Bendita polarizaci¨®n
Ning¨²n dem¨®crata deber¨ªa ver el conflicto y la discusi¨®n como un problema. Ni siquiera cuando son broncas de mal gusto y navajeras (verbalmente navajeras)
La agencia de relaciones p¨²blicas Edelman publica cada mes de enero un bar¨®metro de confianza que mide el estado de salud de varios aspectos de la democracia y de la econom¨ªa de mercado en todo el mundo. Y digo bien lo del estado de salud, pues usan jerga de diagn¨®stico m¨¦dico, siguiendo la larga tradici¨®n metaf¨®rica de tratar a las sociedades como pacientes que necesitan cura (un cirujano de hierro, quiz¨¢). Este a?o han medido la polarizaci¨®n pol¨ªtica mediante encuestas hechas en 28 pa¨ªses. Con ellas han dibujado un mapa de la polarizaci¨®n con tres grupos: pa¨ªses poco polarizados (la divisi¨®n de opiniones no supone un problema para los encuestados), con polarizaci¨®n moderada (es algo molesta y desagradable tanta divisi¨®n, pero se puede vivir) y con polarizaci¨®n severa (cuando los encuestados creen que no hay nada que hablar con el contrario pol¨ªtico).
No es una sorpresa que Espa?a est¨¦ en este ¨²ltimo grupo, junto a Argentina, Suecia, Estados Unidos o Colombia. En el escal¨®n anterior (polarizaci¨®n moderada, pero a puntito de ser severa) asoman Brasil, Francia, Italia o Reino Unido. La sorpresa, para m¨ª, est¨¢ en el grupo de pa¨ªses donde la polarizaci¨®n no existe o es irrelevante. Apunten: Indonesia, China, Arabia Saud¨ª, Singapur, Malasia, Emiratos ?rabes Unidos y la India. De todos, el ¨²nico en verdad democr¨¢tico (y poni¨¦ndole comillas) es el ¨²ltimo.
En resumen, que el mejor remedio contra la polarizaci¨®n es dejar que el Gobierno opine en solitario mientras los s¨²bditos asienten. Un m¨¦dico que recete decapitaciones contra el dolor de cabeza podr¨¢ ser tachado de brutal y asesino, pero no de ineficaz: sin cabeza, no hay dolor. Sin democracia, sin partidos, sin prensa, sin opiniones en la plaza, se acaba la polarizaci¨®n. Es el remedio del juez de la horca: nada sosiega m¨¢s a un pa¨ªs que el balanceo de los alborotadores en el pat¨ªbulo.
Ning¨²n dem¨®crata deber¨ªa ver el conflicto y la discusi¨®n como un problema. Ni siquiera cuando son broncas, de mal gusto y navajeras (verbalmente navajeras). El ¨²nico peligro para una democracia es que quienes discuten se convenzan de que hay una forma de convivir mejor que la discusi¨®n perpetua y empiecen a so?ar con para¨ªsos de paz y unanimidad como Arabia Saud¨ª o China. La cosa se pone fea cuando los unos se hacen la ilusi¨®n de vivir sin los otros y dejan de entender que convivir no significa caminar de la mano en armon¨ªa por prados floreados, sino compartir plaza (y mantel y tal vez cama) con quien te lleva la contraria hasta sacarte de quicio.
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