Guerra contra las maras en El Salvador
El presidente Nayib Bukele acorrala a las organizaciones criminales a costa de recortar libertades y derechos humanos
La batalla del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, contra las pandillas violentas ha dado un salto cualitativo en la ¨²ltima semana al poner en marcha un operativo para cercar con polic¨ªas y militares algunas de las principales ciudades del pa¨ªs centroamericano. La medida aspira a acorralar a las maras para evitar que entren o salgan de esos territorios, y es en todo caso la ¨²ltima vuelta de tuerca en la guerra emprendida por el Gobierno contra dos de las organizaciones criminales m¨¢s sangrientas, la Mara Salvatrucha-13 y el Barrio-18. Hace ocho meses el mandatario decret¨® un r¨¦gimen de excepci¨®n con efectos contradictorios: le ha permitido debilitar de forma significativa estas estructuras criminales, pero a cambio ha incrementado de forma significativa los retrocesos en libertades y derechos humanos para el resto de la poblaci¨®n.
Las denuncias son constantes. El Comit¨¦ contra la Tortura de Naciones Unidas, Amnist¨ªa Internacional y Human Rights Watch son solo algunos de los organismos que han alertado de los abusos de las fuerzas de seguridad: violencia indiscriminada, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y otros malos tratos. En El Salvador el miedo parece estar cambiando de bando. Las pandillas no han desaparecido, pero los habitantes de las zonas controladas por estos grupos temen ahora tambi¨¦n la actuaci¨®n de la polic¨ªa y del ej¨¦rcito. Y a eso se suma el riesgo de que los uniformados acaben ocupando el vac¨ªo y se hagan con el control de actividades como la extorsi¨®n.
La otra cara de la moneda es la supuesta eficacia del r¨¦gimen de excepci¨®n contra el crimen organizado, principal argumento de Bukele. En los ¨²ltimos meses, se han producido m¨¢s de 58.000 detenciones, y la Mara Salvatrucha, la principal organizaci¨®n ilegal del pa¨ªs, ha perdido terreno y su control territorial ha menguado, as¨ª como su capacidad de reclutamiento de nuevos integrantes. Y el Gobierno, que seg¨²n las investigaciones period¨ªsticas de El Faro lleg¨® a negociar con las pandillas hasta romper un supuesto pacto secreto, no est¨¢ dispuesto a modificar su postura.
El estado de excepci¨®n que vive y sufre El Salvador es especialmente preocupante por dos razones. La primera es obvia e incumbe a las graves repercusiones que tiene en la vida de los barrios el poder absoluto de la polic¨ªa y de los militares. Y la segunda es la persistencia de la deriva autoritaria de la que el populismo de Bukele ha dado m¨²ltiples se?ales tanto en materia de seguridad como en su acoso a la prensa, sus intentos de desembarazarse de los mecanismos de control constitucionales y su batalla personal contra la justicia. El desprecio a las denuncias de violaciones de derechos fundamentales es el ¨²ltimo y cruel ejemplo.
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