Algo est¨¢ claro, no hay derrota cultural de la izquierda
El mayor problema del PP ha sido convertir cuatro a?os de oposici¨®n pol¨ªtica en una batalla sin cuartel en todas direcciones que a la postre lo ha dejado en manos de Vox y le ha amputado cualquier posibilidad de negociar con cualquier otro socio
¡°Si una ma?ana me levanto y camino sobre las aguas del Potomac, por la tarde los titulares dir¨¢n: ¡®El presidente no sabe nadar¡±. La frase es de Lyndon B. Johnson, pero Pedro S¨¢nchez se puede sentir bien reflejado en ella. Contra todo pron¨®stico y contra quienes insist¨ªan en que ¡°no sab¨ªa nadar¡±, el resultado de las elecciones generales le ha devuelto la posibilidad, dif¨ªcil, pero probable, de gobernar otros cuatro a?os. Nada est¨¢ escrito y tiene por delante dif¨ªciles semanas que pueden acabar en una investidura o en una nueva convocatoria electoral. Pero algunas preguntas ya se han aclarado. Por ejemplo, que no se ha producido la derrota cultural y moral de la izquierda por la que tanto y tan brutalmente ha peleado la derecha en estos ¨²ltimos cuatro a?os. Resulta que el PP y el PSOE tienen aproximadamente los mismos votos, ocho millones para N¨²?ez Feij¨®o y 7,7 para S¨¢nchez. Tampoco el nacionalismo espa?ol m¨¢s radical, Vox, con 33 esca?os, est¨¢ tan alejado de los partidos nacionalistas vascos y catalanes, que re¨²nen 26. Resulta tambi¨¦n que una parte de los votantes siguen teniendo memoria y que no les gusta que reviva el lenguaje franquista de hace 50 a?os. Vox, que se ha empe?ado en recuperarlo en las comunidades o alcald¨ªas donde forma coalici¨®n con el Partido Popular, ha perdido m¨¢s de 600.000 votos (aunque conserva tres millones, una cifra que conviene no olvidar).
Espa?a no ayudar¨¢ a normalizar la presencia de la extrema derecha en las instituciones europeas y esa es una gran noticia. Lo es para quienes ambicionan una Europa cada vez m¨¢s unida y decidida en la lucha a favor de la profundizaci¨®n de los principios democr¨¢ticos y contra la desigualdad. La victoria de Giorgia Meloni, en Italia, y los acuerdos en Finlandia y Suecia parec¨ªan indicar un ascenso imparable de esas alianzas, pero el frenazo del domingo en Espa?a inyecta renovadas esperanzas. (Como las inyecta la reacci¨®n en Israel, no solo de la izquierda, sino de los liberales, oponiendo una dur¨ªsima resistencia, 30 semanas consecutivas de manifestaciones multitudinarias, a que el Gobierno m¨¢s extremista de su historia destruya el sistema judicial independiente de su pa¨ªs).
El mayor problema del PP ha sido, precisamente, que lo que crey¨® su talism¨¢n para garantizar su regreso a La Moncloa ¡ªconvertir cuatro a?os de oposici¨®n pol¨ªtica y parlamentaria en una batalla sin cuartel en todas direcciones¡ª, a la postre lo ha dejado en manos de Vox y le ha amputado cualquier posibilidad de negociar con cualquier otro socio. La r¨¢pida respuesta del PNV, neg¨¢ndose siquiera a hablar con N¨²?ez Feij¨®o, muestra esa soledad. La estrategia de aislamiento, el PP contra todos, en todas partes, no solo es extra?a a la propia historia del partido, que, en etapas anteriores, fue capaz de negociar a m¨²ltiples bandas, sino que lo aleja del gran papel que podr¨ªa desempe?ar como partido conservador europeo. De hecho, el resultado del domingo podr¨ªa ser visto tambi¨¦n como una oportunidad para el PP, en el sentido de permitirle retomar el camino de una derecha alejada del mensaje extremista, capaz de unirse a aquellos de sus correligionarios que pelean en Bruselas por recuperar su papel de impulsores del europe¨ªsmo.
La decisi¨®n estar¨¢ en manos de N¨²?ez Feij¨®o, a quien ser¨¢ dif¨ªcil disputarle el liderazgo interno en el PP, porque, pese a perder pr¨¢cticamente la posibilidad de llegar a La Moncloa, lo cierto es que ha conseguido que su partido sea el primero de Espa?a en n¨²mero de esca?os, sumar tres millones de votos a los resultados de 2019 y recuperar pr¨¢cticamente todos los electores que se fueron a Ciudadanos. Ha sido precisamente su relaci¨®n con Vox la que ha impedido que esos resultados se tradujeran en una mayor autonom¨ªa pol¨ªtica. Ser¨¢ ¨¦l ahora quien tenga que decidir si marca una nueva estrategia, menos complaciente con la extrema derecha, o si contin¨²a con la l¨ªnea algo err¨¢tica que ha seguido hasta ahora. Cuanto antes abandone la petici¨®n de que el PSOE se abstenga y facilite su investidura, mejor, porque no puede pedir que ¡°nadie se atreva a bloquear Espa?a¡± quien lleva cinco a?os bloqueando una de sus instituciones, el Consejo General del Poder Judicial. Ni puede pedir negociaci¨®n con el PSOE quien ha llevado como ¨²nico punto de su programa electoral derogar todo lo construido en estos ¨²ltimos cuatro a?os.
