Fiscaliza como puedas
Hace cuatro d¨¦cadas, California vivi¨® una revuelta contra el pago de impuestos que destruy¨® sus finanzas p¨²blicas hasta hoy, y que sirve como lecci¨®n contra el populismo fiscal y la demonizaci¨®n del Estado
Al principio de Aterriza como puedas (1980) hay un chiste que solo entienden bien los californianos de cierta edad. El taxista Ted Striker llega al aeropuerto de Los ?ngeles y aparca delante de la terminal. En ese momento, se sube al taxi un se?or con gafas, traje y malet¨ªn. Striker pone el contador en marcha y dice: ¡°Ahora vuelvo¡±. A continuaci¨®n, entra en la terminal y se monta en un avi¨®n a Chicago. El cliente se queda toda la pel¨ªcula sentado en el taxi parado, esperando, viendo subir la cuenta de la carrera.
Ese se?or no es un actor, es el empresario jubilado Howard Jarvis. Y en ese momento, a los 77 a?os de edad, era famoso por haber organizado una revuelta antimpuestos que destruy¨® el sistema fiscal de California. Su historia deja lecciones que resuenan a¨²n hoy en cualquier lugar en el que un pol¨ªtico se entrega al populismo fiscal, en cada promesa de bajada radical de impuestos y en cada discurso oportunista contra la voracidad confiscatoria del Estado.
Con sus hileras de bungalows y su industria aeroespacial, California duplic¨® su poblaci¨®n de 10 a 20 millones de habitantes entre el final de la II Guerra Mundial y mediados de los setenta. Con la prosperidad vino un incremento acelerado en el precio de la vivienda. Los impuestos municipales sobre la propiedad inmobiliaria se actualizaban con la valoraci¨®n de las casas, y por tanto crec¨ªan al mismo ritmo de los precios. Algunos propietarios mayores que compraron d¨¦cadas atr¨¢s se encontraron con casas muy valiosas pero con pocos ingresos, y la carga fiscal era inasumible. En 1978, Jarvis, fundador y presidente de una conservadora Asociaci¨®n de Contribuyentes, se puso manos a la obra.
A trav¨¦s del radical sistema de democracia directa californiano, que b¨¢sicamente permite a los ciudadanos escribir sus propias leyes y aprobarlas, Jarvis propuso una enmienda a la Constituci¨®n de California. El texto limitaba la tasa inmobiliaria al 2% anual. Solo se podr¨ªa actualizar a precio de mercado en caso de venta. Adem¨¢s, exig¨ªa una mayor¨ªa reforzada de dos tercios de ambas C¨¢maras del Legislativo de California para poder subir impuestos. El nombre oficial de la iniciativa fue Proposici¨®n 13. Era populismo fiscal extremo: los ciudadanos baj¨¢ndose sus propios impuestos, sin programas ni intermediarios pol¨ªticos.
La Proposici¨®n 13 tuvo enfrente a todo el establishment californiano. Los pol¨ªticos advirtieron de que los municipios perder¨ªan alrededor del 60% de los ingresos por la vivienda, un dinero fundamental para financiar la educaci¨®n p¨²blica. La iniciativa s¨ª tuvo el apoyo del exgobernador Ronald Reagan, entonces ya posicionado para la Casa Blanca, y de la corriente neoliberal que acabar¨ªa llevando esa misma furia antimpuestos a Washington. California fue su laboratorio.
En ese momento, el pa¨ªs padec¨ªa a¨²n la crisis de los carburantes, una inflaci¨®n del 8% y alta criminalidad en las ciudades. El malestar era generalizado. La televisi¨®n de California se llen¨® de anuncios contra el impuesto municipal de la vivienda. Sal¨ªan entrevistas con jubilados llorosos que no pod¨ªan hacer frente a los pagos, que se ve¨ªan obligados a recortar dr¨¢sticamente sus gastos para pagar al fisco o finalmente forzados a vender la casa de su vida.
Jarvis, como Donald Trump cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, toc¨® una tecla en la clase media agobiada por la econom¨ªa que nadie vio venir. Cuando los pol¨ªticos quisieron darse cuenta, el disparate hab¨ªa cogido tanto impulso popular que se hab¨ªa convertido en una verdadera revuelta contra el Estado. El 6 de junio de 1978, la Proposici¨®n 13 fue aprobada con un abrumador 62% de los votos.
El texto ni siquiera distingu¨ªa entre propiedades comerciales, residenciales, grandes propietarios, primeras viviendas o viviendas vac¨ªas. As¨ª, a lo largo de d¨¦cadas, la medida ha supuesto un ahorro gigantesco para grandes empresas, y al mismo tiempo es una asfixia para los municipios. Se trata de cientos de miles de millones de d¨®lares que durante 45 a?os han sido escamoteados a los servicios p¨²blicos m¨¢s b¨¢sicos, aquellos que sirven para igualar las oportunidades en la vida, como la educaci¨®n, la seguridad o el transporte.
