En defensa de la memoria democr¨¢tica para construir futuro
Las pol¨ªticas de recuerdo de la represi¨®n y la dictadura deben adaptarse a generaciones que no han vivido la Transici¨®n; para ello hay que abrir archivos, desclasificar documentos, dar formaci¨®n y resignificar los lugares de represi¨®n
En el cambio de milenio, la transversalidad del ciclo de protesta que se acrecienta en la segunda legislatura del presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar cobija tambi¨¦n a los movimientos memorialistas. Estos no salen de la nada: son herederos de un trabajo incansable de exigencia de verdad, justicia, reparaci¨®n y garant¨ªas de no repetici¨®n desde la misma Transici¨®n. Pero es solo a principios de la d¨¦cada de los 2000 que las demandas memoriales empiezan a devenir un nuevo sentido com¨²n. En este sentido, el pacto del Tinell que da vida al Gobierno catalanista y de izquierdas de Pasqual Maragall en 2003 apela a la experiencia republicana como antecedente fundacional de la democracia contempor¨¢nea. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, desde una mirada m¨¢s personal, llega al Gobierno reivindicando a sus familiares represaliados en 2004. Por primera vez se establece un marco cultural que posibilita pol¨ªticas p¨²blicas integrales de memoria democr¨¢tica. Dos d¨¦cadas despu¨¦s, la irrupci¨®n de la derecha radical amenaza con romper aquellos consensos. Su proyecto pol¨ªtico, basado en la intolerancia y la exclusi¨®n del diferente, se ve amenazado por unas pol¨ªticas de memoria que pretenden construir sociedades m¨¢s libres y m¨¢s pluralistas. Lo estamos viendo ya en algunos acuerdos de coalici¨®n a nivel auton¨®mico. Sin embargo, para defender los consensos en materia de memoria democr¨¢tica no es suficiente con repetir t¨ªtulos declarativos como el de este art¨ªculo. Debemos avanzar, consolidar, innovar.
En primer lugar, necesitamos pensar las pol¨ªticas de memoria en un contexto postransicional. Las nuevas generaciones no han vivido la Guerra Civil ni el franquismo, pero tampoco la Transici¨®n o los primeros a?os de la democracia. La educaci¨®n, la formaci¨®n y sensibilizaci¨®n deben estar en el centro. Las pol¨ªticas de hoy no pueden ser las mismas que deber¨ªan haber sido en los ochenta (aunque no fueran). En segundo lugar, no estamos frente a un ejercicio de nostalgia, sino que abrimos un horizonte de presente y futuro, de articulaci¨®n de una cultura c¨ªvica democr¨¢tica. Se debe entender el presente con perspectiva hist¨®rica y de derechos humanos para construir y reconstruir ciudadan¨ªa social. En tercer lugar, hay declinar las memorias democr¨¢ticas en plural. No estamos aqu¨ª para construir una ¨²nica verdad historiogr¨¢fica sino para avanzar en la defensa de los derechos humanos, la cultura de la paz y la fraternidad. En sociedades complejas y mestizas, con distintas sensibilidades, experiencias y or¨ªgenes, las memorias democr¨¢ticas tambi¨¦n son, por ejemplo, las de las di¨¢sporas y la ciudadan¨ªa nacida fuera del Estado o sus descendientes.
Para construir memoria democr¨¢tica en pleno siglo XXI se abren escenarios practicables desde el aqu¨ª y el ahora. Cuatro vectores hay que transitar y pueden conectarse con el derecho internacional relativo a los derechos humanos. Para empezar, el derecho a la verdad. Este pasa por abrir archivos y digitalizar al m¨¢ximo su contenido. El objetivo debe ser el de facilitar el acceso a los investigadores/as y la ciudadan¨ªa en general. Tambi¨¦n deviene imprescindible proceder a la desclasificaci¨®n de documentos del periodo franquista y construir bases de datos p¨²blicas, repositorios de informaci¨®n y material clasificados que permita el avance de la investigaci¨®n y divulgaci¨®n. Seguidamente del derecho a la justicia. Es la hora de iniciar procesos judiciales en relaci¨®n con los abusos de derechos humanos que se produjeron durante la dictadura franquista. Aunque la Ley de Amnist¨ªa dificulte penar, no deber¨ªa ser un impedimento para investigar. La ley 20/2022 de memoria democr¨¢tica y la creaci¨®n de la Fiscal¨ªa de sala reforzar¨ªan este marco de oportunidad. Para que sea una realidad, el Gobierno catal¨¢n del que formo parte, por ejemplo, trabaja para ofrecer formaci¨®n en materia de memoria democr¨¢tica a operadores jur¨ªdicos y en la construcci¨®n de la prueba que pueda acompa?ar procesos judiciales.
El derecho de reparaci¨®n deviene tambi¨¦n fundamental. La abertura de algunas fosas puede actuar como ejercicio de reparaci¨®n individual y colectiva, de manera relevante en los casos m¨¢s cercanos al presente, pero no es el ¨²nico instrumento a utilizar. Tambi¨¦n lo es dignificar cementerios y lugares de inhumaci¨®n (por ejemplo, recomiendo visitar el Fossar de la Pedrera en Barcelona, un ejemplo mod¨¦lico y pionero inaugurado en 1985), conmemorar y homenajear, resignificar lugares de represi¨®n, patrimonializar hechos y espacios vinculados a las luchas democratizadoras, etc¨¦tera. Por ¨²ltimo, la garant¨ªa de no repetici¨®n. La memoria democr¨¢tica debe estar presente en las actividades curriculares y extracurriculares de nuestros centros educativos, desde primaria hasta la universidad. Sin ir m¨¢s lejos, en Francia todos los j¨®venes deben visitar alg¨²n espacio memorial a lo largo de su escolarizaci¨®n. Y tambi¨¦n es necesaria la introducci¨®n de la memoria democr¨¢tica en la formaci¨®n de trabajadores de la administraci¨®n p¨²blica (aparte de operadores jur¨ªdicos antes citados: polic¨ªas, bomberos, maestros o m¨¦dicos forenses).
En definitiva, el reto est¨¢ en transitar de la resistencia a la innovaci¨®n, de la nostalgia a la construcci¨®n de futuro: impulsar pol¨ªticas de memoria democr¨¢tica situadas. Porque cualquier batalla cultural requiere de mucha inteligencia, audacia y flexibilidad. Memoria democr¨¢tica, en fin, para avanzar hacia unas sociedades m¨¢s inclusivas, tolerantes y convivenciales.
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