El Partido Socialista y su presidente Pedro S¨¢nchez tienen por delante una dif¨ªcil negociaci¨®n para alcanzar no solo la sesi¨®n de investidura, sino tambi¨¦n la mayor¨ªa parlamentaria necesaria para sacar adelante durante toda la legislatura presupuestos y leyes. A su favor cuenta que el partido que podr¨ªa impedirlo, sumando su voto en contra junto al PP y Vox, Junts per Catalunya, no podr¨ªa esperar una mejora electoral en unas obligadas nuevas elecciones, sino, probablemente, un resultado propio peor. Incluso sus oponentes podr¨ªan mejorar. Junts sabe perfectamente que el PSOE est¨¢ obligado a respetar el marco constitucional y que cualquier negociaci¨®n sobre un refer¨¦ndum tiene que estar ligada, no a un pretendido e inexistente derecho de autodeterminaci¨®n, sino a la reforma del actual Estatuto de autonom¨ªa, lo que no ser¨ªa ning¨²n disparate porque es un texto pr¨¢cticamente invalidado, que exige 800 p¨¢ginas anexas para su interpretaci¨®n. Y adem¨¢s tendr¨ªa que obtener el previo acuerdo del Parlamento catal¨¢n, con mayor¨ªa de dos tercios.
S¨¢nchez tiene la dura experiencia del anterior Gobierno de coalici¨®n con el Podemos de Pablo Iglesias, Ione Belarra e Irene Montero y seguramente le ser¨¢ ¨²til a la hora de negociar una eventual nueva coalici¨®n con Sumar y Yolanda D¨ªaz. Ser¨ªa conveniente que los acuerdos firmados incluyeran ahora cl¨¢usulas de lealtad interna, de forma que ni los ministros socialistas manejen sus proyectos casi en secreto frente a sus socios, ni estos muestren continuamente su desacuerdo. Los debates internos son razonables, pero que los ministros de un Gobierno voten divididos en el Parlamento es algo inusitado. Una mayor lealtad interna ayudar¨ªa tambi¨¦n a que el nuevo Gobierno fuera m¨¢s respetuoso con el Parlamento y renunciara al uso desaforado del decreto ley, permitiendo que renazca el proceso tradicional por el que los proyectos de ley pueden ser objeto de enmienda art¨ªculo por art¨ªculo. De hecho, si el PSOE consigue finalmente gobernar cuatro a?os m¨¢s, lo razonable ser¨ªa modificar tambi¨¦n sus relaciones con la oposici¨®n, ofreciendo, por ejemplo, desde el principio, informaci¨®n y acuerdos sobre tres asuntos b¨¢sicos: la transici¨®n ecol¨®gica y cambio clim¨¢tico, la reforma de la Administraci¨®n, tantas veces prometida y m¨¢s necesaria que nunca, y la construcci¨®n de una Europa alejada de todo extremismo.
La dirigente de Sumar, Yolanda D¨ªaz, ha demostrado ser una buena negociadora, pero es muy posible que esa capacidad la tenga que ejercer sobre todo dentro de su propio grupo parlamentario. Por lo menos, es lo que ha dado a entender Ione Belarra, responsable de Podemos, advirtiendo que ¡°sus cinco esca?os¡± (los que controla dentro de Sumar) trabajar¨¢n ¡°por su cuenta¡±. Es una decisi¨®n comprometida, porque Podemos dif¨ªcilmente podr¨¢ recuperarse a costa de Sumar y oponiendo Irene Montero a Yolanda D¨ªaz, vicepresidenta, mucho menos si demuestra su deslealtad en el propio Parlamento. Es dif¨ªcil creer que Podemos podr¨ªa mejorar sus resultados present¨¢ndose por libre en unas eventuales nuevas elecciones. De hecho, corre el riesgo de pasar a ser directamente irrelevante. Belarra deber¨ªa recordar la cita del pintor Mark Rothko: ¡°Solo hay una cosa a la que tengo miedo en mi vida, amigo m¨ªo. Que un d¨ªa el negro se trague al rojo¡±. O el consejo de Churchill: ¡°Si est¨¢s atravesando un infierno, no te pares¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.