Los ¡®Guerra y Paz¡¯ de Xi y de Lula tienen un problema
Llamar al di¨¢logo sin apoyar a Ucrania ni sancionar a Rusia solo significa una cosa: permitir al agresor culminar su atropello
La invasi¨®n rusa de Ucrania acaba de cumplir un a?o y, como es l¨®gico en medio de destrucci¨®n, sufrimiento y graves consecuencias a escala global, abundan llamamientos a la paz e iniciativas para lograrla. Por supuesto, anhelos y esfuerzos de paz son en t¨¦rminos generales encomiables. Pero conviene mirarlos bien en los ojos.
China ha lanzado un sedicente plan de paz. La importancia geoestrat¨¦gica de Pek¨ªn hace que sea oportuno fijarse en sus palabras. Es un vacuo ejercicio de contorsionismo diplom¨¢tico. Afirma la centralidad esencial de los principios de respeto a la soberan¨ªa e integridad territorial de cada pa¨ªs, pero no llega a la l¨®gica conclusi¨®n de condenar quien los viola. Es, pues, lo que parece: la in¨²til ret¨®rica de un mediador de parte.
M¨¢s inter¨¦s para las democracias occidentales tienen otros planteamientos, como el del presidente de Brasil, Luiz In¨¢cio Lula da Silva, que ha mencionado recientemente su voluntad de impulsar la paz coagulando un grupo de pa¨ªses terceros que hagan presi¨®n para ello (entre ellos China). Brasilia, a diferencia de Pek¨ªn, conden¨® la invasi¨®n rusa en la ONU. Pero el loable objetivo y el posicionamiento pol¨ªtico de Lula, desafortunadamente, sufren bastante ante un an¨¢lisis con el prisma de los principios, y tambi¨¦n con el del pragmatismo.
Antes de volver a ganar las elecciones, en mayo del a?o pasado, Lula sostuvo en una entrevista con la revista Time que Zelenski es ¡°tan responsable como Putin¡± de la guerra. Hace pocas semanas afirm¨® que ¡°dos no pelean si uno no quiere¡±. En lo primero, por mucho que se puedan achacar errores al l¨ªder ucranio, cuesta tragarse la equiparaci¨®n del agresor que invade y bombardea a civiles con el agredido. En lo segundo, desde la mirada progresista que Lula por lo general defiende, cuesta aceptar una visi¨®n que no contempla el simple escenario de la agresi¨®n, tan habitual den la historia y en la cotidianidad. Como muchos entienden, -especialmente, por desgracia, las mujeres- a menudo la violencia es el ataque de uno a otro.
Lula adem¨¢s dice que no alimentar¨¢ el fuego de la guerra entregando armas. Bien, nadie exige que Brasil las suministre y adem¨¢s puede entenderse un deseo de posicionar estrat¨¦gicamente al pa¨ªs en la cabeza de un amplio grupo de no alineados. Pero, de nuevo, la visi¨®n desconcierta. Las armas que se entregan de entrada sirven para que un agredido pueda defenderse. No entregarlas es solo sin¨®nimo de dejar que el agresor culmine su atropello. Usando el s¨ªmil de Lula, que baja la cuesti¨®n a una interpretaci¨®n de relaci¨®n entre individuos, esto significa llanamente dejar que la violencia se perpetre hasta la conclusi¨®n final. No es muy dif¨ªcil entenderlo.
En una l¨ªnea parecida, en la Conferencia de Seguridad de M¨²nich, celebrada el fin de semana pasado, la vicepresidenta de Colombia, Francia M¨¢rquez, pronunci¨® una vibrante intervenci¨®n contra la guerra, evitando tomar partido, con una ret¨®rica muy idealista y en la que vituper¨® el patriarcado que se halla detr¨¢s de tanta de la violencia del mundo. Significativamente, se encarg¨® otra l¨ªder pol¨ªtica mujer, progresista y feminista -Sanna Marin, primera ministra de Finlandia- de replicar al alegato idealista con una contundente dosis de valores conjugados con realismo. Poco sospechosa de ser defensora de patriarcados y actitudes beligerantes, Marin record¨® con fuerza y sencillez que ella tambi¨¦n quiere la paz, pero que cuando alguien ataca con armas brutales, limitarse a lamentar la violencia y exhortar a buscar la paz no tiene muchos visos de arreglar el problema.
Por supuesto, estas voces tienen argumentos s¨®lidos cuando denuncian errores y dobles raseros de Occidente. La historia colonial europea es terrible; la promoci¨®n de golpes de Estado por parte de Washington, nauseabunda; la guerra de Irak lanzada por EEUU con apoyo de algunos europeos fue un atropello; puede criticarse la decisi¨®n de abrir la puerta de la OTAN a Ucrania o Georgia; y s¨ª, Occidente deja correr injusticias de distinto corte, desde la ocupaci¨®n de territorios palestinos o saharauis hasta muchos otros asuntos. Pero todo aquello no justifica equidistancia o, de facto, indiferencia, ante esta agresi¨®n concreta.
China es lo que es, una potencia autoritaria alineada con Rusia. Poco se puede hacer. En cambio, es muy importante el posicionamiento de sectores del progresismo mundial democr¨¢tico, sean ellos segmentos minoritarios en pa¨ªses que apoyan a Ucrania, o mayoritarios en pa¨ªses que eluden ese apoyo, como muchos de Am¨¦rica Latina. Ojal¨¢ se logre convencerles. Ojal¨¢ entiendan que es necesario plantearse y responder la siguiente pregunta: ?Cu¨¢l ser¨ªa el resultado de iniciativa verbales de paz no acompa?adas por un apoyo armado a Ucrania y sanciones a Rusia? La respuesta es muy sencilla, y no es paz. Hubiese sido la culminaci¨®n de la invasi¨®n, el sometimiento por la fuerza de una naci¨®n y su pueblo a un r¨¦gimen autoritario. Toca decidir si asumir esa respuesta es una posici¨®n democr¨¢tica, progresista y feminista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.