La invasi¨®n de los ultracuerpos
Todo cuadra para que el PP pueda tratar de digerir a Vox, adquiriendo en el proceso sus ideas y objetivos. Un movimiento rentable pero que, una vez consumado, habr¨¢ transformado al PP en algo muy diferente al partido de centroderecha que dijo ser
El Partido Popular se halla en una encrucijada de dif¨ªcil soluci¨®n. El atajo trumpista que eligi¨® como estrategia para alcanzar La Moncloa no ha funcionado. La deslegitimaci¨®n del rival, la mentira como herramienta y forzar las funciones del Poder Judicial lo han situado a pocos esca?os de su objetivo, una distancia insalvable si tenemos en cuenta que su alianza con Vox lo imposibilita para negociar con casi ning¨²n otro grupo de la C¨¢mara. Normalizar a la ultraderecha es una operaci¨®n arriesgada en t¨¦rminos democr¨¢ticos, ruinosa si adem¨¢s pierdes tu condici¨®n de eje de la pol¨ªtica espa?ola.
Con ellos al PP no le dan las cuentas; sin ellos menos por la divisi¨®n del voto. ?Qu¨¦ hacer entonces? En G¨¦nova tienen la opci¨®n de esperar, de confiar en que si Pedro S¨¢nchez logra ser investido presidente se enfrente a una legislatura inestable y corta, donde las derechas no se mover¨ªan un mil¨ªmetro de lo ya visto, teniendo en cuenta que el desgaste puede afectar al Gobierno pero tambi¨¦n a una oposici¨®n que tan solo presentar¨ªa m¨¢s de lo mismo. En estas condiciones, un segundo asalto frustrado ser¨ªa fatal para Alberto N¨²?ez Feij¨®o, cuyo liderazgo solo depende de su capacidad de victoria.
La otra opci¨®n parece clara entonces: comerse a Vox. Un plato de digesti¨®n dif¨ªcil al compartir el mando en seis capitales de provincia, m¨¢s de un centenar de ayuntamientos y cuatro comunidades, a la espera de Murcia. Un embate directo, donde los populares confrontaran ideol¨®gicamente con los de Santiago Abascal, al estilo de la moci¨®n de censura de octubre de 2020, ser¨ªa tanto como tirar por la borda parte de su poder territorial, demostrando que el bloque derechista carece de solidez y coherencia: los bandazos siempre son castigados con dureza por los electores.
Se impondr¨ªa, por tanto, la absorci¨®n, situarte a la par de quien quieres hacer desaparecer y mostrar que su existencia es indiferente porque la organizaci¨®n principal cumple sobradamente el papel de la subsidiaria. Con Ciudadanos funcion¨®, entre otras cosas porque Albert Rivera desnaturaliz¨® a su partido, no asumi¨® su papel de bisagra y arruin¨® un cr¨¦dito que nunca pas¨® del desmedido cari?o otorgado en los editoriales. Ciudadanos representaba lo aspiracional, esa ilusi¨®n de ser clase media sin serlo, para la que, a la postre, se encuentra recambio como se pasa p¨¢gina en la revista de tendencias.
Pero Vox es diferente. Su votante encontr¨® en el partido ultra algo m¨¢s que la promesa de llevar el estilo de vida del mando intermedio. Hall¨® la aventura de la rebeld¨ªa, la seducci¨®n de la conspiranoia, sentirse un antisistema tras la jornada de ocho a tres. Eso en el mejor de los casos. En el peor, se cree depositario de una misi¨®n hist¨®rica, un sentimiento alucinado de pertenecer a una cruzada que salvar¨¢ a Espa?a del peligro del socialcomunismo.
El PP no puede abandonar la pretensi¨®n de encarnar la moderaci¨®n, pero tampoco puede fagocitar a Vox declar¨¢ndose de centro reformista: va a necesitar algo m¨¢s excitante que eso. Adem¨¢s, la entente trazada con una parte sustancial del aparato medi¨¢tico desaconseja acallar las trompetas del apocalipsis, que ha sido t¨¢ctica pol¨ªtica pero tambi¨¦n un fruct¨ªfero negocio comunicativo. La OPA hostil a Vox ser¨¢ silenciosa, paciente y progresiva, pero en ning¨²n caso significar¨¢ desechar el enconamiento de la pasada legislatura.
La salida de Iv¨¢n Espinosa de los Monteros marca la derrota de los que quer¨ªan hacer de Vox un partido ultra de car¨¢cter europeo, igual de duro en sus postulados pero de escenograf¨ªa presentable, capaz de llegar a amplias capas de la poblaci¨®n sin asustarlas con recortes de derechos y el anuncio de conflicto civil. Puede que Vox haya entendido que el castigo del 23-J se relaciona con la utilidad de su propuesta; de ah¨ª que haya anunciado ceder gratis sus diputados a la investidura fantasma de Feij¨®o, pero todo indica que su direcci¨®n ideol¨®gica carecer¨¢ ahora de filtros cosm¨¦ticos.
Eso abre un espacio para encarnar la radicalidad puesto que tu socio puede deslizarse hacia posturas incomprensibles, incluso dentro del ecosistema de la extrema derecha. Al menos sobre el papel todo cuadra para que el PP pueda tratar, en el plano medio, de digerir a Vox, adquiriendo en el proceso las ideas, formas y objetivos de su hu¨¦sped. Un movimiento de indudable rentabilidad salvo por el peque?o detalle de que, una vez consumado, habr¨¢ transformado al PP en algo muy diferente al partido de centroderecha que una vez dijo ser.
Cuando Vox fue auspiciado hace una d¨¦cada para hostigar a Mariano Rajoy, sus patrocinadores, que no se encontraban ni en desiertos remotos ni en monta?as lejanas, no imaginaron el desenlace de su maniobra. Puede que s¨ª. Quiz¨¢ el partido ultra no sea relevante tras el siguiente ciclo electoral, pero sus ideas habr¨¢n contaminado definitivamente la casa com¨²n de la derecha. Como en La invasi¨®n de los ultracuerpos ser¨¢ imposible distinguir al original de la copia, salvo por el gesto helado y las terribles intenciones.
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