El robot matem¨¢tico

Los poetas y los matem¨¢ticos son la joya de la corona de la humanidad, y por tanto el test de estr¨¦s definitivo para medirnos con la inteligencia artificial (IA). Aunque m¨¢quinas como el Brutus de IBM han hecho pinitos notables en la prosa narrativa, la IA est¨¢ lejos a¨²n de escribir un buen poema. Pero su incursi¨®n en las matem¨¢ticas ya es una realidad, y no me refiero a la ramploner¨ªa de hacer cuentas muy deprisa, que es lo que la mayor¨ªa de la gente identifica con esta disciplina. Las matem¨¢ticas son ¡°la ciencia de la estructura, el orden y la relaci¨®n¡±, como dice la Britannica. Hacer cuentas, medir cosas y describir formas son el grado cero de esta ciencia, el que ya practicaban los mesopot¨¢micos hace cinco milenios, pero las matem¨¢ticas han evolucionado desde all¨ª hasta unas alturas de abstracci¨®n que no ha alcanzado ninguna otra ciencia ni estilo de pensamiento. Una ecuaci¨®n es justamente como un buen verso, que condensa un enorme trecho de realidad en una perla m¨ªnima y perfecta.

El mundo es azaroso, intrincado y espeso, pero hay un m¨¦todo en su locura, patrones entre el caos, pautas en la complejidad humana, geometr¨ªas ocultas en la jungla. Hallar esas pautas es justo la tarea favorita de la inteligencia artificial. El boom de la IA que hemos presenciado en el ¨²ltimo decenio se basa en las redes neurales, un sistema de capas que absorbe informaci¨®n en crudo y la va abstrayendo una capa tras otra hasta descubrir una pauta. Se trata de un sistema an¨¢logo a la percepci¨®n cerebral, que parte de l¨ªneas y las va abstrayendo como pol¨ªgonos, poliedros y una gram¨¢tica de las formas. Tambi¨¦n es an¨¢logo al desarrollo hist¨®rico de las matem¨¢ticas, otro proceso de abstracci¨®n progresiva.

Descubrir ¡°la estructura, el orden y la relaci¨®n¡±, como en la definici¨®n de la Britannica, es el secreto ¨ªntimo de AlphaGo, el campe¨®n mundial de Go en versi¨®n de silicio, AlphaFold, el robot que predice la estructura de las prote¨ªnas mejor que un ej¨¦rcito de bioqu¨ªmicos, los sistemas de reconocimiento de voz y de imagen de nuestros tel¨¦fonos y, por supuesto, el ya c¨¦lebre ChatGPT, el conversador electr¨®nico de moda. Estos sistemas y otros como la Minerva de Google ya se comportan como matem¨¢ticos consumados, al menos para ciertos problemas planteados con esmero. Han probado un teorema muy dif¨ªcil e importante, han mostrado a los matem¨¢ticos de carne una nueva v¨ªa de investigaci¨®n inexplorada y est¨¢n ayud¨¢ndoles a escribir demostraciones paso a paso a partir de la intuici¨®n incompleta de un humano. Son hitos asombrosos en s¨ª mismos, pese a que solo han empezado a vislumbrar los m¨¢rgenes de un nuevo continente de conocimiento.

Un tema candente en el mundillo es que los sistemas como Minerva o ChatGPT pueden mejorar probando teoremas y creando nuevas matem¨¢ticas, pero de un modo que los humanos no podemos entender. Las capas de abstracci¨®n progresiva de la IA se parecen tambi¨¦n en esto al cerebro humano: en que no entendemos c¨®mo funciona. Cuando un robot escriba un buen poema podremos apreciarlo, admirarlo y envidiarlo, pero no comprender c¨®mo lo ha hecho. Es como si Geppetto no entendiera a Pinocho. Qu¨¦ humillaci¨®n.