Entender al otro empieza a ser intolerable
Parec¨ªa que ya ¨¦ramos capaces de entender la simpat¨ªa entre dos antagonistas que, antes que militantes, son personas capaces de trascender sus prejuicios
Estoy de acuerdo con algunos historiadores en que exageramos las correspondencias entre estos tiempos recios y los que se sufrieron entre las dos guerras mundiales. Aunque se parezcan en la bronca de una sociedad partida en dos bloques que se dedican a insultarse desde su lado de la calle, las semejanzas no pasan de lo superficial. Se parecen las hemerotecas, pero los europeos del siglo XXI no vivimos enfangados en una violencia pol¨ªtica cotidiana y estructural, con organizaciones paramilitares y uniformadas li¨¢ndose a tiros en cualquier calle. Conviene no abusar de los ejemplos hist¨®ricos, es cierto, pero hay episodios irresistibles.
El que narra el escritor franc¨¦s Adrien Bosc en su soberbio libro La columna es tan elocuente que cuesta mucho no sacarle moralejas para hoy. En 1938, la fil¨®sofa anarquista Simone Weil ley¨® Los grandes cementerios bajo la luna, el diario de Georges Bernanos donde contaba su experiencia en Espa?a durante la guerra. Bernanos era un escritor tan famoso como reaccionario, simpatizante de Falange y mon¨¢rquico, pero la violencia que presenci¨® cambi¨® sus entusiasmos ideol¨®gicos, y su libro pasa por ser una de las obras m¨¢s dolorosas, sinceras y desalineadas que se han escrito sobre la tragedia espa?ola. Weil, que pas¨® mes y medio en el frente de Arag¨®n, se reconoci¨® en las palabras de Bernanos y le escribi¨® una carta en la que narraba su desilusi¨®n y su horror: ella hab¨ªa ido a Espa?a a luchar por la revoluci¨®n, y la revoluci¨®n result¨® ser una matanza gobernada por c¨ªnicos y s¨¢dicos. Bernanos no respondi¨® nunca a Weil, pero guard¨® su carta en la billetera toda la vida, y as¨ª la encontraron cuando muri¨®.
Cuando Albert Camus la public¨® en 1954, los antiguos camaradas se enfurecieron. No importaba que Simone Weil llevase once a?os muerta. Aquella fraternidad con el derechista Bernanos era una traici¨®n a los revolucionarios. Hasta el propio Camus le pon¨ªa reparos. No es extra?o que el pensamiento de Weil se quedara en una carta privada y no se expresase nunca en un texto p¨²blico.
Parec¨ªa que ya ¨¦ramos capaces de entender la simpat¨ªa entre dos antagonistas que, antes que militantes, son personas capaces de trascender sus prejuicios. Pero hoy, cuando se exigen alineamientos, se escupe a los tibios y se se?ala a los otros como enemigos, la carta de Weil ser¨ªa recibida con la misma bilis. Entender a aquel con quien no se est¨¢ de acuerdo empieza a ser una actitud intolerable, y deber¨ªamos saber que, de ciertas espirales, nunca se sale ileso.
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