Que el verano es la infancia
La nostalgia te trae las noches a la fresca, a la puerta de la casa, donde segu¨ªan las historias de las que lamentas no recordar m¨¢s, no haber preguntado m¨¢s. Aquel tiempo era eterno
En el verano ¨ªbamos al huerto que cuidaba la familia, que ni siquiera era nuestro, y nos met¨ªamos en la balsa de riego. De aquellas, a¨²n pod¨ªas ba?arte en el r¨ªo y encontrar en la monta?a alguna fuente natural. Hab¨ªa chal¨¦s, pero no tantos, y era posible ir por las sendas hasta bajar al pueblo. En aquella balsa encalada a la que llegaban las ramas de los naranjos y de las higueras aprendimos a nadar varias generaciones de primos y ech¨¢bamos las tardes y las horas cuando era impensable dedicar el tiempo a otra cosa m¨¢s que a ba?arse y a jugar y acudir a la mesa cuando te llamaban. A veces te aburr¨ªas, pero siempre pasaba algo: un bicho, una bici o una pelea de cr¨ªos.
De noche, despu¨¦s de la sand¨ªa y de los higos, la familia formaba un corro y se o¨ªan las historias m¨¢s disparatadas del pueblo y del pasado, de paisanos a los que casi nadie conoc¨ªa. En esos casos, los mayores desenredaban sus frases como ¨¢rboles geneal¨®gicos y te contaban que ese del que hablaban era el primo de uno, vecino del otro, que se mud¨® no s¨¦ d¨®nde y volvi¨® soltero. Que era imposible que no supieras qui¨¦n era; y no se daban por vencidos hasta que t¨², exhausto, capitulabas con un ya s¨¦ qui¨¦n es. Todo lo importante se dec¨ªa en voz alta, porque la palabra era lo que de verdad val¨ªa.
Es tramposa la nostalgia, que te lleva donde quiere; mitad verdad, mitad deseo. Hace que parezcan mejores las cosas y seguramente mejor que ahora no eran. Pero fue el momento en que a ti te toc¨® ser ni?o y eso s¨ª que no podr¨¢ igualarse jam¨¢s: las tardes en que en vez de mirar el mundo en realidad lo descubr¨ªas. La memoria te trae a los a?os los recuerdos bonitos en im¨¢genes cortas pero, al cabo, eso es el verano tambi¨¦n: pasar por una playa y recordar la primera vez que te llevaron, los champ¨²s de fresa y de huevo que ca¨ªan sobre ti en la ducha innegociable al regreso de la playa. Pasar por la casa y el huerto y evocar lo que compartiste con la gente que ya no est¨¢ o con la que apenas guardas contacto, porque nos hacemos mayores y la vida sigue y, adem¨¢s, hubo herencias que repartir.
La nostalgia te trae las noches a la fresca, a la puerta de la casa, donde segu¨ªan las historias de las que lamentas no recordar m¨¢s, no haber preguntado m¨¢s. Aquel tiempo era eterno, porque de ni?os los veranos no acaban nunca. Hasta que un d¨ªa de pronto un paseo, un olor o un paisaje te brinda un recuerdo con el que no contabas y te aparece la balsa y el ba?o y las horas llenas de todo en las que no hac¨ªas nada. Igual era eso. Que el verano es la infancia: y lo dem¨¢s son recuerdos.
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