El amor despu¨¦s de Madrid
Los lugares en los que nos enamoramos y desenamoramos son imposibles de apreciar bajo otra luz que no sea la nuestra, la m¨¢s personal e ¨ªntima
En oto?o del curso 58-59, Andrea, de 19 a?os, se sentaba sola, fumando, en un banco del Instituto para la Formaci¨®n del Profesorado de la nueva Ciudad Universitaria de Madrid. Sebas, de 18 a?os, la observaba siempre, hasta que un d¨ªa se sent¨® con ella. Y empezaron a encontrarse all¨ª, en el banco de Andrea, todos los d¨ªas al salir de clase. Luego, ¨¦l la empezar¨ªa a acompa?ar a casa, un portal se?orial de la calle de Antonio Maura, pegado al Retiro, donde el arquitecto Secundino Zuazo construy¨® un edificio de pisos con grandes espacios dise?ado para ser ocupado por una familia por planta; all¨ª ten¨ªa el padre de Andrea su hogar, y en otro piso, su notar¨ªa. Sebas siempre dejaba en el aire el lugar en el que viv¨ªa, aunque se busc¨® un banco propio, el banco de Sebas, en el Retiro. Un d¨ªa se subieron los dos al metro, y Sebas le ense?¨® a Andrea su casa, una de las 800 viviendas sociales para empleados de la Empresa Municipal de Transportes (EMT), en el norte del paseo de la Castellana, construidas por el arquitecto Secundino Zuazo. All¨ª se dan el primer beso; all¨ª es, en aquella calle, en invierno de 1959, c¨®mo ¡°la verg¨¹enza de clase de Sebas queda neutralizada por la culpa burguesa de Andrea¡±.
As¨ª empieza siempre una historia de amor: ense?ando el conflicto. Y as¨ª empieza el cortometraje que El¨ªas Le¨®n Siminiani ha titulado Arquitectura emocional 1959 (Espiga de Oro en la Seminci, candidata a los Goya) y desmenuza una relaci¨®n ligada a la arquitectura, a los espacios urbanos, a las vistas desde ventanales y ventanucos, calles que sobreviven casi intactas; dos chicos nacidos en la posguerra paseando por la Espa?a de hoy, protegidos por los edificios de entonces, ahondando en un conflicto que les desborda cuando Andrea empieza a militar en movimientos antifranquistas, le reprocha a Sebas que ¨¦l precisamente tendr¨ªa que entenderlo y ¨¦l le dice a ella que son s¨®lo ¡°cuatro burgueses haciendo la revoluci¨®n en una cafeter¨ªa¡±. Es una historia sobre dos bancos, el de Andrea y el de Sebas; sobre sus dos casas, sobre las distribuciones de una vivienda, sobre los paseos por los barrios, sobre doblar la esquina sabiendo qu¨¦ esquina es y qu¨¦ pas¨® en ella hace 60 a?os. Y es impresionante c¨®mo en media hora Le¨®n Siminiani, de una forma original¨ªsima, nos interpela a todos. Hay arquitectura que, como Roma, es eterna, y los lugares en los que nos enamoramos y desenamoramos, nos besamos y discutimos, nos juramos amor eterno y rompimos, son espacios que no salen indemnes de nuestra vida; es imposible apreciarlos bajo otra luz que no sea la nuestra, la m¨¢s personal e ¨ªntima.
La peque?a cascada del Parque del Oeste de Madrid en la que dijimos, cuando iba todo bien, que cuando rompi¨¦semos pensar¨ªamos en ella la primera vez que habl¨¢semos como ex. Los soportales de A Ferrer¨ªa de Pontevedra donde nos paramos, lloviendo a c¨¢ntaros, y dije ¡°te quiero¡± y dijiste ¡°vale¡±, y entr¨¦ corriendo en una pasteler¨ªa a comprar una cristina de nata. El banco de Campolongo donde nos sent¨¢bamos a los 16 a?os a no hacer nada durante horas, paralizados porque era la primera vez que nos enamor¨¢bamos y no sab¨ªamos qu¨¦ se hac¨ªa. Todo eso sigue no como testigo, sino como parte activa, memoria indestructible. Es impresionante c¨®mo pudiendo vender algo tan lleno de vida, pasado y presente, pueda hacerse una campa?a de imagen de una ciudad vendiendo a una mujer sola tomando copas bal¨®n en rooftops, habiendo campanarios desde los que tirarse al ver acercarse otra vez al camarero.
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