La izquierda y el deseo del apocalipsis
Todo el arco ideol¨®gico en mayor o menor medida comparte una neurosis que incluye el deseo de ser apaleado y el deseo de distinci¨®n pero mientras la derecha no sabe ganar, la izquierda no sabe perder
Seg¨²n una encuesta realizada en enero de este a?o por el IFOP, el 55% de los estadounidenses y el 35% de los franceses creen en al menos una teor¨ªa de la conspiraci¨®n, tendencia al alza entre los m¨¢s j¨®venes y los m¨¢s conservadores. Por ejemplo: el 42% de los estadounidenses y el 33% de los franceses est¨¢n convencidos de que el Gobierno de EE UU conoc¨ªa de antemano, y no impidi¨®, el atentado terrorista contra los Torres Gemelas; el 41% y el 23%, respectivamente, aseguran que el Apolo nunca lleg¨® a la luna en 1969; el 41% y el 31% creen que Biden desencaden¨® la invasi¨®n de Ucrania para ocultar los negocios de su hijo y el 27% y el 20% que las matanzas de Bucha fueron una ¡°puesta en escena¡± de los ucranios; un 40% de los estadounidenses y un 26% de los franceses cuestionan el triunfo electoral de Biden y estiman que el asalto al Capitolio fue ama?ado para desacreditar a los partidarios de Trump; el 42% y el 29% se declaran negacionistas clim¨¢ticos e incluso un 18% y un 12% (?seis millones de franceses!) creen que la Tierra es plana. No s¨¦ si hay cifras para Espa?a, pero conviene no tomar a risa estos datos. Con porcentajes como estos se pueden ganar unas elecciones y gobernar un pa¨ªs. Con porcentajes como estos se dibuja el declive de una civilizaci¨®n.
No voy a explorar las razones sociol¨®gicas de esta tendencia universal. El conspiracionismo me interesa m¨¢s aqu¨ª como s¨ªntoma neur¨®tico. En 1960, para describir la indiferencia de los franceses ante los cr¨ªmenes coloniales en Argelia, Jean Paul Sartre diagnostic¨® tajante: ¡°Francia no es un pa¨ªs, es una neurosis¡±. El mundo entero es hoy, dir¨ªa, una neurosis narcisista de clase media (los m¨¢s pobres, como dec¨ªa Chesterton, no se pueden permitir ni el optimismo ni el des¨¢nimo). Las ¨¦pocas de peligro se reconocen por esto: la gente que antes era indiferente ante el Mal pasa a desearlo con todas sus fuerzas: ¡°que se imponga de una vez, aunque me cueste la vida¡±. Esta pulsi¨®n de muerte suele ser la respuesta pendular a la p¨¦rdida de control sobre el propio entorno, a la impotencia y a la sensaci¨®n de derrota; los conspiracionistas, en efecto, prefieren un mundo gobernado por una Mano Negra que un mundo ingobernable. Incluso los negacionistas clim¨¢ticos no buscan protegerse del miedo mediante un enga?o confortable: encuentran satisfacci¨®n, m¨¢s bien, en la idea de que se les est¨¢ enga?ando. ?Y por qu¨¦ le puede apetecer a alguien que la Tierra sea plana? Porque eso colma, precisamente, el deseo neur¨®tico de que el poder nos mienta.
Podemos decir que se trata de la t¨ªpica neurosis narcisista del perdedor: si no puedo ganar, entonces quiero perderlo todo. Se trata de una neurosis, por cierto, muy espa?ola; o lo ha sido y quiz¨¢s vuelve a serlo. Pensemos, por ejemplo, en el f¨²tbol como receptor transversal de nostalgia imperial y fragilidad nacional en un pa¨ªs mal construido que solo ha sabido pensarse a s¨ª mismo como conquistador o como paria; como Imperio sin puestas de sol o como periferia cutre de Europa. Esta neurosis decimon¨®nica, prolongada durante el franquismo y superada en las ¨²ltimas d¨¦cadas, encontr¨® su ¨²ltimo refugio en los campos de f¨²tbol. Opera as¨ª: si la selecci¨®n gana el primer partido del Mundial, entonces Espa?a es el mejor equipo del mundo; si pierde el segundo, entonces es el peor y queremos que sea derrotada una y otra vez, para darnos la raz¨®n, de la manera m¨¢s humillante. ¡°Si no ganas, quiero que pierdas por goleada¡±. Hasta el gol de Iniesta en 2010, todos los espa?oles ¡ªy no solo los independentistas catalanes y vascos¡ª deseaban profundamente la derrota de la selecci¨®n. Cuando no son los jud¨ªos y los masones (o la embajada estadounidense), es el Destino el que conspira contra los espa?oles.
