Ir y volver de Estados Unidos
Los programas de escritura creativa en espa?ol se han convertido en espacios de encuentro trasfronterizo. Por desgracia, tambi¨¦n heredan y reproducen ciertos vicios
Hace cosa de unos d¨ªas, querido lector, en una de esas pl¨¢ticas de mala hora en la que siempre hay alguien enojado, brinc¨® un tema que a¨²n no hab¨ªa tocado en esta newsletter, pero que sin duda vale la pena abordar, pues es incuestionable que est¨¢ impactando la geograf¨ªa de las letras del continente.
Me refiero al n¨²mero cada vez mayor de latinoamericanos que publican tras haber escrito sus primeros libros al amparo de una u otra universidad estadounidense, donde los programas de escritura creativa ¡ªdesde licenciaturas hasta postdoctorados¡ª se han reproducido a una velocidad impresionante, en especial durante las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, tiempo en el que tambi¨¦n se fueron abriendo a idiomas diferentes del ingl¨¦s.
M¨¢s all¨¢ de que uno pueda discutir si es posible que un escritor o escritora se convierta en tal por el mero hecho de acudir a un aula ¡ªigual que se debe discutir el papel de los talleres, espacios que tambi¨¦n se han reproducido de manera brutal durante los ¨²ltimos a?os¡ª, lo que resulta incuestionable es que los programas de escritura creativa en espa?ol, adem¨¢s de haberse convertido en espacios de resistencia ¡ªel solo hecho de oponerse a la lengua dominante, dice Coetzee, es esencial para el futuro¡ª, se han convertido en espacios de encuentro trasfronterizo y enriquecimiento de los distintos espa?oles ¡ªpor desgracia, esos espacios dif¨ªcilmente se han podido consolidar en nuestros pa¨ªses¡ª.
De ida y de regreso
Empecemos por las virtudes antes de se?alar los vicios: cuando digo que los programas de escritura creativa en espa?ol se han convertido en lugares de enriquecimiento de los distintos espa?oles, digo que, como en ning¨²n otro espacio, ah¨ª se raspan y se rascan el mexicano y el colombiano con el boliviano y el paraguayo, pero tambi¨¦n con el gringo?ol, as¨ª como, cuando digo que son lugares de encuentro transfronterizo, me refiero, adem¨¢s de a asuntos geogr¨¢ficos e identitarios, al tema de lo temporal, es decir, no me refiero ¨²nicamente a que j¨®venes de Per¨² compartan con j¨®venes de M¨¦xico, Ecuador, Colombia, Uruguay y Chicago, sino tambi¨¦n a que comparten con escritores de generaciones anteriores a las suyas, ya sean inmediatas o distantes.
Y es que, a fin de cuentas, la mayor¨ªa de los programas que se?alo, los cuales se han ido escindiendo del corpus de los programas originarios en lengua inglesa, han sido confeccionados, puestos en pr¨¢ctica y sostenidos por escritores y escritoras latinoamericanos que, previamente, hab¨ªan emigrado a los Estados Unidos. Habr¨ªa que ser un fan¨¢tico del desprop¨®sito para pensar que unos espacios como esos ¡ªs¨ª, es una pena que s¨®lo parezcan posibles del otro lado del R¨ªo Bravo, pero ese es el tema de otra newsletter, mucho m¨¢s compleja¡ª no terminar¨ªan por convertirse en una oportunidad y en una posibilidad.
Por desgracia, tambi¨¦n habr¨ªa que ser un fan¨¢tico del desprop¨®sito ¡ªtodo desprop¨®sito, evidentemente, tiene su opuesto¡ª para no reconocer que esos espacios, en tanto son sancionados y aceptados por la l¨®gica universitaria de los Estados Unidos, por m¨¢s que se erijan como lugares de resistencia ling¨¹¨ªstica y posibilidad de encuentro transfronterizo, heredan y reproducen, de manera inevitable e intangible, los vicios fundamentales de los programas que los precedieron.
Entre esos vicios, resumi¨¦ndolos de modo exagerado, caricaturiz¨¢ndolos, casi, hay que se?alar los siguientes: la equiparaci¨®n de la idea que se tiene del lector con la idea que se tiene del cliente, as¨ª como de la idea que se tiene de la literatura con la idea que se tiene del producto ¡ªesto ya lo advirti¨® en su momento David Foster Wallace¡ª; la imposici¨®n silenciosa y, en la mayor¨ªa de los casos, seguramente inconsciente, de un algoritmo ¡ªparecido al de las plataformas audiovisuales¡ª que funciona como embudo tanto para las formas del contar como para las historias que se cuentan ¡ªel mayor peligro de este algoritmo es la explosi¨®n de una literatura correcta, una literatura as¨¦ptica que evada cualquier forma del riesgo¡ª, y, por ¨²ltimo, la normalizaci¨®n de una ¨¦tica que responde, fundamentalmente, a la amenaza, es decir, una est¨¦tica secuestrada por la moral de la pistola cargada.
A qu¨¦ estar atentos
¡°No est¨¢ bien que, en tu novela, los padres fumen y beban delante de sus hijos¡±, le dijeron a una escritora latinoamericana, tras entregar su novela a una editorial norteamericana; ¡°no puede ser que tus personajes sean victimarios y no v¨ªctimas¡±, le dijeron a otro escritor latinoamericano, al finalizar el master de escritura en el que estaba; ¡°deber¨ªas pensar si quieres que esta sea tu narradora, porque no es correcta pol¨ªticamente, adem¨¢s de que no le resultar¨¢ f¨¢cil a los lectores¡±, le dijeron a otra escritora latinoamericana, en una sesi¨®n de trabajo, sus compa?eros de programa; ¡°?para qu¨¦ utilizar tantos narradores, si puedes usar uno y no complicarle la vida al lector?¡±, le preguntaron a un escritor, al terminar la pl¨¢tica que hab¨ªa dado en una universidad.
La ¨¦tica que responde a la amenaza se filtra por cualquier poro que encuentra y no necesariamente por los m¨¢s evidentes; la moral de la pistola cargada no s¨®lo apunta, como uno podr¨ªa imaginar, a las historias que se cuentan, tambi¨¦n apunta a las formas que se eligen para contar, porque le teme tanto al modo de enunciar como a aquello que se enuncia. De ah¨ª que la est¨¦tica termine siendo secuestrada. Y de ah¨ª que, adem¨¢s, la literatura, que siempre ha servido para expandir, se convierta, de pronto e inconscientemente, en un modo de replegar.
En este sentido, para lo que interesa a nuestra newsletter, que es el estado de nuestras letras, lo que vale es estar atentos: por supuesto que en los programas de escritura creativa en espa?ol se han esbozado y se han escrito libros que todos hemos le¨ªdo y disfrutado, pero tambi¨¦n es cierto que est¨¢n dando lugar a demasiados libros correctos y est¨¢n exportando las reglas de la moral de la pistola cargada.
A esta compleja dualidad debemos prestar atenci¨®n cuando leemos esa literatura latinoamericana que se est¨¢ escribiendo en los Estados Unidos, tanto como deber¨ªamos empezar a preguntarnos, mucho m¨¢s en serio, ?por qu¨¦ no hemos sido capaces de crear espacios de encuentro transfronterizo en nuestros pa¨ªses?
?Por qu¨¦ no hemos sido capaces, pues, de generar sitios en los que el uruguayo se rasque y se raspe con el guatemalteco y el dominicano, al sur del R¨ªo Bravo?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.