La desglobalizaci¨®n est¨¢ en marcha
Las cifras comerciales no nos lo dicen todo. La geopol¨ªtica se est¨¢ entrometiendo y los pa¨ªses est¨¢n empezando a trasladar a territorio amigo lo que antes eran cadenas de suministro mundiales
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Como ilustraci¨®n de la manera en que la geopol¨ªtica ha impactado en la globalizaci¨®n, la imagen de un globo enorme derribado por un misil es dif¨ªcil de superar. El permafrost estratosf¨¦rico en las relaciones entre Estados Unidos y China, unido a la guerra entre Rusia y Ucrania, han puesto fin a una era que comenz¨® hace poco m¨¢s de 30 a?os. Yo lo llamo la era de la hiperglobalizaci¨®n. La paradoja es que est¨¢ terminando como empez¨®: con un mundo dividido en dos bandos cuyas fronteras vuelven a pasar justo por el medio de Europa.
El t¨¦rmino desglobalizaci¨®n es demasiado burdo para reflejar lo que est¨¢ pasando. A¨²n seguimos comerciando entre nosotros, y seguiremos haci¨¦ndolo. Los analistas que sostienen que la globalizaci¨®n est¨¢ viva y goza de buena salud, como el historiador Niall Ferguson, suelen centrarse excesivamente en el comercio. En t¨¦rminos de porcentaje de los resultados de la econom¨ªa, el comercio global alcanz¨® su punto m¨¢ximo justo antes de la gran crisis financiera de la d¨¦cada de 2000, y desde entonces se ha movido lateralmente.
El rasgo distintivo de la globalizaci¨®n moderna no es el comercio, sino la interdependencia. Si se quiere entender c¨®mo funciona por dentro la globalizaci¨®n, es mejor no fijarse en la circulaci¨®n de bienes, sino en la del dinero que se paga por ellos y en la de la mano de obra que los produce.
Desde la d¨¦cada de 1990, China ha ido integr¨¢ndose m¨¢s en la econom¨ªa mundial. El papel que ha desempe?ado ha sido el de proporcionar al mundo una oferta creciente de mano de obra barata. Su modelo de desarrollo se basa en grandes excedentes de exportaci¨®n industrial. Estos se acumulan en forma de reservas de divisas que se guardan en el extranjero en d¨®lares y euros.
Estados Unidos ha sido el banquero del sistema. Al registrar grandes d¨¦ficits frente al resto del mundo, absorbi¨® el exceso de ahorro de China, y tambi¨¦n el de Europa. Estos flujos financieros contribuyeron al descenso de los tipos de inter¨¦s y de las inversiones. Tambi¨¦n ayudaron a mantener baja la inflaci¨®n en las tres d¨¦cadas anteriores. Nuestra alta inflaci¨®n actual est¨¢ relacionada claramente con el fin del c¨ªrculo virtuoso que apuntalaba la hiperglobalizaci¨®n.
La propia experiencia de Reino Unido es una versi¨®n en miniatura de esa hiperglobalizaci¨®n. El final de la Guerra Fr¨ªa y la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea trajeron oligarcas rusos y fontaneros polacos, aumentaron la inversi¨®n, bajaron los salarios y la inflaci¨®n, y contribuyeron al Brexit.
La geopol¨ªtica se est¨¢ entrometiendo. El globo esp¨ªa recuerda incidentes similares durante la Guerra Fr¨ªa. El colectivo occidental ha impuesto sanciones a Rusia, las mayores de la historia en valor absoluto. Antes, Estados Unidos hab¨ªa impuesto sanciones a Huawei, el fabricante chino de tel¨¦fonos m¨®viles, y recientemente hab¨ªa bloqueado las exportaciones de semiconductores de alto rendimiento a China. Estados Unidos se las ha ingeniado incluso para convencer al Gobierno de Pa¨ªses Bajos de que impida a ASLM, un fabricante holand¨¦s de equipos de litograf¨ªa, exportar su m¨¢quina de nueva generaci¨®n a China. Las m¨¢quinas litogr¨¢ficas son fundamentales para la producci¨®n de semiconductores punteros como los que se utilizan en cohetes y misiles.
