El jaguar y el chulet¨®n ba?ado en oro
La selecci¨®n brasile?a traslada los dilemas del pa¨ªs al c¨¦sped de Qatar
Cuando empez¨® el Mundial de 2022, apoyar a Brasil no era f¨¢cil para algunos de los que hab¨ªan votado a Lula en las elecciones. La corrupci¨®n de la Confederaci¨®n Brasile?a de F¨²tbol ya hab¨ªa mancillado bastante la camiseta de la selecci¨®n, pero nada comparado con su usurpaci¨®n, junto con otros s¨ªmbolos del pa¨ªs, por parte de la extrema derecha encarnada por Jair Bolsonaro. El Mundial empez¨® y los bolsonaristas, vestidos con la camiseta amarilla, segu¨ªan pidiendo un golpe militar ante los cuarteles del ej¨¦rcito. Una de las figuras p¨²blicas m¨¢s entusiastas de Bolsonaro es Neymar, el principal jugador brasile?o. ?C¨®mo sentarse frente a la televisi¨®n con una bolsa de palomitas para apoyar a Neymar y a una selecci¨®n de ni?os multimillonarios? ?Y c¨®mo no hacerlo, en un pa¨ªs cuya identidad se ha definido en gran parte por el f¨²tbol?
Que el Mundial se juegue en la dictadura de Qatar, opresora de las mujeres, homof¨®bica, corrupta y con un pasado y un presente de violaciones de los derechos humanos y de la naturaleza, revela mucho del negocio del f¨²tbol y ya ser¨ªa motivo suficiente para boicotearlo. Pero entonces lleg¨® Richarlison, un jugador que se manifiesta pol¨ªticamente por causas sociales. Para mejorarlo, ha adoptado a un jaguar. No una adopci¨®n de ponerle collar al animal, sino de monitorearlo en su entorno natural. Para completarlo, hizo una obra de arte en forma de gol en el partido contra Serbia. Fue suficiente para que la izquierda se agarrara a Richarlison como una redenci¨®n. Ver al bolsonarista Neymar en el banquillo por una lesi¨®n en el tobillo y al progresista Richarlison triunfando en el campo se interpret¨® como una sinopsis del momento que vive Brasil, con la derrota de Bolsonaro y el regreso de Lula al poder.
Para una parte del frente amplio que apoy¨® a Lula, hay que ¡°pacificar¡± Brasil. El Mundial ser¨ªa una oportunidad para demostrar que la camiseta amarilla es de todos los brasile?os. El problema es que nunca ha existido un Brasil pacificado, a no ser como mistificaci¨®n. La imposibilidad de que haya esta pacificaci¨®n qued¨® expl¨ªcita en el fest¨ªn que patrocin¨® Ronaldo, el ex-Fen¨®meno, en el restaurante Nusr-Et, acompa?ado de dos jugadores de la selecci¨®n: pidieron y comieron el Golden steak, un chulet¨®n ba?ado en oro de 24 quilates.
Que jugadores que representan a un pa¨ªs con 33 millones de personas que pasan hambre coman y ¡ªse espera¡ª caguen oro es doloroso. Igual de malo es que el oro, venga de donde venga, est¨¦ asociado a la destrucci¨®n de la naturaleza y a la violaci¨®n de los derechos humanos. En Brasil, la carne y el oro est¨¢n llevando a la selva amaz¨®nica al punto sin retorno. Bajo el comando de Ronaldo, los jugadores consiguieron la haza?a de unir a los dos villanos en una ¨²nica horterada.
El f¨²tbol siempre ha contado mucho sobre Brasil. En 2023, el pa¨ªs seguir¨¢ entre el jaguar que sobrevive al exterminio de Richarlison y el chulet¨®n ba?ado en oro de Ronaldo. Esta es la disputa. Que se ha traducido perfectamente en este Mundial patrocinado por una dictadura.
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