Houellebecq quiere ser una ¡°mujer violada¡±
La licencia literaria del escritor esconde un prejuicio peligroso: el de insistir, una vez m¨¢s, en que es propio de las mujeres decir que s¨ª para m¨¢s tarde pensar que no. O decir que no para, en realidad, desear que s¨ª
La ¨²ltima provocaci¨®n de Michel Houellebecq es que muy pronto todos podremos verlo manteniendo relaciones sexuales en la pel¨ªcula experimental neerlandesa Kirac 27, del director Stefan Ruitenbeek. Sin embargo, Houellebecq no desea debutar en el mundo del porno art¨ªstico. Porque aunque firm¨® un documento para participar en la cinta, ahora se arrepiente de haberlo hecho. Tanto, que ha intentado frenar el estreno en los tribunales (?msterdam y Par¨ªs) pero habiendo un contrato y adultos consintientes, nadie le da la raz¨®n. La pel¨ªcula se emitir¨¢ y ¨¦l se siente como ¡°una mujer violada¡±, seg¨²n ha confesado a EL PA?S. Llama la atenci¨®n que el escritor no sea capaz de sentirse simplemente violado como el hombre que es y que sienta que debe cambiar de g¨¦nero para experimentar humillaci¨®n o verg¨¹enza. ?Ser¨¢ qu¨¦ Houellebecq es ahora una v¨ªctima del patriarcado? ?O ser¨¢ que le gustar¨ªa serlo? Personalmente, no me resisto al comentario de texto de una entrevista sin desperdicio.
¡°Siento, aunque con mucha menos fuerza, m¨¢s o menos lo que sienten las mujeres violadas. Tengo la impresi¨®n de que mi cuerpo no me pertenece. Tengo la impresi¨®n de sentir verg¨¹enza tambi¨¦n. Y la tercera cosa es una desconfianza y una falta de inter¨¦s por las relaciones sexuales¡±, explica. Resulta impresionante que la star literaria francesa no conciba en su rico imaginario que existan los hombres violados y que describa lo que sienten las mujeres v¨ªctimas de una violaci¨®n, como si todas fueran iguales y a todas les pasara lo mismo, como si en vez de personas fueran conceptos. Por otro lado, me parece sospechoso que recurra a la imagen de una mujer violada para describir una situaci¨®n (la suya) donde alguien firma un contrato para mantener unas relaciones sexuales de las que m¨¢s tarde se arrepiente. Es decir, Houellebecq es una mujer violada que previamente ha consentido, incluso ha disfrutado del sexo, pero que, m¨¢s tarde, se autodetermina como mujer violada. Una licencia literaria que esconde un prejuicio peligroso: el de insistir, una vez m¨¢s, en que es propio de las mujeres decir que s¨ª para m¨¢s tarde pensar que no. O decir que no para, en realidad, desear que s¨ª. El sexo y el consentimiento, ya se sabe, son algo muy confuso, lleno de matices y oscuridad. Y as¨ª las cosas, cualquiera puede ser una mujer violada, incluido Michel Houellebecq. Peligrosa afirmaci¨®n. Porque si bien el sexo es ambiguo y el deseo puede ser juguet¨®n y hasta monstruoso, las v¨ªctimas de una violaci¨®n no son un producto literario ni un malentendido filos¨®fico. Ser una mujer violada no tiene nada que ver con cambiar de idea, sino con un abuso cometido conscientemente por el agresor.
Sin embargo, resulta incre¨ªble c¨®mo a lo largo de toda la entrevista, el escritor persigue la legitimidad de la v¨ªctima (que no es) tratando de identificarse con la imagen de mujer violada. Y bochornoso c¨®mo para hacerlo despliega su imaginario machista, ese donde las mujeres son sujetos pol¨ªticos llamados a padecer el abuso sexual de los hombres. ?l, que ha usado y abusado del privilegio masculino, quiere ahora tambi¨¦n gozar del reconocimiento que reciben las v¨ªctimas de los abusos sexuales machistas. As¨ª, su apetito de privilegio (incluido el de no cumplir los contratos que firma) lo convierte en la peor versi¨®n de s¨ª mismo. Est¨¢ claro que va a escribir sobre ello y est¨¢ claro que para eso est¨¢ construyendo el estatus de v¨ªctima y as¨ª podr¨¢ denunciar despu¨¦s, como mujer violada, la inconsistencia del consentimiento sexual.
