Cuando Miguel de Cervantes se encontr¨® a Harry Houdini
Al dejar entrar el pensamiento m¨¢gico en nuestras cabezas, en cualquiera de sus formas, los mecanismos sobre c¨®mo funciona el mundo se vuelven opacos y nuestras decisiones se tornan arbitrarias y en ocasiones fatales
Puede que Miguel de Cervantes tuviera mucho tiempo libre mientras esperaba a embarcarse en la galera Marquesa que le iba a llevar a la batalla de Lepanto, o que esa ociosidad se diese durante los cinco a?os posteriores de su cautiverio en Argel. Largos periodos de inacci¨®n que habr¨ªa ocupado en charlas, juegos y otros pasatiempos para hacer tolerable su tedio. All¨ª habr¨ªa conocido a embaucadores como los que despu¨¦s retratar¨ªa en el cap¨ªtulo vig¨¦simo s¨¦ptimo de la segunda parte de El Quijote. En ¨¦l habla de un tal Gin¨¦s de Pasamonte que tiene un mono con capacidades adivinatorias del pasado y del presente. Las habilidades del animal quedan aclaradas por Cervantes, al descubrir el m¨¦todo de Gin¨¦s, que no es otro que informarse de la vida y milagros de sus habitantes a la llegada del pueblo. Una vez en escena, pone en juego ese conocimiento con gui?os y se?ales imperceptibles a su mono, en respuesta a las preguntas de los parroquianos de la taberna. Indicios semejantes a los que utilizar¨ªa Wilhelm von Osten con su caballo Clever Hans, para demostrar su capacidad de realizar operaciones matem¨¢ticas.
En el caso de Harry Houdini, su encuentro con el arte de encantamiento tuvo su origen en la infancia, buscando un modo de sobrevivir. Aprendi¨® r¨¢pido y no tard¨® en convertirse en un gran artista. Tras una visita a Inglaterra, cuando ya su fama internacional estaba asentada, coincidi¨® en 1914 con Theodore Roosevelt Jr. en su viaje a Nueva York a bordo del SS Imperator, semanas antes de la Primera Guerra Mundial. Cualquier excusa era buena para distraer a los pasajeros en estas largas traves¨ªas. Y tener un adivino era una opci¨®n id¨®nea para olvidarse del hast¨ªo o del mareo. En una sesi¨®n ofrecida por Houdini, Roosevelt pregunt¨® por el itinerario de su reciente expedici¨®n cient¨ªfica a Brasil. Algo que pocas personas conoc¨ªan. El mago fue capaz de conseguir de los ¡°esp¨ªritus¡± convocados un mapa detallado, para asombro del presidente, poco dado a creer en comunicaciones extrasensoriales. La explicaci¨®n, que parece que Roosevelt no lleg¨® a conocer, fue una suerte fortuita cuando Houdini compr¨® su billete y el taquillero le cont¨® que hab¨ªa otras personalidades a bordo, concretamente, el expresidente de Estados Unidos. Sabiendo que The Telegraph iba a publicar una primicia sobre su viaje a Brasil, consigui¨® informaci¨®n anticipada gracias a sus contactos, asumiendo que le podr¨ªa ser ¨²til, y que utiliz¨® como si fuera el Gin¨¦s de Pasamonte del siglo XX. Entre ambos, entre Cervantes y Houdini, m¨¢s de lo mismo, lo cual hace legi¨®n. Como los padres del escritor Jack London, ella ¡ªFlorence Wellman¡ª, aficionada al espiritismo, y ¨¦l ¡ªWilliam Chaney¡ª, gan¨¢ndose la vida de astr¨®logo farsante.
Houdini vivi¨® de la magia sin mistificar toda su vida y Cervantes se invent¨® una especial para los dem¨¢s. ?Y nosotros? ?Cu¨¢nta ilusi¨®n de lo ficticio asumimos como elemento de verdad? ?Haremos como Nancy Reagan, esposa del cuadrag¨¦simo presidente americano o la princesa de Gales, madre de los herederos de la corona inglesa, que teniendo acceso directo a los conocimientos m¨¢s avanzados de su tiempo consultando a la National Academy of Science o la Royal Society, se asesoraban con unos astr¨®logos de andar por casa? Nada excepcional si tenemos en cuenta que anualmente se publican unas supuestas profec¨ªas de Nostradamus, cuya principal consecuencia es ratificar que la charlataner¨ªa no ha desaparecido.
Se podr¨ªa decir que poco de eso tiene importancia, pues qui¨¦n va a usar una predicci¨®n astrol¨®gica como indicio de culpabilidad a un acusado de homicidio, y ya puestos al caso, una interpretaci¨®n de los sue?os de un potencial testigo. Pero nuestra sociedad sigue inmersa en todo tipo de magias, gurulandias y visionarios, de los que una muestra exigua son las Ferias Esot¨¦ricas que se celebran en Madrid. Algo no tan remoto a los witch-doctors (brujos) de pa¨ªses econ¨®micamente menos desarrollados de ?frica a los que consultaron l¨ªderes pol¨ªticos como Jean Bedel Bokassa o Mobutu Sese Seko.
Desconfiemos de la magia usada por taumaturgos que conectan con otros mundos. Cuando se deja entrar el pensamiento m¨¢gico en nuestras cabezas, en cualquiera de sus formas, ya sean fant¨¢sticas, religiosas o expertas, los mecanismos sobre c¨®mo funciona el mundo se vuelven opacos y nuestras decisiones se tornan arbitrarias y en ocasiones fatales. Se sabe que muchos de los sucesos que nos parecen improbables tienen una explicaci¨®n racional y ocurren con cierta regularidad. En palabras del estad¨ªstico Persi Diaconis: ¡°el d¨ªa realmente especial ser¨ªa aquel en el que no ocurriera algo inusual.¡±
Cervantes y Houdini nos ayudan a pensar en causas naturales antes de aceptar que lo extraordinario en este mundo procede de alg¨²n otro. Y no olvidemos, como nos recuerda Jorge Luis Borges, que la verdadera magia no est¨¢ en los sue?os ni en otros mundos, sino en la vigilia que todos compartimos, a poder ser, lo m¨¢s despiertos posible.
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