?ngeles en el escenario
El grito de alarma de Sin¨¦ad O?Connor cuando rompi¨® en televisi¨®n una foto de Juan Pablo II fue considerado una declaraci¨®n de guerra. La fetua contra ella busc¨® su demolici¨®n personal
Ha sido una aragonesa adorada como Eva Amaral la que ha tenido que recordar que por m¨¢s que el integrismo reaccionario quiera volver a ocupar las instituciones pol¨ªticas, a la revoluci¨®n de las mujeres nadie la va a frenar. C¨®mo no relacionar su gesto de mostrar los pechos desnudos durante un concierto con otro de Sin¨¦ad O¡¯Connor a?os atr¨¢s. La cantante irlandesa ha muerto este verano ¨¢rido y feroz. Yo viv¨ªa en Los ?ngeles en el a?o 1992 cuando se atrevi¨® a rasgar en pantalla la foto de Juan Pablo II tras interpretar una canci¨®n en el Saturday Night Live. La foto ten¨ªa su historia personal para la artista. La hab¨ªa despegado de la pared del dormitorio de su madre al morir ella. Retrataba al papa polaco durante su visita a Irlanda en la que festej¨® con especial ah¨ªnco a los j¨®venes. La madre de Sin¨¦ad se hab¨ªa comportado de modo monstruoso con sus hijos y al recoger aquella foto, la joven Sin¨¦ad no ten¨ªa otro plan que destruirla en la intimidad. La llevaba siempre consigo y no terminaba de encontrar el momento de liberarse. Decidi¨® hacerlo ante millones de espectadores en el programa de humor ic¨®nico de la NBC. El efecto arrasador fue inmediato. A la ma?ana siguiente, la cadena de televisi¨®n anunci¨® que vetar¨ªa a perpetuidad la presencia de la artista en sus emisiones.
La cacer¨ªa fue de una envergadura brutal, pues se esmer¨® en destruir a una persona que carec¨ªa de los resortes de resistencia. Por supuesto, entonces casi nadie quer¨ªa creer que en el vientre de much¨ªsimas instituciones cat¨®licas se hubiera perpetuado y ocultado el crimen de los abusos sexuales contra menores indefensos. El grito de alarma de Sin¨¦ad fue considerado una declaraci¨®n de guerra, y la fetua sobre ella no se limit¨® a la destrucci¨®n industrial de su carrera, sino tambi¨¦n a la demolici¨®n personal. Ni siquiera que al s¨¢bado siguiente el actor italoamericano Joe Pesci arrancara el programa de humor pegando con celo la foto del Papa devolvi¨® al humor irreverente lo que pertenec¨ªa al humor irreverente. A los pocos d¨ªas, Sin¨¦ad fue abucheada por la mitad del p¨²blico en un concierto de homenaje a Bob Dylan, que se mostr¨® pasivo y neutral. Fue rescatada por un noble Kris Kristofferson, que dej¨® una frase antol¨®gica para la historia: ¡°No dejes que estos cabrones se salgan con la suya¡±. A Sin¨¦ad le seduc¨ªa poco el estrellato, su disco m¨¢s conocido se titula I Do Not Want What I Haven¡¯t Got (¡°No quiero lo que no he conseguido¡±). En contra de lo que pod¨ªa aparentar con su aspaviento de rabia, era una mujer de honda espiritualidad, aunque fuera de una manera ca¨®tica, irracional y poco sustanciosa.
Su muy interesante libro Remembranzas llevaba el subt¨ªtulo de Escenas de una vida complicada, y as¨ª sucedi¨®, pues esas escenas de vida complicada se encadenaron hasta que lleg¨® su muerte. La falta de confirmaci¨®n sobre su suicidio habr¨¢ que entenderla como una prolongaci¨®n m¨¢s de ese estigma religioso, que fuerza a las familias a la ocultaci¨®n de lo que se sigue considerando un pecado imperdonable. Es en las canciones, interpretadas con su voz tr¨¢gica y profunda, donde se resuelve el enigma del personaje, lo que los inquisidores no quisieron ver jam¨¢s. Sin¨¦ad no era un enviado del diablo, sino la voz inconfundible de un ¨¢ngel.
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