La cuesti¨®n es especialmente mezquina si atendemos a una de las im¨¢genes promocionales del tr¨¢iler en la que aparecen en la cama Michel Houellebecq, con 67 a?os y sobrio pijama de seda a lo Hugh Heffner (due?o de la mansi¨®n Playboy) y la joven Jini Van Rooijen, 30 o 40 a?os menor, con salto de cama floreado y sonrisa de oreja a oreja, felizmente seducida por el vigor sexual e intelectual del escritor. Una imagen esta, la de mujer muy joven (idealmente menor de edad) irremediablemente atra¨ªda por la inteligencia de un hombre de letras que ha sido consentida, celebrada y alentada por una supuesta libertad sexual francesa que ya denunci¨® Vanessa Springora en su libro El consentimiento, donde relata la relaci¨®n que mantuvo a los 14 a?os con el escritor Gabriel Matzneff, 36 a?os mayor, con su consentimiento y el de todo su entorno familiar y cultural. Springora denuncia c¨®mo el imaginario cultural franc¨¦s se ha pasado d¨¦cadas insistiendo hasta el hartazgo en la representaci¨®n ideal (cinematogr¨¢fica y literaria) de relaciones desiguales atravesadas por el poder de una de las partes (el var¨®n culto) y la inocencia y desprotecci¨®n de la otra (la chica ingenua, cuyo cuerpo est¨¢ al servicio del placer del primero). No es extra?o entonces que el actor porno Houellebecq se mantenga fiel al m¨¢s rancio machoerotismo franc¨¦s. De hecho, aunque el Premio Nacional de las Letras francesas dice sentirse como una mujer violada, no se pregunta en ning¨²n momento c¨®mo se sentir¨¢ la joven Jini Van Rooijen, que aparecer¨¢ en la pel¨ªcula manteniendo relaciones con ¨¦l. O c¨®mo se sentir¨¢ su esposa, Qianyum Lysis Li, con quien tambi¨¦n ha practicado sexo para la cinta. ?Por qu¨¦ el escritor no menciona el derecho a la intimidad de sus compa?eras? Ni sinti¨¦ndose una mujer violada es capaz de meterse en la piel de una mujer.
Con todo, en la entrevista se lo ve hundido y afligido. Pero no como mujer violada, sino como estrella literaria desubicada. Houellebecq presiente que, por el camino que va, no van a darle el Nobel. El reconocimiento literario est¨¢ en horas bajas para los discursos sexistas y la escenita a lo Hugh Hefner perjudica notoriamente su prestigio social. ?l es muy consciente de que el Nobel franc¨¦s se lo han dado a una mujer, Annie Ernaux, en las ant¨ªpodas ideol¨®gicas. ?Creer¨¢ Houellebecq que le han dado el Nobel porque las mujeres est¨¢n de moda o ser¨¢ capaz de imaginar (no hablo ya de aceptar) que se trata de una gran escritora? Nunca lo sabremos, pues su prepotencia es tal que Houellebecq se jacta de no haber le¨ªdo a Ernaux. ¡°Para ser honesto, no la he le¨ªdo realmente. No dir¨¦ nada malo de ella porque no la conozco bien¡±. Es decir, que lo de decir algo bueno ni se lo plantea. ?Ernaux? ?Qu¨¦ Ernaux? Lo que Houellebecq quiere ahora es ser la nueva mujer de las letras francesas, ser la v¨ªctima y el var¨®n privilegiado al mismo tiempo. Y por eso anuncia, en la misma entrevista, que va a escribir su historia de mujer violada. ¡°Cambiar¨¦ el nombre de las personas, excepto yo, lo escribir¨¦ en primera persona. Pienso que, m¨¢s o menos, es la ¨²nica cosa que yo sepa hacer y puede hacerme bien ayud¨¢ndome a destruir el recuerdo¡±, explica. Houellebecq, en concierto.
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