Los ¨²ltimos que piden la vez en el mercado
Unos dir¨¢n que lo hacen por compromiso c¨ªvico, por cerrarle el paso al capitalismo. Otros, por apego al barrio. Yo lo hago por placer ego¨ªsta, porque lo que venden est¨¢ m¨¢s rico y porque hay cosas en la vida que son m¨¢s f¨¢ciles cuanto m¨¢s laboriosas y lit¨²rgicas se plantean
Leo una cr¨®nica de Jacobo Garc¨ªa sobre el mercado de Torrijos, en el centro de Madrid, que se resiste a ser comprado por un fondo de inversi¨®n, y las fotos me recuerdan much¨ªsimo al de mi barrio, en Zaragoza. Con los mercados no se cumple la ley de las familias de Tolstoi. Los mercados felices se parecen, en tanto que trampas para guiris y horteras, pero los desgraciados no lo son cada uno a su manera: todos declinan con la misma tristeza de fluorescente que parpadea. En el m¨ªo, no creo que lleguen a 10 los puestos. Hay fruter¨ªas fantasma que vendieron sus ¨²ltimos kiwis cuando a¨²n eran ex¨®ticos, y m¨¢rmoles de pescader¨ªa que acumulan polvo desde antes de que los ministros se peleasen en Bruselas por la cuota del boquer¨®n. Los tenderos que resisten, sin embargo, no son almas en pena, sino ¨¢giles comerciantes que agotan las existencias. M¨¢s vale madrugar los s¨¢bados si no te quieres quedar sin gambas para el arroz.
Quienes pedimos la vez podr¨ªamos avituallarnos en cualquier supermercado, c¨®modos y sin palique. En el mercado hay que hacer varias colas, saludar, preguntar por el colegio de los nietos del pescadero y dar la raz¨®n al carnicero: s¨ª, Ricardo, la morcilla de tu pueblo de Teruel mola m¨¢s que la de Burgos. Nada se resuelve por la v¨ªa r¨¢pida e impersonal. Comprar all¨ª atenta contra la vida moderna. ?Por qu¨¦ persistimos, pues?
Unos dir¨¢n que por compromiso c¨ªvico, por cerrarle el paso al capitalismo. Otros, por apego al barrio. Yo lo hago por placer ego¨ªsta, porque lo que venden est¨¢ m¨¢s rico y porque hay cosas en la vida que son m¨¢s f¨¢ciles cuanto m¨¢s laboriosas y lit¨²rgicas se plantean. Los habituales buscamos una complicaci¨®n que nos haga el d¨ªa m¨¢s sencillo. Sabemos, adem¨¢s, que aquello no durar¨¢ siempre, como canta el memento mori de los pasillos vac¨ªos. Cuando alguien pregunta qui¨¦n es el ¨²ltimo, se levanta un silencio delicado, pues nos tomamos la pregunta muy en serio. Yo soy el ¨²ltimo, respondo con voz de Max von Sydow en El s¨¦ptimo sello.
Como he llegado, por edad, al final de todas las fiestas del periodismo y la literatura, el mundo siempre se me ha presentado como un mercado semiabandonado. Solo he visto ocasos, nunca amaneceres. Lo s¨¦, es una cuesti¨®n de perspectiva: algunos viven como si nacieran a diario, y otros, como si estuvi¨¦semos a punto de morir, y nos ponemos c¨®modos en los adioses eternos, las horas violeta y las frases finales que se columpian en puntos suspensivos no escritos.
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