El nuevo mapa del Atl¨¢ntico despu¨¦s (?y antes?) de Trump
La relaci¨®n entre la UE y EE UU se ha reforzado, pero el acercamiento estrat¨¦gico es incompleto y un triunfo republicano en Washington puede revertir los avances
El mapa geogr¨¢fico del Atl¨¢ntico es el que es, pero el geopol¨ªtico lleva a?os en profunda metamorfosis. El segundo lustro de la d¨¦cada pasada alumbr¨® dos tremendos desgarros, la presidencia de Donald Trump y el Brexit. El inicio de esta ha producido un gran giro: la victoria de Joe Biden represent¨® un b¨¢lsamo para las relaciones transatl¨¢nticas; la invasi¨®n rusa de Ucrania se ha revelado un col¨¢geno que ha cerrado filas entre los socios a un lado y otro del Atl¨¢ntico Norte; la llegada al poder en el Reino Unido de Rishi Sunak, m¨¢s pragm¨¢tico que sus antecesores, tambi¨¦n ha supuesto un avance, mejorando el clima entre Londres y Bruselas. Estas no son cuestiones ret¨®ricas, tienen impacto un enorme impacto en la vida real, desde el renovado vigor de la OTAN o el G-7 hasta la distensi¨®n de la crisis en Irlanda del Norte o la forja de lazos m¨¢s estrechos entre los nuevamente unidos socios atl¨¢nticos y democracias asi¨¢ticas como Jap¨®n, Corea del Sur y Australia.
Ello, por supuesto, no significa que todo sea sinton¨ªa. El escollo principal son las visiones divergentes acerca de qu¨¦ tipo de relaci¨®n mantener con China. En el ¨²ltimo G-7 se hall¨® un consenso cercano a las posiciones europeas ¡ªreducci¨®n de riesgos, en vez del concepto m¨¢s fuerte de desacople¡ª, pero permanece una diferencia de fondo entre un EE UU instalado en una actitud de dureza frente a Pek¨ªn y un n¨²cleo europeo mayoritario que prefiere una postura exigente, vigilante, pero menos dura. Un ejemplo de la vigente discrepancia es la perspectiva de reforzar lazos de la OTAN con democracias del indopac¨ªfico, con el caso de la apertura de una oficina de conexi¨®n de la alianza en Jap¨®n, a la que Francia pone objeciones. El proteccionismo industrial de la Administraci¨®n de Biden es otro escollo.
Hay m¨¢s problemas. Si bien alrededor del n¨²cleo noratl¨¢ntico se han aglutinado en t¨¦rminos pol¨ªticos otras importantes democracias asi¨¢ticas, esto no impide que siga habiendo un abismo con tantos otros pa¨ªses del mundo que se mantienen en una situaci¨®n de no alineaci¨®n, empezando por la brecha que se detecta en el Atl¨¢ntico Sur. Las democracias latinoamericanas y gran parte de ?frica no quieren elegir entre bandos. La guerra rusa es una guerra a todas luces colonial, pero las antiguas colonias no sienten el impulso moral a levantarse contra ellas. Antiguas y motivadas suspicacias contra Occidente, adem¨¢s de desnudos c¨¢lculos de intereses, explican ¡ªaunque no justifican¡ª sus reparos. China, por otra parte, es muy grande como para ponerse en contra de ella, y de ah¨ª otros reparos.
Estas cuestiones, el estado de la relaci¨®n transatl¨¢ntica y de su proyecci¨®n en el mundo, fueron objeto de un seminario de gran inter¨¦s promovido por escuelas de estudios internacionales de las universidades IE, Yale, Johns Hopkins y Sciences Po y celebrado el fin de semana pasado con una sesi¨®n p¨²blica en Madrid y otras a puerta cerrada en Segovia. La reflexi¨®n sobre estos asuntos en el seno de las sociedades civiles a ambos lados del Atl¨¢ntico es importante, y deber¨ªa serlo tambi¨¦n en el debate pol¨ªtico. Hay decisiones de enorme calado ¡ªy de gran impacto sobre la ciudadan¨ªa¡ª que tendr¨¢n que tomarse en el futuro pr¨®ximo. Desafortunadamente, no cabe esperar que esto tenga protagonismo en la campa?a electoral espa?ola que se avecina.
La UE debe, sin embargo, seguir perfilando su posici¨®n en el mundo. Esta no podr¨¢ ser un seguidismo ciego de las decisiones de Washington. Pero es ingenuo y equivocado pensar en una autonom¨ªa estrat¨¦gica absoluta.
Es ingenuo porque Europa sigue dependiendo de EE UU en t¨¦rminos de seguridad y tambi¨¦n, en gran medida, en t¨¦rminos tecnol¨®gicos y energ¨¦ticos. No est¨¢ cerca el d¨ªa en que esto se deje atr¨¢s. Y es equivocado, porque la UE es un grupo fundado no solo en intereses, sino en valores, siendo el democr¨¢tico el principal de ellos. As¨ª, si no es de recibo hacer seguidismo de actitudes extremas, tampoco lo son la equidistancia o indiferencia entre democracias y reg¨ªmenes autoritarios del resto del mundo.
En el meollo de la cuesti¨®n est¨¢ que, si se espera que EE UU atienda las inquietudes de seguridad de Europa, Europa debe tener en cuenta las inquietudes de seguridad globales de EE UU.
Hay que avanzar, pues, en m¨²ltiples sendas: disminuir las dependencias de la UE, tambi¨¦n de cara a EE UU, y articular un di¨¢logo constructivo con Washington. Hoy es dif¨ªcil. Ma?ana puede ser peor. Trump atraviesa un momento dif¨ªcil, pero conviene no descartar la posibilidad de que regrese o, en todo caso, de que asuma la presidencia un republicano menos exc¨¦ntrico en lo personal pero igual de extremo en la ideolog¨ªa. El viaje ser¨¢ complejo, y por ello es necesaria una amplia reflexi¨®n en las sociedades europeas en todos los niveles.
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