Reinterpretar Brasil, del agronegocio al asalto de Brasilia
Lula llega en un momento r¨ªspido y el resultado electoral de Bolsonaro demuestra que, el bolsonarismo, disfruta de apoyo, pero tambi¨¦n tiene fragilidades
Hay muchos paralelismos entre la experiencia de Donald Trump en Estados Unidos y la de Jair Bolsonaro en Brasil. Las similitudes incluyen el lamentable asalto al Capitolio, en Washington, hace dos a?os y el de la plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, el pasado 8 de enero. El problema es que tanta coincidencia, lejos de ayudar, complica: refuerza categorizaciones matizables, puede llevar a conclusiones precipitadas y suele favorecer ejercicios de prospectiva que se exportan, sin ponderar demasiado, al an¨¢lisis de terceros pa¨ªses. De Brasil, en cambio, no dice mucho.
Pero Brasil es Brasil e insistir en su especificidad no equivale a negar que las credenciales de Bolsonaro nunca han sido democr¨¢ticas. Es sugerir que lo sucedido, incluyendo el golpismo descarado de algunos actores, puede comprenderse mejor si se consideran otras variables. Comencemos por recordar que el presidente Lula da Silva, en su primera alocuci¨®n tras los acontecimientos del d¨ªa 8, apunt¨® con claridad hacia aquellos que pudieran haber estado detr¨¢s del asalto al Congreso, la Presidencia y el Supremo Tribunal Federal. Nombr¨® al agronegocio y a la miner¨ªa ilegal.
Se confirme o no la responsabilidad de algunos de sus exponentes, la clave de la creciente capacidad de presi¨®n de ambas actividades est¨¢ en una reestructuraci¨®n de la econom¨ªa brasile?a, iniciada despu¨¦s de la dictadura, que ha propiciado una progresiva reprimarizaci¨®n de la misma y una inserci¨®n m¨¢s dependiente del pa¨ªs a los flujos internacionales. La globalizaci¨®n, y de eso tambi¨¦n van los extremismos, tiene ganadores y perdedores y eso se nota cuando, de lo que se trata, es de redefinir el reparto del pastel, tanto dentro de cada pa¨ªs, como entre pa¨ªses.
Decir agronegocio en el Brasil contempor¨¢neo es hablar de un sector agr¨ªcola modernizado, en crecimiento constante y con unas ganancias estratosf¨¦ricas que suelen acabar fuera del pa¨ªs o en actividades especulativas. Su impacto en la deforestaci¨®n y en la desigualdad es considerable y adem¨¢s est¨¢ llegando el momento en el que los grandes productores rurales han acumulado influencia como para intentar poner la capacidad industrial del pa¨ªs al servicio del valor agregado de su producci¨®n o para intentar imponer nuevas rutas, m¨¢s competitivas, de exportaci¨®n.
En paralelo, hay una sutil confrontaci¨®n territorial entre el Brasil del estereotipo, con su f¨²tbol, sus playas y su samba y un Brasil rural, con sus templos evang¨¦licos, su m¨²sica sertaneja y sus plantaciones, sobre todo, de soja (46% de la producci¨®n agraria). Hablamos de una realidad perif¨¦rica que en las ¨²ltimas d¨¦cadas no ha dejado de crecer a ritmos superiores al 5% anual y ya pretende influir pol¨ªticamente. Las regiones Sur y Centro-Oeste del pa¨ªs, con una extensi¨®n similar a la de M¨¦xico, ya tienen una poblaci¨®n parecida a la de Espa?a y un PIB como el de Argentina.
En grandes metr¨®polis como S?o Paulo se habla poco, pero todo esto inquieta. Quiz¨¢s por eso, la alianza entre Lula y sus antiguos contendientes tard¨® tan poco en cuajar. Su problema es que, el margen de maniobra, es reducido. El crecimiento fulgurante del Brasil rural depende de la incombustible demanda china y de los fertilizantes rusos y esos meandros nutren un circulo vicioso: a mayor desindustrializaci¨®n, mayor dependencia de los mercados externos y mayores tiranteces internas. Otro tanto sucede con la miner¨ªa, con la ganader¨ªa o con los biocombustibles.
Lula ha aterrizado, por tanto, en un momento r¨ªspido. El resultado obtenido por su contrincante en las elecciones del a?o pasado demuestra que, el bolsonarismo, tiene apoyo. Pero, tambi¨¦n, fragilidades: durante a?os, las redes sociales, las sectas evang¨¦licas y la complicidad de algunos polic¨ªas y militares, suplieron la ausencia de un partido pol¨ªtico real. Se confi¨® demasiado en el liderazgo carism¨¢tico: mientras se trataba de salir a dar paseos con moteros o de pronunciar frases de impacto, funcion¨®. Pero el domingo 8 de enero, en Brasilia, algo se torci¨®.
?Hay un problema con las instituciones? No, pese a la espectacularidad de lo sucedido, han garantizado la alternancia y han protegido la democracia. Quedan, sin duda, zonas de sombra, como la gobernabilidad del sistema pol¨ªtico o la ausencia de regulaci¨®n del cabildeo y de las fake news, pero hay condiciones de avance. Sin embargo, el verdadero reto para Brasil sigue siendo repensar el modelo de desarrollo: ayudar¨ªa a desactivar tensiones estructurales (pol¨ªticas, sociales, territoriales, econ¨®micas, ecol¨®gicas, etc.) y a reinventar su papel en el mundo.
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