Sumar contra la frustraci¨®n en la izquierda
Si la cohesi¨®n ha sido la primera meta de la nueva coalici¨®n, su siguiente paso deber¨ªa ser superar la pasada d¨¦cada encontrando un perfil propio, sin sentimentalismos del 15-M ni a la b¨²squeda del asalto a los cielos
Que Sumar haya conseguido echar a andar es un hecho de relevancia para el resultado del 23-J. Tambi¨¦n porque esta unidad, aun siendo m¨¢s electoral que program¨¢tica, es extraordinaria al menos desde la g¨¦nesis de Izquierda Unida en 1986. Si entonces el motivo fue dar una expresi¨®n organizada a las movilizaciones contra la OTAN, hoy exist¨ªa la necesidad de revitalizar un espacio que, aunque logr¨® llegar a La Moncloa, qued¨® exhausto y gravemente fragmentado: conseguir algo in¨¦dito desde la Segunda Rep¨²blica no iba a salir gratis. Si la cohesi¨®n ha sido la primera meta de Sumar, su siguiente paso deber¨ªa ser superar la pasada d¨¦cada encontrando un perfil propio: no se puede aspirar al futuro desde el museo sentimental del 15-M o el asalto a los cielos de Podemos.
Esa nueva orientaci¨®n de br¨²jula deber¨ªa desligarse de las t¨®xicas desavenencias de este ¨²ltimo a?o y medio, pero tambi¨¦n analizarlas con cautela: cuentan una historia valiosa. Su desenlace, negociaci¨®n de urgencia tras el adelanto, estuvo marcado por la dificultad de repartir a los comensales cuando faltan platos. Fue el fin de una guerra de resistencia que se decant¨® bruscamente por el realismo tras el 28-M: Podemos descubri¨® de sopet¨®n que hab¨ªa dejado de ser el primer partido a la izquierda de los socialistas. De ah¨ª el psicodrama. Ni los puestos en las listas, ni la financiaci¨®n, ni siquiera el veto a Irene Montero, que se hizo firme tras la entrada en campa?a de las Salesas, han sido la ra¨ªz profunda de la discrepancia.
Es leg¨ªtimo sentir que la exclusi¨®n de Montero es una cesi¨®n a la terrible campa?a que las derechas lanzaron en su contra, tanto como intuir que es una figura electoralmente radioactiva. Hubi¨¦ramos salido de dudas si Montero se hubiera presentado como cabeza de lista por una provincia con posibilidades, algo que ninguno de los dos actores deseaba: unos por darle carpetazo, otros por el temor a que un mal resultado hiciera patente la inflaci¨®n emocional. Todo lo dem¨¢s, desde los graves comunicados de Ione Belarra hasta la firma del acuerdo, rubricada con l¨¢grimas, no fueron m¨¢s que escenograf¨ªa con el objetivo de que sus simpatizantes no se comieran por los pies a la actual direcci¨®n. Podemos sab¨ªa que era imposible acudir solo a las generales, pero no ha podido admitirlo por temor a la audiencia de Canal Red.
Pablo Iglesias, que lleg¨® al Gobierno pareciendo eurocomunista, reivindicando la Constituci¨®n en sus m¨ªtines, adopt¨® una radicalidad, m¨¢s teatral que ideol¨®gica, como t¨¢ctica para contrarrestar la popularidad de Yolanda D¨ªaz. Este paso del momento Berlinguer al momento Negri se desat¨® tras el fiasco en Andaluc¨ªa. Como les contamos en estas p¨¢ginas, Podemos pretendi¨® transformar aquellas auton¨®micas en el baluarte para negociar su futuro desde una posici¨®n de fuerza. No solo no lo consigui¨®, sino que por el camino la marca UP qued¨® muy da?ada, impidiendo que fuera el n¨²cleo desde donde se articulara Sumar. Mediante el incendio declarativo, Iglesias consigui¨® cohesionar a sus cuadros para que estos no huyeran al nuevo espacio, pero cav¨® tan hondo la trinchera que ahora sus seguidores digitales muestran una profunda animadversi¨®n hacia la marca por la que se presentar¨¢ su propio partido.
Esta apuesta al todo o nada por la impugnaci¨®n, adem¨¢s, casaba dif¨ªcilmente con la trayectoria ministerial de D¨ªaz, m¨¢s preocupada por la estabilidad en el empleo que por el navajeo medi¨¢tico. Que la art¨ªfice de la reforma laboral se haya rodeado de profesionales y partidos poco dados a admitir la centralidad del trabajo como motor de la izquierda es parad¨®jico. Pero, descontando sus deseos y afinidades, esta ha sido la consecuencia de que Podemos renunciara a la construcci¨®n en favor de su car¨¢cter m¨¢s pendenciero: la naturaleza aborrece el vac¨ªo. Sea como fuere, aquel impulso laborista con el que D¨ªaz se di¨® a conocer va a convivir con el progresismo verde. El equilibrio, para que los salarios no paguen la ecolog¨ªa, no ser¨¢ f¨¢cil. Las recientes tensiones en Die Linke, el partido de la izquierda alemana, se deber¨ªan estudiar con atenci¨®n: la aspiraci¨®n igualitarista en el reino inabarcable de la diferencia.
?Qu¨¦ deber¨ªa aprender Sumar de la legislatura que acaba? Que no educar a tus votantes en la idea de que la pol¨ªtica es una magnitud cuyo peso se mide a trav¨¦s de su capacidad de cambiar la vida real, se paga caro. Que algunos simpatizantes de Podemos se hayan echado al monte no es solo el producto de una t¨¢ctica coyuntural. Otros tantos, de hecho, ya hablando de la izquierda en general, arrastran una frustraci¨®n parecida. Nadie les explic¨® lo que significaba entrar en un Gobierno y les han pesado m¨¢s las cesiones que los triunfos, nada desde?ables, conseguidos. La radicalidad no consiste en ofrecer declaraciones altisonantes, sino en tener una hoja de ruta para transformar los principios en resultados. Si Sumar debe encontrar un perfil propio ha de empezar por aqu¨ª, acabando con el infantilismo de creer que el mundo cambia antes con poes¨ªa que con presupuestos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.