La urbe es menos vivible
Los lectores escriben sobre la fauna ausente en las ciudades, las llamadas telef¨®nicas, la sanidad p¨²blica madrile?a y las armas en Estados Unidos
Cuando subo a la azotea del edificio donde trabajo de conserje, miro hacia arriba esperando ver volar a una pareja de halcones. Durante a?os, su vuelo ha estado presente todos los d¨ªas. Part¨ªan de su nido situado en los ¨²ltimos pisos de la Torre de Valencia, se internaban en el parque del Retiro o volaban desplaz¨¢ndose sobre las calles cercanas. En ese nido criaban cada a?o a su polluelo hasta que tambi¨¦n emprend¨ªa el vuelo. Durante el tiempo que dur¨® el confinamiento a causa de la covid-19 tuve que seguir acudiendo al trabajo, y ese espect¨¢culo a¨¦reo era una de las cosas m¨¢s gratas que llenaban ese tiempo tan extra?o de dolor e incertidumbre. En esos meses, donde el ritmo de la ciudad se detuvo, las rapaces se aventuraban a menos altura y pasaban a escasos metros de mi cabeza. Tal vez ellas tambi¨¦n me observaban, solo en la azotea. Pero ya hace muchos meses que sus siluetas recortadas contra el cielo han desaparecido. Sus llamadas han enmudecido. Su ausencia me llena de tristeza. Esa pareja de halcones parec¨ªa conferir a la ciudad una pincelada de naturaleza. Ahora parece que la urbe es menos vivible.
Antonio Mar¨ªa de R¨¦gil Arteaga. Madrid
Dudas para descolgar
?ltimamente, cuando me suena el tel¨¦fono me dan palpitaciones, suspiro, y tras mirar qui¨¦n llama, mi presuposici¨®n navega en mares de malas noticias y miserias que se desvelar¨¢n cuando el barco llegue a puerto, cuando pulse la tecla verde. No s¨¦ en qu¨¦ momento ocurri¨®, en qu¨¦ momento cambi¨® mi actitud ante el tono de llamada de mi tel¨¦fono, pero es algo qu¨¦ me preocupa. Recuerdo las llamadas que recib¨ªa antes y, sin presuposici¨®n, generalmente consist¨ªan en charlas insustanciales, en parloteos de besugos y en intercambios de peque?as felicidades. ?Cu¨¢ndo ocurri¨®? ?Cu¨¢ndo entraron las ganas de pulsar cuanto antes la tecla roja?
Jos¨¦ Ram¨®n Iribar Argote. Donostia
Caso en la sanidad madrile?a en 2023
Van 45 minutos de espera en mi cita del centro de salud. Me levanto y abordo a una m¨¦dico. Se extra?a. Va a ver qu¨¦ ocurre. Todo aclarado. Usted est¨¢ en la lista del ¡°doctor inexistente¡±. ?He entendido mal? No, ver¨¢. Hay una plaza de m¨¦dico que no est¨¢ cubierta. No han contratado a nadie, pero le asignan pacientes como si fuera de verdad. Los dem¨¢s m¨¦dicos tienen sus listas de citas y, cuando tienen un hueco, llaman a alguien de la lista del doctor inexistente. As¨ª, se puede dar hora a m¨¢s pacientes. Finalmente, me llaman y una doctora me atiende con toda amabilidad. Junto a ella tiene dos listas: la suya y la del doctor Inexistente. Salgo a la calle pensando en qu¨¦ pa¨ªs estoy.
Arturo Benito. Madrid
Armas en EE UU
No me importan los detalles del tiroteo (cu¨¢ntas balas, a qu¨¦ distancia, a qu¨¦ hora, en qu¨¦ lugar). No me importa el perfil del asesino (su pasado, su edad, su car¨¢cter). No me importan ¡ªque todos me perdonen¡ª las v¨ªctimas inocentes ni el duelo de los suyos, destrozados. Pues un pa¨ªs que no reflexiona a fondo, que no se rebela ni busca soluciones reales a la plaga de la tenencia y uso indiscriminado de las armas por parte de la poblaci¨®n civil, est¨¢ abocado a repetir escenas de dolor, miedo y desolaci¨®n hasta banalizarlas.
Marta Blanco Mart¨ªnez. Las Palmas de Gran Canaria
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