El mercado no salvar¨¢ la Amazonia
La idea cada vez m¨¢s extendida de que hay que convertir la selva en un ¡°activo econ¨®mico¡± procede de la misma fuente que la destruye
Desde que la crisis clim¨¢tica se ha convertido en un tema central incluso en los foros conservadores, que hasta hace unos a?os tend¨ªan alfombras rojas a los directores generales de las empresas de combustibles f¨®siles, ha surgido el fen¨®meno de la multiplicaci¨®n de los profetas que afirman que la Amazonia solo la puede salvar el ¡°mercado¡±. Estos, en su mayor¨ªa hombres y blancos, saben con exactitud, sin temor a equivocarse, qu¨¦ hacer para salvar la selva de la destrucci¨®n que, casualmente, provocaron y siguen provocando... los hombres blancos. En conferencias, art¨ªculos y libros disertan sobre c¨®mo el mercado puede salvar la selva y otros biomas convirti¨¦ndolos en ¡°activos¡± y, as¨ª, controlar el calentamiento global. Las motivaciones son obvias, pero el lenguaje del capitalismo est¨¢ tan arraigado en la vida cotidiana que muchos incautos acaban creyendo que todo se reduce a conseguir que la selva d¨¦ m¨¢s beneficios en pie que deforestada.
No se puede reeducar a una especie para que deje de incendiar su casa-planeta sin romper radicalmente la relaci¨®n entre beneficio y valor. Es muy pobre, pero que muy pobre, ver la selva como un activo econ¨®mico, pensar en la selva desde el beneficio que pueda dar, aunque este discurso se acomode bajo el paraguas del ¡°desarrollo sostenible¡±.
La selva tiene un valor en s¨ª misma y por s¨ª misma. La selva es. ?Y qu¨¦ es la selva? Una conversaci¨®n entre millones de poblaciones diferentes, humanas y no humanas, en un intercambio constante. En esta conversaci¨®n, absorber carbono es solo una peque?a parte de lo que es la selva. La selva crea la atm¨®sfera, la selva regula el clima, la selva poliniza. Est¨¢n los grandes r¨ªos que viven en el suelo y est¨¢n los r¨ªos que sobrevuelan nuestras cabezas, creados y alimentados por la transpiraci¨®n de la selva, r¨ªos que no vemos, pero que determinan las lluvias de parte del planeta. Est¨¢n todos los animales conocidos, muchos amenazados de extinci¨®n por los grandes ¡°proyectos¡±, y est¨¢n las bacterias y los hongos que desempe?an un papel fundamental en esta conversaci¨®n que crea y recrea la selva y, con ella, la atm¨®sfera d¨ªa tras d¨ªa.
No deja de sorprenderme la paciencia de los ind¨ªgenas cuando escuchan ese discurso incesante de que el mercado salva la selva, que gana cada vez m¨¢s espacio en los escenarios mundiales. Imaginemos a un ind¨ªgena cuyos antepasados plantaron parte de la Amazonia y que hasta hace poco viv¨ªa en la selva sin tener que destruirla porque destruirla ser¨ªa destruirse a s¨ª mismo. Y entonces, de repente, los blancos ¡°devoradores de planetas¡± desembarcan, una vez m¨¢s, para explicarte, minuciosamente, c¨®mo salvar una selva que ha evolucionado durante 50 millones de a?os y que ellos mismos han destruido en menos de dos siglos. Sin dejar de explicar, magn¨¢nimos, que todos saldr¨¢n ganando. Los due?os de la soluci¨®n, protagonistas vitalicios, un poco m¨¢s, claro.
Es urgente comprender que el debate sobre la protecci¨®n de la Amazonia y otros enclaves de naturaleza lo atraviesan cuestiones de g¨¦nero y raza. Y que abordar la crisis clim¨¢tica implica necesariamente un cambio radical del lenguaje, entendido aqu¨ª como lo que somos. Mientras el discurso lo dominen quienes confunden beneficio y valor, tratan el agua como ¡°recurso¡±, los ¨¢rboles como ¡°mercanc¨ªa¡± y la selva como ¡°activo¡±, la casa seguir¨¢ ardiendo y los fen¨®menos extremos ser¨¢n, cada vez m¨¢s, fen¨®menos cotidianos.
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