El Congreso de Europa. La Haya, 1948
Aquel encuentro, celebrado hace 75 a?os, sent¨® las bases del fruct¨ªfero proceso de integraci¨®n continental que seguir¨ªa en los a?os posteriores
El europe¨ªsmo, entendido como el movimiento sociopol¨ªtico comprometido con la integraci¨®n de los Estados continentales en un marco superior de cooperaci¨®n e interdependencia mutua, es uno de los fen¨®menos hist¨®ricos m¨¢s f¨¦rtiles de la historia del siglo XX. Aunque tuvo su germen tras la experiencia atroz de la I Guerra Mundial, hubo que esperar hasta mediados de 1945, tras el final de la II Guerra Mundial, para emprender el proceso de integraci¨®n sobre el legado aterrador de destrucciones y muertes en masa a una escala sin precedentes (no menos de 30 millones de europeos del total de m¨¢s de 60 millones de v¨ªctimas). Empez¨® en un contexto cr¨ªtico no solo por esa devastaci¨®n humana y material, sino porque tras la costosa victoria de la Gran Alianza anglo-ruso-americana contra el Eje germano-italo-nip¨®n, esa coalici¨®n comenz¨® a desintegrarse por la rivalidad entre las dos superpotencias surgidas del conflicto, Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica: la Guerra Fr¨ªa.
La precipitada evoluci¨®n de tensi¨®n entre los bloques occidental y oriental permiti¨® al movimiento europe¨ªsta iniciar su tarea alentado as¨ª por dos factores complementarios. Por un lado, el deseo de evitar la recurrencia de los tres demonios causantes de la tr¨¢gica historia europea precedente: otra nueva guerra brutal entre pa¨ªses europeos, los reg¨ªmenes totalitarios destructores de los derechos humanos y la desigualdad social extrema que hab¨ªa sido caldo de cultivo propicio de los otros fen¨®menos. Por otro lado, el recurso al apoyo de EE UU a la reconstrucci¨®n europea seg¨²n modelos de coordinaci¨®n supranacional y federalizante, ¨²nico modo de reforzar la capacidad sociopol¨ªtica, econ¨®mica y militar de unos pa¨ªses arrasados y demasiado peque?os para hacer frente por separado al desaf¨ªo del imperio sovi¨¦tico en las fronteras centro-orientales del continente.
En ese contexto de devastaci¨®n material y tensiones bipolares, el reci¨¦n creado Comit¨¦ de Coordinaci¨®n Internacional de los Movimientos por la Unidad de Europa consigui¨® reunir en la ciudad holandesa de La Haya el llamado Congreso de Europa, entre los d¨ªas 7 y 10 de mayo de 1948. La ciudad era entonces vivo reflejo de la situaci¨®n posb¨¦lica europea. Situada en la costa del mar del Norte, frente a Gran Breta?a, estaba habitada por medio mill¨®n de personas todav¨ªa traumatizadas por la experiencia de la brutal ocupaci¨®n alemana (con la eliminaci¨®n de m¨¢s de 10.000 jud¨ªos all¨ª asentados durante siglos) y ten¨ªa gran parte de su trama urbana devastada por los combates a¨¦reos y artilleros del a?o 1944 y hasta su liberaci¨®n, en mayo de 1945. Pese a las dificultades log¨ªsticas, acogi¨® a un nutrido grupo de participantes (m¨¢s de 750 en sus diversas sesiones, procedentes de 18 pa¨ªses europeos) que se reunieron en el venerable edificio g¨®tico del Ridderzaal (Sala de Caballeros).
En atenci¨®n a su reputaci¨®n como estadista y su personal contribuci¨®n a la victoria aliada sobre el Eje, Winston Churchill dict¨® el discurso inaugural en presencia de la entonces princesa Juliana de Holanda, acompa?ado en el estrado por el ex primer ministro franc¨¦s Paul Ramadier (presidente de la Comisi¨®n Pol¨ªtica del Congreso). Estaban igualmente presentes el belga Paul van Zeeland (presidente de la Comisi¨®n Econ¨®mica y Social y ex primer ministro de su pa¨ªs) y el espa?ol Salvador de Madariaga (presidente de la Comisi¨®n Cultural del Congreso y reci¨¦n elegido presidente de la Internacional Liberal).
Apenas cabe duda sobre la importancia de aquella magna asamblea que acog¨ªa por primera vez a figuras europeas tan diferentes en nacionalidad, oficio, ideolog¨ªas (democristianos, liberales, socialistas) y estrategias (desde federalistas puros a intergubermentalistas pragm¨¢ticos). Pero todos tan conscientes de los horrores pasados y tan decididos a legar un porvenir mejor para sus hijos. De hecho, como escribi¨® uno de los asistentes al evento, el historiador suizo Denis de Rougemont: ¡°Todo empez¨® en La Haya¡±. All¨ª se gest¨® la constituci¨®n del Consejo de Europa, finalmente creado en mayo de 1949, con la inicial participaci¨®n de 10 Estados (Francia, Gran Breta?a, B¨¦lgica, Holanda, Luxemburgo, Irlanda, Italia, Dinamarca, Noruega y Suecia), como asamblea parlamentaria de vocaci¨®n continental comprometida con la defensa de la democracia pol¨ªtica y las libertades civiles. De su seno saldr¨¢ precisamente apenas un a?o despu¨¦s el Convenio Europeo de Derechos Humanos, que tan decisiva influencia habr¨ªa de tener gracias a los pronunciamientos de su correspondiente Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y el poderoso aliento de La Haya fue igualmente perceptible en el proceso que dar¨ªa origen a la declaraci¨®n de Robert Schuman de 1950, que promovi¨® la materializaci¨®n del proyecto de Jean Monnet para constituir la Comunidad Econ¨®mica del Carb¨®n y del Acero (CECA) en 1951, virtual prefacio para la constituci¨®n en 1957 de la Comunidad Econ¨®mica Europea. Buena prueba de la importancia del Congreso de La Haya es el tenor del Mensaje a los europeos aprobado en la conferencia de clausura, cuya vigente actualidad apenas admite dudas 75 a?os despu¨¦s y refrenda el papel fundacional de aquella asamblea en el fruct¨ªfero proceso de integraci¨®n continental:
¡°Europa est¨¢ amenazada. Europa est¨¢ dividida y la mayor amenaza viene de sus divisiones. Empobrecida, sobrecargada con barreras que impiden la circulaci¨®n de bienes, pero que ya no pueden protegerla, nuestra Europa desunida se encamina a su fin. Ninguno de nuestros pa¨ªses puede aspirar por s¨ª solo a una defensa seria de su independencia. Ninguno de nuestros pa¨ªses puede resolver por s¨ª solo los problemas que le plantea la econom¨ªa moderna. A falta de una uni¨®n libremente consentida, nuestra anarqu¨ªa presente nos expondr¨¢ ma?ana a la unificaci¨®n forzosa, bien sea por la intervenci¨®n de un imperio de fuera, bien sea por la usurpaci¨®n de un partido de dentro. Ha llegado la hora de emprender una acci¨®n a la medida del peligro¡±.
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