Berlusconi y el laboratorio italiano
El l¨ªder de Forza Italia fue cofundador de una tradici¨®n pol¨ªtica que, a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas, ha llegado a dominar el relato pol¨ªtico en pa¨ªses como Turqu¨ªa, Brasil, India y Estados Unidos
Este lunes falleci¨® a una edad avanzada el antiguo l¨ªder de una gran democracia, que emple¨® sus miles de millones en comprar una inmensa influencia pol¨ªtica, que tuvo una extra?a habilidad para utilizar el medio televisivo para transformar la cultura, que fue tristemente c¨¦lebre por una serie de s¨®rdidas aventuras sexuales, que se enfrent¨® a procesos judiciales por m¨²ltiples presuntos delitos, y que debilit¨® el Estado de derecho al no respetar los l¨ªmites constitucionales a su poder, personalizando el conflicto pol¨ªtico hasta que todo el pa¨ªs pareci¨® dividirse por la mitad entre sus partidarios y sus adversarios. No, el nombre del fallecido no es Donald Trump; es Silvio Berlusconi.
Cuando Berlusconi ¡°bajo al terreno de juego¡± de la pol¨ªtica italiana por primera vez, a ra¨ªz de un gran esc¨¢ndalo de corrupci¨®n que, a principios de la d¨¦cada de 1990, pulveriz¨® a los partidos pol¨ªticos de toda la vida, los observadores externos lo miraban con una mezcla de preocupaci¨®n y ligera perplejidad. Con su comportamiento machista y sus chistes sexistas, su pasado como cantante de cruceros y su presente como mujeriego empedernido, parec¨ªa un personaje anacr¨®nico: un miembro del reparto de un vodevil del siglo XVIII que, de alguna manera, se hab¨ªa autoteletransportado a finales del siglo XX y ahora estaba representando un extenso acto de arte esc¨¦nico. Durante la primera d¨¦cada de su ascenso pol¨ªtico, la informaci¨®n extranjera sobre Berlusconi tendi¨® a considerarlo un personaje a la vez retr¨®grado y espec¨ªficamente italiano; la idea de que pudiera ser un presagio de lo que estaba por llegar a su propio pa¨ªs nunca pareci¨® ocurr¨ªrseles a los corresponsales extranjeros que enviaban sus entretenidas cr¨®nicas sobre las ¨²ltimas tropel¨ªas del mandatario a Le Monde o a The New York Times.
Pero a pesar de la profunda influencia que el largo pasado de Italia sigue ejerciendo sobre la naci¨®n, y de todas las formas en que su cultura puede parecer anticuada en el d¨ªa a d¨ªa, el pa¨ªs tiene un largo historial de anticipaci¨®n del futuro pol¨ªtico. Las ciudades-Estado de la Italia medieval demostraron ser un puente esencial entre las tradiciones democr¨¢ticas del mundo antiguo y los nuevos intentos de autogobierno colectivo promovidos por algunos rebeldes intr¨¦pidos en las lejanas colonias brit¨¢nicas de Norteam¨¦rica a finales del siglo XVIII. M¨¢s tarde, los vitri¨®licos discursos de un hombre bajito y regordete llamado Benito Mussolini ¡ªque al principio tambi¨¦n parec¨ªan sacados de las p¨¢ginas de una opera buffa¡ª ser¨ªan la inspiraci¨®n esencial para imitadores a¨²n m¨¢s peligrosos en Alemania y en otros pa¨ªses. Italia ha demostrado a menudo que es un laboratorio insospechado de la pol¨ªtica, y volvi¨® a demostrarlo tras el ascenso de Berlusconi.
Con la sabidur¨ªa que da la experiencia pasada, el efecto que tuvo Berlusconi en la pol¨ªtica italiana resulta terriblemente familiar. Berlusconi lleg¨® al poder explotando la reacci¨®n violenta contra los fallos de las instituciones existentes que eran profundos y genuinos. Sus enemigos le infravaloraron constantemente por su groser¨ªa, y echaron al electorado a sus brazos al hacer m¨¢s que evidente el desprecio que sent¨ªan por sus partidarios. Personaliz¨® magistralmente los conflictos pol¨ªticos y explot¨® los procesos judiciales en su contra, present¨¢ndose como un m¨¢rtir pol¨ªtico y compar¨¢ndose en repetidas ocasiones con Jesucristo. Y aunque fracas¨® sistem¨¢ticamente en el cumplimiento de sus desmedidas promesas, al dominar la pol¨ªtica italiana durante dos d¨¦cadas de estancamiento econ¨®mico y declive pol¨ªtico, fue capaz de conservar la lealtad de un amplio segmento de la poblaci¨®n.
