radical, con bastante mala baba y que est¨¢ detr¨¢s de Palantir, una de las empresas de an¨¢lisis de datos que m¨¢s recuerda al malo con gato de las pel¨ªculas de James Bond.
La victoria de este tipo de candidatos es una cuesti¨®n tambi¨¦n existencia para la democracia estadounidense y, puede, que para la nuestra. En esta batalla entre quien ha de morir, si las plataformas y su negocio de intoxicaci¨®n o los estados de derecho, miedo me da hacer una apuesta.
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