Por desgracia para quienes creen en el poder de las sanciones, la ¨²nica parte de la globalizaci¨®n que sigue funcionando bien es el mercado gris. Los coches Mercedes-Benz y los iPhones siguen disponibles en Rusia a trav¨¦s de importaciones grises procedentes de Kazajist¨¢n. Los productos sancionados se han convertido en una declaraci¨®n de moda en el pa¨ªs. China est¨¢ ayudando a Rusia a canalizar las exportaciones de petr¨®leo hacia los mercados mundiales. Occidente sobrevalor¨® los efectos que tendr¨ªan las sanciones econ¨®micas en la capacidad de Vlad¨ªmir Putin para llevar a cabo la guerra, pero subestim¨® sus consecuencias para la globalizaci¨®n. Y es ingenuo pensar que se puede privar de tecnolog¨ªa cr¨ªtica a un pa¨ªs con los recursos de China. Si se sanciona tanto al pa¨ªs asi¨¢tico como a Rusia no hay que sorprenderse de que formen una alianza estrat¨¦gica.
China y Rusia pertenecen a un grupo m¨¢s amplio de pa¨ªses antes conocidos como los BRICS. El acr¨®nimo se remonta a principios de la d¨¦cada de 2000 y designa a los cinco tigres cuyas econom¨ªas experimentaban entonces altas tasas de crecimiento. Los otros tres son India, Sud¨¢frica y Brasil. Se supon¨ªa que ellos ser¨ªan los nuevos pilares de nuestro futuro globalizado, junto con Estados Unidos y Europa. Lo que ha ocurrido entretanto es que los cinco ya no juegan en nuestro equipo.
Los BRICS coinciden en su rechazo a aplicar las sanciones occidentales contra Rusia. Actualmente est¨¢n en conversaciones para crear una moneda de reserva conjunta. Me cuesta ver el argumento econ¨®mico, pero tiene sentido desde el punto de vista pol¨ªtico. Una moneda de reserva com¨²n los expondr¨ªa menos a las sanciones financieras por parte de Estados Unidos. A trav¨¦s del papel del d¨®lar como primera moneda de reserva y de transacci¨®n, Estados Unidos ejerce su poder sobre el sistema financiero mundial. Una moneda de reserva de los BRICS reducir¨ªa, aunque no eliminar¨ªa, ese poder. Rusia e Ir¨¢n anunciaron hace poco que han desarrollado una alternativa al sistema de comunicaci¨®n interbancaria Swift, del que los bancos rusos fueron excluidos tras la invasi¨®n. Tanto Rusia como China han desarrollado su propio sistema de pagos por el mismo motivo. El mundo de las criptomonedas y las cadenas de bloques ofrece nuevas oportunidades para desvincularse de Occidente.
Adem¨¢s, los BRICS tambi¨¦n est¨¢n tomando medidas para depender menos de las instituciones financieras gobernadas por los pa¨ªses occidentales; los jefes del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial son siempre europeos y estadounidenses, respectivamente. Es nuestra globalizaci¨®n, no la suya.
Occidente tambi¨¦n quiere ser menos dependiente de Oriente. La pandemia nos ha hecho conscientes de la vulnerabilidad de las cadenas de suministro. La guerra de Rusia ha puesto de manifiesto la dependencia estrat¨¦gica de Europa del gas y el petr¨®leo rusos. Los pa¨ªses de la UE tienen cada vez m¨¢s en cuenta su seguridad.
El mundo entero se ha desenamorado de la hiperglobalizaci¨®n. El Nord Stream del mar B¨¢ltico ha quedado destruido y nunca se reconstruir¨¢. Los operadores chinos est¨¢n retirando sus inversiones de las terminales portuarias europeas, y los pa¨ªses est¨¢n empezando a trasladar a territorio amigo lo que antes eran cadenas de suministro mundiales. Seguimos comerciando entre nosotros, y seguiremos haci¨¦ndolo, pero vamos a ser un poco menos globales y m¨¢s regionales. La globalizaci¨®n tambi¨¦n se ha desinflado, igual que un globo aerost¨¢tico.
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