Berlusconi llam¨® por primera vez la atenci¨®n del mundo como una extra?a curiosidad. Su mayor triunfo no fue ser primer ministro de Italia en tres ocasiones; o seguir siendo senador de la Rep¨²blica Italiana hasta el d¨ªa en que exhal¨® su ¨²ltimo suspiro; o morir como un hombre libre y una de las personas m¨¢s ricas del pa¨ªs a pesar de todos los procesos judiciales e incluso condenas a los que se ha enfrentado a lo largo de los a?os. Su gran triunfo es que deja este mundo como cofundador de una tradici¨®n pol¨ªtica que, a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas, ha llegado a dominar el relato pol¨ªtico en Turqu¨ªa y en Brasil, en India y en Estados Unidos.
En los ¨²ltimos diez a?os de su vida, la influencia de Berlusconi empez¨® a extinguirse, primero lentamente y luego de golpe. Su ¨²ltima etapa como primer ministro lleg¨® a su fin hace exactamente una d¨¦cada, cuando su mala gesti¨®n de las finanzas p¨²blicas del pa¨ªs y la falta de confianza de los mercados en su capacidad para llevar a cabo reformas serias, le llevaron a perder el apoyo de la mayor¨ªa en el Parlamento. Su partido, Forza Italia ¡ª denominado as¨ª, en una jugada t¨ªpicamente desvergonzada e ingeniosa, por el c¨¢ntico que los hinchas de f¨²tbol italianos utilizan para apoyar a su selecci¨®n nacional¡ª, fue encogi¨¦ndose sin tregua, pasando del 47% de los votos en 2008 al 8% en 2022.
Esa es la buena noticia: que hasta las figuras pol¨ªticas m¨¢s m¨ªticas pueden acabar perdiendo su control sobre un sistema pol¨ªtico. Durante dos d¨¦cadas, el espect¨¢culo de Berlusconi domin¨® por completo la pol¨ªtica y la sociedad italianas. Pero el pa¨ªs se hart¨® finalmente de sus payasadas y su base de poder empez¨® a desmoronarse. En el momento de su fallecimiento, era el l¨ªder de un socio de coalici¨®n menor en un Gobierno que en su mayor¨ªa respond¨ªa a sus desmedidas demandas con sonrisas condescendientes.
Pero tambi¨¦n hay malas noticias. La ¨²ltima d¨¦cada tambi¨¦n da a entender que la desaparici¨®n de populistas como Berlusconi rara vez resulta ser la salvaci¨®n que anhelan sus detractores. La corrosiva influencia que Berlusconi ha tenido en el sistema pol¨ªtico italiano a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas es evidente; el hecho de su muerte no deber¨ªa incitar a los analistas a suavizar el da?o que ha causado. Pero eso no significa que su muerte ayude a sanar la pol¨ªtica italiana.
Es posible que los dos l¨ªderes de la derecha italiana que quedan, Giorgia Meloni y Matteo Salvini, tengan menos conflictos de intereses econ¨®micos comprometedores o menos razones personales para preferir un poder judicial d¨¦bil. Pero s¨ª tienen un compromiso ideol¨®gico mucho m¨¢s profundo con la extrema derecha y un aprecio personal a¨²n m¨¢s profundo por l¨ªderes como Viktor Orb¨¢n o (en el caso de Salvini) Vlad¨ªmir Putin. Y esto forma parte de una tendencia m¨¢s amplia.
Berlusconi demostr¨® que los guardarra¨ªles de la democracia son, incluso en democracias supuestamente consolidadas, mucho m¨¢s d¨¦biles de lo que los pol¨ªticos y los polit¨®logos hab¨ªan supuesto durante mucho tiempo. Pero sigui¨® siendo un pol¨ªtico profundamente personalista, que obten¨ªa su apoyo gracias a su carisma y se preocupaba sobre todo de sus intereses personales. Sus sucesores est¨¢n igual de dispuestos a saltarse las normas o a explotar su carisma; muchos de ellos tambi¨¦n est¨¢n profundamente inmersos en una ideolog¨ªa de extrema derecha que les da la apariencia de servir a un prop¨®sito mayor y que, de llevarse a la pr¨¢ctica, causar¨ªa un da?o a¨²n m¨¢s profundo. Berlusconi rompi¨® a Humpty Dumpty. Es dudoso que los que ahora est¨¢n al mando puedan recomponerlo, incluso si tuvieran alg¨²n inter¨¦s en hacerlo, cosa que definitivamente no tienen.
Mientras los rumores de la inminente muerte de Berlusconi circulaban por las redes sociales el domingo por la noche, yo estaba cenando con unos amigos italianos de toda la vida que han estado quej¨¢ndose de la influencia que ha tenido en su pa¨ªs durante cerca de dos d¨¦cadas. ¡°Puedes decir lo que quieras, pero ser¨¢ el fin de una era¡±, opin¨® uno de ellos, sorprendentemente nost¨¢lgico. ¡°Puede que hasta le echemos de menos¡±, secund¨® otro. Me qued¨¦ desconcertado. ¡°?De verdad cre¨¦is que las cosas podr¨ªan ponerse peor?¡±, pregunt¨¦. ¡°Las cosas siempre pueden ponerse peor¡±, respondi¨® de manera jocosa, y tom¨® otro trago de vino.
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