Lo que nunca hab¨ªamos visto del ¡®caso Padilla¡¯
El documental de Pavel Giroud sobre el proceso del r¨¦gimen cubano contra el escritor es uno de los testimonios m¨¢s inquietantes y conmovedores de un episodio que rompi¨® en dos la historia de la Revoluci¨®n
Como todos los lectores dedicados del boom latinoamericano, yo conoc¨ªa los hechos del caso Padilla con cierto detalle: han sido discutidos hasta el cansancio por los testigos, los participantes y los historiadores, desde el Jorge Edwards de Persona non grata hasta Las cartas del boom, la compilaci¨®n sin desperdicio de la correspondencia entre los cuatro novelistas m¨¢s notables de esa generaci¨®n. Pero nada habr¨ªa podido prepararme para la impresi¨®n profunda que me caus¨® el documental extraordinario de Pavel Giroud, El caso Padilla, que tuve el privilegio de ver en d¨ªas pasados. El documental todav¨ªa no est¨¢ disponible en plataformas, a pesar de que hace un a?o sacudi¨® a los que lo vieron en algunos festivales. Yo s¨®lo puedo desear que no tarde mucho en estar disponible para el p¨²blico, pues es uno de los testimonios m¨¢s inquietantes y conmovedores que he visto de un momento se?ero de nuestro pasado: lo ocurrido en abril de 1971 rompi¨® en dos la historia de la Revoluci¨®n cubana, hizo trizas la relaci¨®n entre la Revoluci¨®n y los escritores latinoamericanos y, en cierto sentido, dio por clausurado el fen¨®meno pol¨ªtico ¡ªno el literario¡ª que llamamos boom.
Los hechos son estos. Heberto Padilla era un periodista que hab¨ªa apoyado a la Revoluci¨®n desde sus comienzos, fungido como corresponsal de Prensa Latina en Mosc¨² y pasado incluso por cargos oficiales. Despu¨¦s de unos a?os de viajes por el extranjero, Tel¨®n de Acero incluido, volvi¨® a Cuba con algo que s¨®lo puede llamarse desencanto. En 1968 public¨® un libro de poemas, Fuera del juego, que se permit¨ªa escepticismos, iron¨ªas y aun cr¨ªticas abiertas a la Revoluci¨®n y a la mentalidad revolucionaria, pero no creo que hubiese imaginado, ni siquiera en sus peores pesadillas, lo que ese libro iba a causarle. Entre otras cosas, los poemas son una puesta en escena de la terca libertad de la poes¨ªa cuando mejor funciona. ¡°?Al poeta, desp¨ªdanlo!¡±, dice o exclama el poema que da t¨ªtulo al libro. ¡°Ese no tiene aqu¨ª nada que hacer./ No entra en el juego./ No se entusiasma/. No pone en claro su mensaje./ No repara siquiera en los milagros./ Se pasa el d¨ªa entero cavilando./ Encuentra siempre algo que objetar¡±. A Padilla no le sirvi¨® de nada dedicarle el poema a Yannis Ritsos, ese poeta comunista que era por entonces uno de los prisioneros m¨¢s c¨¦lebres de la dictadura de Papadopoulos: en sus versos hab¨ªa demasiada independencia (o demasiado descreimiento) para lo que la Revoluci¨®n exig¨ªa de sus fieles, o, m¨¢s bien, para la fidelidad incondicional que la Revoluci¨®n exig¨ªa de sus artistas.
El gran problema del libro de Padilla, peor a¨²n que su escepticismo o sus cr¨ªticas, fue su ¨¦xito. Fuera del juego gan¨® un premio que otorgaba la Uni¨®n de Escritores y Artistas de Cuba, y lo primero que hizo la instituci¨®n fue pedirle al jurado que no le dieran el premio: pues el libro era culpable de todos los pecados de la contrarrevoluci¨®n. El jurado, sin embargo, estaba compuesto por Jos¨¦ Lezama Lima y JM Cohen, entre otros, y estos hombres no s¨®lo ten¨ªan una autoridad indiscutible, sino que no eran de los que aceptan de buenas a primeras la imposici¨®n de criterios ajenos. Fuera del juego acab¨® recibiendo el premio, pero se public¨® con una nota de la UNEAC que parece una mala parodia. En ella se acusaba al libro de ser ideol¨®gicamente contrario a la Revoluci¨®n, y a Padilla de ser culpable de faltas como criticismo, antihistoricismo e individualismo burgu¨¦s, y adem¨¢s de ser injusto con la Revoluci¨®n de Octubre, con Stalin y con los bolcheviques: esos ¡°hombres de pureza intachable¡±, ¡°verdaderos poetas de la transformaci¨®n social¡±. La UNEAC aprovech¨® para echarle en cara a Padilla la defensa que una vez hab¨ªa hecho de Guillermo Cabrera Infante, uno de los cr¨ªticos m¨¢s visibles de la Revoluci¨®n: eso era, dijeron, ¡°una adhesi¨®n al enemigo¡±.
