Otra forma de violencia pol¨ªtica
El debate democr¨¢tico solo puede garantizarse si la exigencia de alineamientos en la condena del discurso del odio se distingue de la cr¨ªtica racional
Si cab¨ªa alguna duda, ya est¨¢ despejada: Vox es un partido de insurgentes dentro del sistema democr¨¢tico. Su odio ideol¨®gico busca crear un clima de fanatismo pol¨ªtico mediante provocaciones que alcancen eco por su agresividad. M¨¢s que inculcar un mensaje, persigue crear un ambiente delet¨¦reo que nos encierre en cosmovisiones de odio. As¨ª funcionan las amenazas contra la ministra Irene Montero. El Congreso ha sido protagonista, no por aprobar los terceros Presupuestos de la legislatura, sino porque los fan¨¢ticos lo han convertido en un lugar t¨®xico que nos pone ante el reto estoico de rechazar la invitaci¨®n al contagio del odio. El debate sobre la ley del solo s¨ª es s¨ª se esfuma para dar paso a la urgencia democr¨¢tica de defender a la persona que la impuls¨®. La situaci¨®n es parad¨®jica, pues se crea la extra?a percepci¨®n de que no hay distinci¨®n entre la leg¨ªtima cr¨ªtica a una ley, o a la estrategia de defensa tan penosa que de ella hizo su promotora, y los intolerables ataques personales de la ultraderecha.
As¨ª que esta semana, adem¨¢s de la violencia pol¨ªtica de Vox contra la ministra, hemos conocido otra singular forma de violencia, que consiste en la intimidaci¨®n que provocan las garras de los dogmatismos en competencia. El debate democr¨¢tico solo puede garantizarse si la exigencia de alineamientos en la condena del discurso del odio se distingue de la cr¨ªtica racional. Cuando no diferenciamos la cr¨ªtica que busca asegurar la vida democr¨¢tica de la que pretende socavarla, se aplasta el debate p¨²blico. Casi da verg¨¹enza tener que recordarlo, pero se puede condenar en¨¦rgicamente un ataque ad personam y defender el ideal democr¨¢tico de la discusi¨®n sin convertirse en ¡°corresponsable¡± del odio. Una cultura pol¨ªtica saludable solo es posible si sus actores trabajan para promover la pluralidad de puntos de vista, en lugar de fomentar la pol¨ªtica de sectas.
Hace tiempo que el juego de binarismos maniqueos ha colonizado la conversaci¨®n p¨²blica, negando cualquier discrepancia o matiz. Hay una apropiaci¨®n moral y faccional de nociones como ¡°democracia¡± o ¡°feminismo¡± que sustituye el debate de ideas y proyectos por un mundo asfixiante, ordenado moralmente en torno a opuestos excluyentes: conmigo o contra m¨ª. ?Eres realmente feminista o dem¨®crata o est¨¢s al servicio del mal? La moralizaci¨®n demoniza al adversario, y as¨ª son imposibles el debate o las razones de orden pol¨ªtico, el juego de la transacci¨®n o la rendici¨®n de cuentas por mala gesti¨®n o por decisiones pol¨ªticamente dudosas. Al encarnar el bien en el combate contra el fascismo, todo parece justificado, incluso desplazar el debate de ideas o la cr¨ªtica leg¨ªtima. Hay un problema grave cuando la discrepancia racional sobre una ley se ve como una amenaza al feminismo. Pero, al igual que nadie encarna el feminismo o la democracia, s¨ª es un valor feminista y democr¨¢tico el rechazar y trabajar contra cualquier forma de intimidaci¨®n en la conversaci¨®n p¨²blica. Sobre todo las de nuestra tribu.
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