Feij¨®o: luna decreciente
El proceso de degeneraci¨®n que vive el Partido Popular es un s¨ªntoma de su creciente vac¨ªo representativo, que suple, como ya ha ensayado otras veces, a trav¨¦s de la simulaci¨®n de la protesta
Las lunas de miel suelen durar poco, al menos en pol¨ªtica, y en el caso de Alberto N¨²?ez Feij¨®o, la magia del primer amor (?Ay!) se va desvaneciendo. Este presidente gallego que ven¨ªa a Madrid cual salv¨ªfico caballero andante a centrar a su partido y devolverlo a sus supuestas esencias (la econom¨ªa y la gesti¨®n solvente) no ha conseguido moderarlo, ni hacerse con sus escurridizas riendas, ni consolidar su tan cacareado liderazgo en las encuestas. El apocalipsis econ¨®mico que anuncia desde hace meses no acaba de llegar, y aunque probablemente las elecciones se jueguen en ese terreno, Alberto N¨²?ez Feij¨®o se entrega contra todo instinto a la obtusa agenda de Vox. La supuesta jefa de los populares, Cuca Gamarra (no la verdadera, Isabel D¨ªaz Ayuso) despliega en el Congreso de los Diputados el discurso hiperb¨®lico de la era Casado, haciendo que los desmanes del Gobierno (Marlaska, colocar a un exministro en el Tribunal Constitucional, reformar el delito de sedici¨®n, etc.) tengan un coste cero, pues la cr¨ªtica se diluye en escenarios catastr¨®ficos de efecto casi c¨®mico.
El nerviosismo de Feij¨®o se refleja en un Partido Popular que ha renunciado a la cr¨ªtica hecha desde las coordenadas del inter¨¦s general y la cultura pol¨ªtica europea, lo que ayudar¨ªa a cualquier ciudadano a saber qu¨¦ es lo que tiene que decir el principal partido de la oposici¨®n sobre, por ejemplo, la m¨¢s que dudosa actuaci¨®n de Espa?a en la frontera de Melilla y Nador del pasado 24 de junio. O sobre los peligros de parchear el C¨®digo Penal sin que parezca que se atreva a explicar su plan pol¨ªtico sobre qu¨¦ hacer con Catalu?a. En su lugar, los populares eligen denunciar la inseguridad que al parecer sufriremos las mujeres por el efecto de una ley ¡°que sacar¨¢ a los violadores a las calles¡±, manifest¨¢ndose ellos mismos con una pancarta exigiendo ¡°Rectificaci¨®n ya¡±.
Al salir a las puertas del Congreso para pedir en la calle lo que deber¨ªan exigir dentro, es inevitable preguntarse en calidad de qu¨¦ lo hacen. Dentro, ejercen una funci¨®n representativa, ?pero fuera? El proceso de degeneraci¨®n que vive el Partido Popular es un s¨ªntoma de su creciente vac¨ªo representativo, que suple, como ya ha ensayado otras veces, a trav¨¦s de la simulaci¨®n de la protesta. Al hacerlo, tanto dentro como fuera de la sede de la soberan¨ªa nacional, no solo banaliza su deber de control y fiscalizaci¨®n del Gobierno, sino la expresi¨®n ciudadana de la protesta misma. Lo m¨¢s grave no reside solamente en lo que ha denunciado recientemente la presidenta del Congreso, Meritxell Batet (que los diputados tomen la palabra para herir u ofender a alguien). Ojal¨¢ fuera solo eso. El problema es que el abucheo sostenido durante m¨¢s de dos minutos a las provocaciones de una ministra ¡ªhechas, probablemente, para marcar su perfil de cara al venidero tiempo electoral¡ª reduce al representado, a nosotros los ciudadanos, a una desnaturalizada y primitiva f¨®rmula sonora que nos deja, deliberadamente, sin voz.
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