A partir de ah¨ª, el lugar de Padilla en Cuba se deterior¨® sin remedio. Fue arrestado en marzo de 1971, acusado de actividades contrarrevolucionarias, y acab¨® pasando varias semanas en los calabozos de la Seguridad del Estado. Fue entonces cuando reaccionaron los escritores, y no s¨®lo los latinoamericanos: en una carta abierta a Fidel Castro, nombres que iban de Barral a Vargas Llosa y pasaban por Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre expresaron su ¡°inquietud por el encarcelamiento¡±, condenaron ¡°el uso de medidas represivas¡± contra los escritores que han sido cr¨ªticos con la Revoluci¨®n y se lamentaron de que el gobierno cubano no haya dado informaci¨®n clara sobre el arresto. La informaci¨®n no lleg¨® nunca, por supuesto; pero el 27 de abril, pocas horas despu¨¦s de liberar a Padilla, la Seguridad del Estado convoc¨® a los escritores cubanos en la sede de la UNEAC. Frente a sus colegas y amigos, Padilla llev¨® a cabo lo que se conoci¨® como su ¡°autocr¨ªtica¡±, y el mundo estall¨®. En una segunda carta, los escritores manifestaron su ¡°verg¨¹enza¡± y su ¡°c¨®lera¡±; el acto en la UNEAC les pareci¨® igual a ¡°los momentos m¨¢s s¨®rdidos de la ¨¦poca estalinista, sus juicios prefabricados y sus cacer¨ªas de brujas¡±. Pero ninguno de ellos vio nunca lo que yo he visto hace unos d¨ªas, lo que pronto podr¨¢n ver quienes se asomen al documental de Pavel Giroud.
La filmaci¨®n completa de la ¡°confesi¨®n¡± de Padilla hab¨ªa permanecido oculta durante medio siglo. Se hizo con lujo de recursos, dos c¨¢maras que parecen ubicuas y la direcci¨®n experta de Santiago ?lvarez Rom¨¢n, pero no estaba destinada a los ojos de nadie por fuera del c¨ªrculo m¨¢s ¨ªntimo de Fidel Castro. Son unas cuatro horas de inmolaci¨®n furiosa; de esas cuatro horas, Pavel Giroud ha escogido unos 60 minutos en total, y los ha rodeado de un contexto imprescindible para entender lo que all¨ª sucede: frases de Fidel Castro sobre la libertad de expresi¨®n de los escritores o sobre la invasi¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia, apariciones de Guillermo Cabrera Infante ¡ªen el programa espa?ol A fondo, cuyas entrevistas lent¨ªsimas me llenan de nostalgia¡ª e incluso una evocaci¨®n del caso de Boris Pasternak, a quien el r¨¦gimen sovi¨¦tico prohibi¨® recibir su premio Nobel y dedic¨® insultos de antolog¨ªa: en un congreso de la Juventud Comunista Sovi¨¦tica se lo llama ¡°oveja negra¡±, se lo acusa de ¡°escupir a la cara de su pueblo¡± y se le recuerda que ¡°un cerdo nunca defeca donde come¡±.
El espect¨¢culo de Heberto Padilla es triste y fascinante al mismo tiempo. Se desprecia a s¨ª mismo e insulta a otros, menciona por nombre propio a colegas y los acusa de los mismos pecados que ¨¦l ha cometido, critica a quienes se han solidarizado con ¨¦l porque ¡°la Revoluci¨®n es m¨¢s grande¡±, elogia a sus carceleros que le permit¨ªan salir del calabozo de vez en cuando, le canta a la generosidad de la Revoluci¨®n que le ha permitido pedir perd¨®n por sus injurias y sus difamaciones, y mientras tanto suda a chorros en el sofoco de la noche habanera, pero lo hace todo con una elocuencia y una precisi¨®n que s¨®lo est¨¢ al alcance de los m¨¢s grandes oradores o de los actores de talento. Es imposible quitar los ojos de la pantalla; es imposible no sentir el acoso y el miedo en el ambiente opresivo de un r¨¦gimen sectario y perseguidor que ya no era el espacio de libertad que hab¨ªa sido en sus comienzos. Todo esto sucedi¨® ya hace medio siglo, pero nunca lo hab¨ªamos visto as¨ª. Y ya no podremos, mucho me temo, dejar de seguir vi¨¦ndolo.
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