Necesito que bailen una canci¨®n esta noche
Hay lugares donde el pensamiento no puede llegar sin la danza del cuerpo. Y otros donde, adem¨¢s, los cuerpos nunca llegar¨¢n solos
No s¨¦ si se pueden conseguir grandes cosas escribiendo columnas. Leyendo las que otras (y otros) escriben, yo he conseguido sentirme acompa?ada, confrontada a veces, fascinada otras. He re¨ªdo, he le¨ªdo en alto una frase genial en mitad del desayuno, he agradecido que me lean el pensamiento y m¨¢s a¨²n que me lo enciendan. La cuesti¨®n es que hoy escribo esta con un objetivo. Necesito que bailen una canci¨®n despu¨¦s de leer este texto, en concreto, Mi ¨²ltima canci¨®n triste, del ¨²ltimo disco de S¨ªlvia P¨¦rez Cruz. Necesito adem¨¢s que lo hagan con una persona varias d¨¦cadas mayor o menor: valen abuelos, amigas, parejas, compa?eros de trabajo o paseantes del parque. Se lo pido por favor, por su bien y porque de otro modo va a ser imposible que se entienda lo que quisiera decir. Hay lugares donde el pensamiento no puede llegar sin la danza del cuerpo. Y otros donde, adem¨¢s, los cuerpos nunca llegar¨¢n solos.
Doy por hecho que la mayor¨ªa a¨²n no conocer¨¢ la canci¨®n en cuesti¨®n, porque se public¨® hace solo 24 horas y no la ha producido Bizarrap. Pero as¨ª como la popularidad y la conversaci¨®n social son buenos motivos para comentar, bailar o corear un tema, la excelencia y la belleza deber¨ªan serlo tambi¨¦n. En este caso, les aseguro que el ¨²ltimo disco de S¨ªlvia P¨¦rez Cruz, Premio Nacional de las M¨²sicas Actuales 2022, merece llegar a sus o¨ªdos. Pero no es por su calidad por la que les ruego el baile, sino por su revelaci¨®n. El disco se titula Toda la vida, un d¨ªa y se compone por 21 canciones repartidas en cinco movimientos que son, a la vez, cinco etapas vitales diferencias por la artista. Infancia (desde el nacimiento hasta los 20 a?os), Juventud (de los 20 a 40), Madurez (de los 40 a 60), Vejez (de los 60 al final) y renacimiento.
Un trabajo que se erige en reivindicaci¨®n de la belleza de todas las edades en un momento social donde un edadismo atroz atraviesa nuestras vidas. ¡°Tengo la sensaci¨®n de que nos fijamos m¨¢s en los comienzos de los artistas que en su evoluci¨®n posterior¡±, denunciaba S¨ªlvia P¨¦rez Cruz en la presentaci¨®n. ¡°Y me encantar¨ªa crear equipos entre muchas generaciones. Es bell¨ªsima la ingenuidad y la rapidez del joven, pero el peso del que ya ha vivido, no tiene precio¡±. En realidad, el estigma sobre la edad es tan fuerte que no solo nos perdemos a grandes artistas, sino tambi¨¦n a muchas de las personas que tenemos cerca. Hasta que, en el peor de los casos, llegamos a perdernos parte de la grandeza de nuestra propia vida. As¨ª, la ideolog¨ªa edadista deval¨²a nuestra existencia por el mero hecho de cumplir a?os. Podr¨ªamos incluso llegar a pensar que existen edades m¨¢s lejos del ¨¦xito, de la amistad, de la alegr¨ªa, del amor o del sexo que otras. Una ideolog¨ªa convertida en creencia capaz de generar tanta injusticia como resentimiento: no son pocos los mayores que se protegen de la amenaza de la juventud con un injusto desprecio.
Sin embargo, cuando escucho este disco, me admira el talento con que S¨ªlvia P¨¦rez Cruz ha hecho su deseo realidad. En primer lugar, ha decidido no cantar sola, pues no cabr¨ªa toda la vida en una sola voz. Y se ha rodeado de muchos compa?eros capaces de aportar el peso de lo vivido a su m¨²sica. Ese peso que ¡°no tiene precio¡±, como no lo tienen la inocencia de la ni?ez o la frescura de la juventud. Escuchar¨¢n a Natalia Lafourcade (39) en la canci¨®n que les toca. Pero si se animan a m¨¢s, descubrir¨¢n tambi¨¦n a Pepe Habichuela (79), Liliana Herrero (75), Carmen Linares (72), Carles Benavent (69), Roly Berr¨ªo (51), Juan Quintero (45), Salvador Sobral (33), Rita Pay¨¦s (23)¡ Y as¨ª hasta 90 artistas de todas las d¨¦cadas que cantan a la vida y a la soledad, propias y ajenas. Brillan los solistas tanto como los coros. Y les acompa?an las letras de S¨ªlvia, como tambi¨¦n los versos de Idea Vilari?o, Fernando Pessoa o William Carlos William. Escuchar¨¢n voces en directo, autotune, trombones de Semana Santa, una lira vaporosas, el¨¦ctricos sintetizadores, violines, una viola de gamba, un saxo, muchos chelos¡ El resultado se queda flotando en el cuerpo. Y en el pensamiento. Hasta que una llega a sentir, por un instante, la eternidad que nos habita. Comprender¨¢n que este pensamiento no puede experimentarse ¨²nicamente a trav¨¦s de la raz¨®n. Por eso necesito que bailen para terminar este texto. Porque hay razones de la raz¨®n que el coraz¨®n no siente. Les dir¨¦ que mientras escribo imagino que una madre y su hija bailan en la cocina. Que una ha dado al play y la otra ha decidido compartir los auriculares para escuchar lo mismo por una vez. Jurar¨ªa que los airpods son teen y el m¨®vil, boomer. Veo tambi¨¦n a dos hombres amantes bailar lento en una terraza de, por ejemplo, Valencia. Observo la diferencia de edad entre ellos, pero tambi¨¦n la pasi¨®n que los re¨²ne. Pienso en la ni?a y la vieja y la mujer que me habitan y con todas quiero salir a bailar esta noche. Pero sobre todo, deseo que bailen Mi ¨²ltima canci¨®n triste con quienes prefieran. Porque, en realidad, para eso escribimos, para bailar juntos.
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