ETA y el pasado que nos inmoviliza
Lo sucedido con las listas de Bildu y todo el ruido que lo acompa?a abre una grieta profunda en nuestra democracia
Recordamos para no volver atr¨¢s. Se llama memoria y trata de buscar un lugar compartido desde el que pensar un pa¨ªs y habla sobre su pasado para construir la convivencia del presente. Pero algo pasa con ella cuando la narrativa de la derecha sobre ETA no solo niega el papel del PSOE en la lucha antiterrorista sino tambi¨¦n su rol determinante en el proceso dialogado de paz conducido por Zapatero y Rubalcaba para cerrar una infame etapa de terror. En lugar de memoria lo que tenemos es un desfase de relatos, porque es igual de sorprendente que la inclusi¨®n de exetarras con delitos de sangre en las listas de Bildu solo merezca para ciertas izquierdas el comentario de que es ¡°perfectamente legal¡±. ?Contestar¨ªan as¨ª si habl¨¢ramos de maltratadores de mujeres con delitos de sangre? Probablemente se cuidar¨ªan de responder con una frivolidad que discrimina tan alegremente entre violencias, con el resultado de que unas vidas valgan menos que otras en funci¨®n de si se mata por mor de un supuesto pueblo oprimido que ten¨ªa derecho a ser puro. Dicha jerarqu¨ªa no es solo ¨¦tica sino pol¨ªtica: si el asesino de mi padre fuera elegido alcalde, yo me ir¨ªa de ese lugar.
La memoria es consenso, un relato de significados compartido. Su ausencia con respecto a ETA y al fin del terrorismo genera esas disparidades en las declaraciones a derecha e izquierda. Y lo m¨¢s grave: no hay acuerdo entre PP y PSOE sobre c¨®mo gestionar la estrategia de acci¨®n con respecto a un partido que no ha condenado su pasado ni se espera que lo haga. El impacto del debate sobre las listas viene de ah¨ª: de haber hecho un salto en el vac¨ªo sin ese trabajo de b¨²squeda com¨²n sobre lo que fue ETA y lo que signific¨® su disoluci¨®n, y encontrarnos de repente con que Bildu se percibe a s¨ª mismo como un partido normal. Afecta a la reputaci¨®n hist¨®rica del PSOE porque acompa?ar a Bildu en su proceso de institucionalizaci¨®n (que debe hacerse no porque Bildu importe, sino para impedir que lo que sucedi¨® vuelva a suceder) no es una cuesti¨®n de aritm¨¦tica parlamentaria sino de responsabilidad pol¨ªtica: la de atraerlo a un relato compartido. Pero mientras el PP juega a un electoralismo, el Gobierno se ha hipotecado demasiado en su b¨²squeda de mayor¨ªas parlamentarias para una legislatura en la que, al evitar los pactos puntuales con PP o Ciudadanos, se hace depender de Otegi la gobernabilidad de Espa?a.
Acompa?ar a Bildu en su institucionalizaci¨®n no puede generar una dependencia que se traduzca en vulnerabilidad, la de un PSOE hipotecado por la aritm¨¦tica parlamentaria mientras el PP huele la sangre y se lanza al electoralismo. Porque, en el fondo, lo sucedido con las listas de Bildu y todo el ruido que lo acompa?a abre una grieta profunda en nuestra democracia, la provocada por esa p¨¦rdida del mundo com¨²n que hace que nuestro pasado se vuelva irrelevante para algunos o se torne para otros en una c¨¢rcel que nos inmoviliza.
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