Explorando la mente del enemigo
Con una crisis min¨²scula, inofensiva, China observa c¨®mo se comportar¨¢ Estados Unidos si las cosas se ponen m¨¢s feas y alcanzan la envergadura de la guerra de Ucrania
Entre risas, pero con toda la formalidad, los portavoces de la Casa Blanca han aclarado el misterio. No es un extraterrestre como E.T. quien nos observa desde artefactos flotantes en la estratosfera. Uno de ellos, un globo de enormes dimensiones, avanzaba y retroced¨ªa teledirigido, capturaba im¨¢genes y grababa emisiones, e incluso remoloneaba y daba tumbos cuando se situaba sobre los silos donde Estados Unidos guarda sus misiles intercontinentales, las terror¨ªficas herramientas de la disuasi¨®n nuclear.
De no ser por las tr¨¢gicas noticias de Ucrania y el terremoto de Turqu¨ªa y Siria, el derribo de tan chismosos ingenios voladores ordenado por Joe Biden hubiera sido recibido con mayor alarma. Intentaron suscitarla algunos belicosos congresistas republicanos, que exig¨ªan una respuesta m¨¢s r¨¢pida y en¨¦rgica, antes de saber que los intrusos ya se hab¨ªan paseado por encima de la cabeza presidencial de Donald Trump sin que nadie se enterara.
Tambi¨¦n ha reaccionado China, propietaria reconocida del mayor de los cuatro artefactos derribados en pocos d¨ªas, indignada y convencida de su derecho a fisgonear sin reprimenda alguna en los cielos ajenos. El primer artefacto derribado, al contrario de la versi¨®n de Pek¨ªn, no era un mero globo sonda que recog¨ªa vulgares datos meteorol¨®gicos. F¨¢cilmente, se le puede adjudicar otra misi¨®n m¨¢s seria como es poner a prueba los sistemas de detecci¨®n, de alarma, de defensa y sobre todo la reacci¨®n pol¨ªtica del enemigo.
Ha surgido en cosa de d¨ªas un nuevo espacio de confrontaci¨®n bajo las ¨®rbitas de los sat¨¦lites de todo tipo, tambi¨¦n los esp¨ªas, y sobre las rutas del transporte a¨¦reo, tambi¨¦n de los misiles que se intercambian rusos y ucranios. No cabe descartar el error, el accidente o incluso una mala coordinaci¨®n entre el espionaje militar y el Gobierno chino, pero esta incruenta guerra estratosf¨¦rica ha venido a evocar en un momento sensible los episodios de la tensi¨®n entre Washington y Mosc¨² desde los a?os cincuenta hasta el final de la Guerra Fr¨ªa.
Como Rusia, China no se conforma con el actual orden internacional. Quiere refundarlo y poner su marca en unas nuevas relaciones globales. Penetra en zonas grises o vac¨ªas donde no hay todav¨ªa leyes internacionales o normas consensuadas e intenta crear hechos sobre el terreno. O en los cielos. Tensa la relaci¨®n bipolar justo cuando Vlad¨ªmir Putin se muestra incapaz de resolver r¨¢pidamente su desaf¨ªo b¨¦lico en Ucrania. Y finalmente, declara siempre su presencia y su peso, tambi¨¦n su desconfianza y su agresividad.
Sucede en la estratosfera, en las cumbres disputadas del Himalaya o en los mares circundantes de los que quiere apoderarse. La respuesta al globo derribado sobre Carolina del Norte bien podr¨ªa ser el derribo de un artefacto similar de su enemigo sobre las aguas internacionales alrededor de Taiw¨¢n. Con una crisis min¨²scula, inofensiva, China observa c¨®mo se comportar¨¢ Estados Unidos si las cosas se ponen m¨¢s feas y alcanzan la envergadura de la guerra de Ucrania.
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