Los amigos y los ex
Mi amiga cree que a partir de los 40 estallan las relaciones m¨¢s sensibles, aquellas que acarrearon ni?os, aquellas que se cre¨ªan de verdad ya, para siempre, a¨²n sospechando que para siempre es un verso
¡ªEs un hombre gordito, alto. No me sale ahora el nombre, ?c¨®mo se llamaba? Era compuesto. Joder, me saldr¨¢ hoy¡ ¡ªla mujer se gira a su hija, de 13 a?os, que juega con el tel¨¦fono m¨®vil¡ª. ?C¨®mo se llamaba el que andaba por aqu¨ª al principio?
¡ª?Pap¨¢?
¡ªS¨ª, pero el nombre.
¡ªJos¨¦ Mar¨ªa.
La mujer, mi amiga, es graciosa, pero no tanto: no bromea. Su desvinculaci¨®n del ex le lleva a no recordar su nombre: hay, s¨ª, un hombre gordito y alto al que su hija lleva llamando ¡°pap¨¢¡± un tiempo, seguramente desde que sabe hablar, pero ella, que lo ubica m¨¢s o menos f¨ªsicamente, sabe que est¨¢ tan presente en su vida de un modo tan radicalmente ir¨®nico que no sabe su nombre de la misma manera que no sabe el n¨²mero de tel¨¦fono de su madre. Para saber de uno y otro hay que pulsar un bot¨®n, con la diferencia de que de su madre sabe todo menos el fin de semana que la tiene que visitar, y del ex olvid¨® todo menos el fin de semana que recoge a la ni?a.
Esto me llev¨® a pensar en la habilidad extraordinaria, un superpoder, que tienen muchas personas para cruzar la frontera del amor a la indiferencia por el ex, jam¨¢s odio. Mi amiga no podr¨ªa nunca escribir una canci¨®n como la de Shakira porque no sabr¨ªa con qu¨¦ hacer rimar las cosas, ni puede recordar ahora mismo si alguna vez tuvo suegra. Mi amiga quiere a su ex pero de la manera en que se quiere a la gente que ya no sabes exactamente qui¨¦n es. Que puedes tenerlo delante dos veces al mes, pero s¨®lo se fija en la tripa. Tiene la mirada del tigre que se le pone a los ex que no es que acaben mal o bien, sino que les importa un pimiento c¨®mo acaben, s¨®lo que acaben.
Mi amiga cree, con raz¨®n, que a partir de los 40 estallan las relaciones m¨¢s sensibles, aquellas que acarrearon ni?os, aquellas que se cre¨ªan de verdad ya, para siempre, aun sospechando que para siempre es un verso. Por eso es tan importante, a esas alturas, saber lo que no te gusta como no perder el tiempo. Mi amiga llor¨® dos meses aproximadamente, dos meses en los que la ni?a ten¨ªa cuatro a?os y dos meses en los que no s¨®lo se acordaba del nombre de su ex, sino de su grupo sangu¨ªneo y la talla de pantal¨®n. Y despu¨¦s, sacando fuerza de los sitios que no sabe que se tienen hasta que empiezan a doler, dedic¨® los meses siguientes a la demolici¨®n exacta del recuerdo, a la destrucci¨®n parcial de la memoria, a fumigar por pura supervivencia todo lo maligno que ella sospechaba que lo fuese, incluso sin serlo, de ah¨ª que se sorprendiese refiri¨¦ndose al padre de su hija, hablando delante de ella, como un se?or gordito, alto, el tipo que andaba por aqu¨ª ¡°al principio¡±, en la expresi¨®n m¨¢s afortunada de la comedia instant¨¢nea que recuerdo.
Lo natural es quererse y lo natural, si no se quiere, es odiarse; pero lo perfecto, si no se quiere, es olvidarse. En Tokio ya no nos quiere, una de sus novelas de siempre, Ray Loriga, que publica Cualquier verano es un final, inventa una droga de ¨¦xito fulminante: la droga que hace olvidar. Mi amiga lo llev¨® todo al extremo: tener una hija para que le recuerde el hombre con el que la tuvo. En el extremo tampoco se est¨¢ mal si lo que se juega es empezar de cero, el privilegio dorado despu¨¦s de un divorcio.
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