La nueva guerra del ¡®copyright¡¯
Ninguno rechaza la tecnolog¨ªa. Los artistas piden que se garanticen tres C: cr¨¦dito, consentimiento y compensaci¨®n
Hace 20 a?os codirig¨ª en Barcelona un festival llamado Copyfight. El cartel era irrepetible. Vinieron el fundador de Wikipedia, Jimmy Wales, y el autor de la Declaraci¨®n de independencia del ciberespacio John Perry Barlow, fundador de la Electronic Frontier Foundation. Vino Lawrence Lessig, pionero del ciberderecho con C¨®digo y otras leyes del ciberespacio, a presentar su proyecto Creative Commons y a explicar por qu¨¦ la ley de copyright se renueva cada vez que Mickey Mouse est¨¢ a punto de entrar en el dominio p¨²blico. Vino el novelista Cory Doctorow, entonces la estrella del blog m¨¢s popular de la Red, a explicar por qu¨¦ el acceso a la cultura es algo m¨¢s que el derecho a usar un sistema operativo o reproducir una canci¨®n.
Vinieron artistas, escritores, abogados y acad¨¦micos a hablar de la cultura como el proceso de modificar lo que existe para crear cosas nuevas. De transformar un estribillo, un personaje, un programa o un fragmento literario existente para hacer algo propio sin pedir permiso a nadie ni pagar derechos de autor. Ten¨ªamos que proteger el dominio p¨²blico y el uso justo de las ideas frente a los intereses comerciales de la industria del entretenimiento y las sociedades de gesti¨®n de derechos en una nueva era marcada por el acceso a internet. Dos meses y medio m¨¢s tarde, un alumno de Harvard llamado Mark E. Zuckerberg lanz¨® desde su cuarto universitario una web llamada facemash.com.
T¨¦cnicamente, facemash.com hab¨ªa usado fragmentos de un trabajo preexistente para crear algo diferente del original. Concretamente, hab¨ªa cogido las fotos de las fichas de las estudiantes de la web de Harvard para compararlas entre ellas y puntuar su atractivo f¨ªsico. La universidad lo acus¨® de vulnerar la seguridad del sistema, robar im¨¢genes con derechos de autor y violar la privacidad de las alumnas. Dos meses m¨¢s tarde, lanz¨® TheFacebook.com.
En los ¨²ltimos a?os, numerosos emprendedores han hecho lo mismo con contenidos ajenos, incluyendo Cambridge Analytica y Clearview AI. No es exactamente lo mismo que Afrika Bambaataa cogiendo samplers de Kraftwerk sin permiso para componer Planet Rock o M.I.A. construyendo Paper planes sobre una l¨ªnea de guitarra de The Clash. No hay uso leg¨ªtimo en la explotaci¨®n literal de la totalidad del material ajeno para fines propios. La pregunta es: ?a cu¨¢l de los dos se parecen ChatGPT, Dall-E, Stable Diffusion, DreamUp, MidJourney y el resto de modelos generativos entrenados con contenidos protegidos?
El pasado s¨¢bado, Getty demand¨® a Stability AI por copiar y procesar sin permiso 12 millones de im¨¢genes suyas para entrenar Stable Diffusion. Semanas antes, tres artistas estadounidenses demandaron a Midjourney, Stable Diffusion y DreamUp por usar su trabajo sin permiso para generar im¨¢genes basadas en su propiedad intelectual. El pasado noviembre, OpenAI y Microsoft recibieron una demanda colectiva por ¡°pirateo de software a una escala sin precedentes¡±. Su programa Copilot, un modelo generativo especializado en c¨®digo, ha sido entrenado con millones de l¨ªneas de c¨®digo de Github, un repositorio abierto de programaci¨®n que Microsoft compr¨® en 2018 por 7.500 millones de d¨®lares.
Ninguno de los demandantes rechaza la tecnolog¨ªa. Los artistas piden que se garanticen tres C: cr¨¦dito, consentimiento y compensaci¨®n. Y esta es la parte que m¨¢s me exaspera: los demandados usan nuestros argumentos de hace 20 a?os para negar esos derechos. Sin ellos, este modelo de inteligencia artificial es una m¨¢quina autom¨¢tica de plagio masivo. Esa es la nueva guerra del copyright.
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