Ese mismo verano, los colegios de California cancelaron todos sus programas estivales. En el curso siguiente se eliminaron miles de empleos de apoyo como enfermeras, bibliotecarios, celadores. Se cancelaron actividades extraescolares, se abandon¨® el mantenimiento de los centros y se ampliaron las ratios de las clases. La inversi¨®n jam¨¢s se recuper¨®. La educaci¨®n obligatoria en California, considerada entonces la mejor de Estados Unidos, hoy aparece por debajo del puesto 40 en cualquier estudio comparativo, con una inversi¨®n por alumno por debajo de la media nacional, siendo el Estado m¨¢s rico del pa¨ªs. Mientras la Proposici¨®n 13 siga en vigor, no se puede hacer nada al respecto m¨¢s que poner parches presupuestarios.
Ese es el legado m¨¢s perverso de la revuelta. Al exigir dos tercios del legislativo para subir impuestos, los pol¨ªticos tienen las manos atadas. Tocar cualquier impuesto que afecte a la clase media, o la propia Proposici¨®n 13, se ha convertido en un asunto t¨®xico pol¨ªticamente que ning¨²n partido se atreve a abordar por miedo a perder las elecciones.
La manera de parchear las cuentas p¨²blicas ha sido subir los impuestos sobre los ingresos a los ricos. Pero eso ha hecho a California desproporcionadamente dependiente de sus millonarios. En 2018, el 1% m¨¢s rico del Estado pag¨® el 46% de todos los ingresos por la renta de California. Cuando se eliminan impuestos de bases de cotizantes amplias, no se puede sustituir por un ¡°que paguen los ricos (tax the rich)¡± en general. California ya lo ha hecho y es un c¨ªrculo vicioso. El impuesto sobre la renta es ya el 70% de la recaudaci¨®n. Al ser tan dependiente de unos pocos, no hace falta una recesi¨®n para que sufran las finanzas del Estado, basta con un mal a?o en la Bolsa. La consecuencia es que, teniendo un PIB como el de Alemania, California no puede planificar grandes inversiones a largo plazo, como infraestructuras. Cualquier giro inesperado en la econom¨ªa obliga a reordenar todo el Presupuesto. El sistema es tan dependiente de los ricos que si les va mal, sufren las escuelas y carreteras. En palabras del exgobernador Arnold Schwarzenegger: ¡°Si los ricos agarran un resfriado, todos morimos de gripe¡±.
En la presentaci¨®n de los ¨²ltimos Presupuestos, el pasado 9 de enero, el gobernador Gavin Newsom tuvo que anunciar que el super¨¢vit de 97.500 millones de d¨®lares de 2022 se va a convertir este a?o en un d¨¦ficit de 22.500 millones. La raz¨®n es el auge y ca¨ªda de las acciones de las empresas tecnol¨®gicas con sede en el Estado. Newsom ech¨® la culpa a ¡°la estructura fiscal de California¡±.
La mayor lecci¨®n de la Proposici¨®n 13 es lo dif¨ªcil que es recomponer una herida tan profunda en el sistema. Como en el Brexit, da igual que se trate de un error, de un calent¨®n del electorado. Da igual que sea evidente que le va a complicar la vida a generaciones. No hay vuelta atr¨¢s, ni siquiera cuando hay un amplio consenso sobre la necesidad de reforma. El impuesto que se elimina galopando sobre el populismo fiscal no vuelve a subir jam¨¢s, gobierne quien gobierne.
No todos los problemas de California son culpa del se?or Jarvis. Pero su iniciativa muestra que el camino hacia la desigualdad en las sociedades ricas se toma conscientemente, a trav¨¦s de decisiones pol¨ªticas. Estas colocan al sistema en un carril en el que la clase media se acostumbra a pagar pocos impuestos, luego se acostumbra a pagar por servicios privados como mal menor ante la degradaci¨®n de los p¨²blicos y finalmente entiende como inevitable la desigualdad que crece lentamente a su alrededor, mientras critica a los pol¨ªticos que hacen malabares para cuadrar las cuentas. La educaci¨®n de California es la sanidad o las pensiones de otros sitios. Y la Proposici¨®n 13 resuena hoy en cualquier promesa electoral de bajadas radicales de impuestos.
Cuando termina la pel¨ªcula, Howard Jarvis sigue sentado en el taxi en Los ?ngeles, el conductor est¨¢ en Chicago y la factura en el tax¨ªmetro (tax, impuesto en ingl¨¦s, ?lo pillan?) es de cientos de d¨®lares. Pero en vez de rebelarse, el l¨ªder de los propietarios cabreados espera pacientemente. El chiste es una aut¨¦ntica filigrana, aunque sea solo para californianos. Por ahora.
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