Despotismo ecologista
El problema es que tenemos otro tipo muy distinto de negacionistas, los que dan discursos con cara de muy preocupados por el futuro, pero siguen viviendo con el mismo estilo de vida
Est¨¢n los que niegan la cat¨¢strofe que venimos provocando desde la revoluci¨®n industrial y buscan verdades alternativas para justificar el cambio clim¨¢tico que est¨¢ desplazando a millones de personas, enfermando a tantas otras, desertificando tierras f¨¦rtiles, diezmando la diversidad de especies. A estos psic¨®patas es f¨¢cil identificarlos porque hablan claro y sin complejos. El problema es que tenemos otro tipo muy distinto de negacionistas, los que dan discursos con cara de muy preocupados por el futuro de los j¨®venes, pero siguen viviendo con el mismo estilo de vida depredador que han llevado siempre.
No son los ¨²nicos, de un modo u otro, todos nosotros hacemos como si nada bailando con la animada m¨²sica de la orquesta del Titanic, sea por falta de coherencia o por pura impotencia. ?Por qu¨¦ seguimos consumiendo, votando y actuando como si no tuvi¨¦ramos ya encima el gran desastre? ?C¨®mo podemos continuar fascinados por los desfiles de moda y las alfombras rojas cuando sabemos que es un sistema que devora el medio ambiente y la salud mental y f¨ªsica de ni?as y mujeres? ?Por qu¨¦ seguimos usando cosm¨¦ticos que nos intoxican? ?Por qu¨¦ no salimos todas de ah¨ª de una vez, en masa y abandonamos una organizaci¨®n de la vida que es sumamente letal?
Pero tampoco nos enga?emos, la soluci¨®n al enorme desaf¨ªo clim¨¢tico no est¨¢ en nuestras manos como consumidores, esa es una min¨²scula parte de lo que se puede hacer. La gran estafa del ecologismo mainstream, la peligrosa trampa, es habernos convencido de que los h¨¢bitos individuales lo son todo. No lo son porque el problema es absolutamente pol¨ªtico y la pol¨ªtica est¨¢ siendo cobarde ante las grandes corporaciones y sus intereses. Cobarde o c¨ªnica. Y tremendamente hip¨®crita.
Pongamos un ejemplo reciente que demuestra la indiferencia en los actos de quienes dicen estar muy concienciados: esos ricos que tienen unas necesidades tan absolutamente irrenunciables como venirse a Barcelona a ver el concierto de un cantante, los ejemplares Obama, tan progresistas, tan ecologistas, pero a quienes no les basta, ahora que terminaron sus obligaciones como electo ¨¦l y consorte ella, no les basta con quedarse en su casa leyendo un libro o darse un paseo, no pueden renunciar a su jet privado para acumular una huella de carbono desorbitada mientras a usted le piden que se apretuje en el metro para ir a trabajar. Y como ellos, tantos otros millonarios que se creen que el mundo les pertenece. Son ¨¦lites ecologistas de palabra, muy ilustrados y aleccionadores, pero tremendamente d¨¦spotas en sus h¨¢bitos y costumbres.
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