Esta neurosis hist¨®ricamente hispana y hoy universal se acompa?a de tres deseos subjetivos: el deseo de ser apaleado, el deseo de que nos gobierne el Mal y el deseo de distinci¨®n. Queremos ser v¨ªctimas de alguien; queremos el apocalipsis now; queremos formar parte de la contra-¨¦lite que conoce la fecha y la hora de la perdici¨®n.
Esta neurosis, ?es de derechas o de izquierdas? De ambas. Pero con una diferencia. La derecha, que suele ganar, no sabe ganar: cuando gana ¡ªheredera de una tradici¨®n nefasta¡ª nunca perdona al vencido. La izquierda, por su parte, se quiere perdedora y, por lo tanto, no sabe perder: cuando pierde, tiende a destruirse a s¨ª misma. Hay una izquierda superoptimista, en efecto, que apuesta por el ¡°cuanto peor mejor¡±; una izquierda teol¨®gica que quiere que el Mal sea uno y no m¨²ltiple y que desea reducir toda contingencia a una Voluntad omnipotente que al menos nos reconocer¨ªa como enemigos y cuya victoria anhelamos como evidencia irrefutable de nuestra superioridad cognitiva y moral.
M¨¢s all¨¢ de los c¨¢lculos y las estrategias, creo que esta neurosis narcisista, muy reaccionaria, opera hoy activamente en el inconsciente de Podemos. Derrotados, quieren ser apaleados en la plaza p¨²blica, como v¨ªctimas agresivas de una traici¨®n general: su proyecto es ser odiados y se las arreglan para que todo el mundo los odie. Derrotados, quieren que gobierne el Mal, para resistir heroicamente al determinismo y la brutalidad metaf¨ªsicas. Derrotados, quieren al menos tener raz¨®n, para as¨ª distinguirse del resto de los espa?oles, que se dejan enga?ar con mansedumbre o ceden por felon¨ªa. Da mucho miedo que Podemos traslade esta neurosis narcisista de derrota necr¨®fila al interior de Sumar. Ya lo ha hecho. Lo ha hecho durante unas negociaciones lastradas de bulos, filtraciones y presiones subsidiarias; y ha seguido haci¨¦ndolo despu¨¦s, atacando sin escr¨²pulos a sus compa?eros de Unidad, como si su ¨²nico proyecto pol¨ªtico fuera el de extender el morbo a la totalidad de la izquierda y con independencia del precio a pagar: aunque con ello ¡ªdigo¡ª se facilite una victoria ultraderechista que confirmar¨ªa (m¨¢xima felicidad neur¨®tica) las tesis conspiracionistas en torno a los medios de comunicaci¨®n, la ¡°izquierda cuqui¡± y las cloacas del Estado. En las negociaciones, Podemos se ha movido entre el inter¨¦s pragm¨¢tico de una m¨¢quina partidista amenazada de muerte y necesitada de esca?os y el placer neur¨®tico del apocalipsis colectivo. Ojal¨¢ el inter¨¦s m¨¢s bajo hubiese contenido en este caso el deseo m¨¢s alto de destrucci¨®n. Ojal¨¢ todav¨ªa lo contenga. Porque Podemos puede hacer a¨²n mucho da?o a un proyecto al que se uni¨® voluntariamente con el prop¨®sito de sobrevivir. No tengo muchas esperanzas. Entre la supervivencia y la destrucci¨®n, el neur¨®tico ¡ªay¡ª elige siempre la destrucci¨®n.
?Hay alguna curaci¨®n para esta neurosis general, tan espa?ola y tan universal? Cambiar el deseo. Ahora bien, el problema es que el deseo no lo puede cambiar la voluntad: solo se puede cambiar en el mundo y desde el mundo. Hace falta una peque?a victoria que sustituya el narcisismo entr¨®pico por la autoestima compartida. Por desgracia, la neurosis misma ¡ªpues es deseo de derrota¡ª hace dif¨ªcil cualquier victoria; y hace dif¨ªcil (como han demostrado los a?os de la nueva pol¨ªtica) gestionarlas bien ¡ªlas victorias. Sumar es imprescindible, pero si quiere sumar tiene que ser ante todo un proyecto de salud mental.
El 23-J nos jugamos mucho, porque las derechas globales son hoy muy ¡°espa?olas¡± y la espa?ola a¨²n m¨¢s. No estamos ante un cambio de ciclo sino ante un cambio de mundo. Las teor¨ªas conspiratorias, lo hemos dicho, son fundamentalmente reaccionarias: los jud¨ªos, los masones y los comunistas (y los inmigrantes y los maricones) nos est¨¢n robando Espa?a. Una victoria de la derecha ser¨¢ una victoria imperial: somos los mejores y ganamos por goleada; y no tendremos piedad con los vencidos. No olvidemos a la hora de votar que las neurosis narcisistas, las de derechas y las de izquierdas, hoy campantes en la pol¨ªtica global, son causa y efecto de la renuncia a la pol¨ªtica y del fracaso de la democracia.
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