La pornograf¨ªa sint¨¦tica es propaganda
Ya no hace falta haber tenido correspondencia ¨ªntima con la v¨ªctima o haber grabado encuentros sexuales para despu¨¦s compartirlos fuera de contexto y sin permiso
La pornograf¨ªa sint¨¦tica no consentida tiene al menos dos caracter¨ªsticas especiales. La primera, y esto ya marca una importante diferencia con el resto de pornograf¨ªa no consentida, es que no requiere la participaci¨®n, aportaci¨®n o el conocimiento de las v¨ªctimas. Las nuevas herramientas digitales democratizan el acceso a procesos de postproducci¨®n complejos y rebajan mucho la dificultad de la operaci¨®n. Ya no hace falta haber tenido correspondencia ¨ªntima con la v¨ªctima o haber grabado encuentros sexuales para despu¨¦s compartirlos fuera de contexto y sin permiso. Ni siquiera hace falta emborracharla, drogarla o arrastrarla entre cinco a un callej¨®n. Basta una foto de su cumplea?os, del anuario de clase o un v¨ªdeo grabado con el m¨®vil en un vag¨®n de metro para convertir a una persona en un objeto pornogr¨¢fico y distribuirlo por WhatsApp.
La segunda es que la pornograf¨ªa sint¨¦tica no consentida no es pornograf¨ªa sino propaganda. No se produce en secreto para un consumo ¨ªntimo y personal, de los que se guardan bajo la cama o en el armario del ba?o. Se hace con la intenci¨®n premeditada de ser compartida, porque su objetivo no es un acceso prohibido al cuerpo desnudo, sino la sumisi¨®n de la mujer. Se comparte porque forma parte de un ritual. Un grupo de hombres refuerza la jerarqu¨ªa a trav¨¦s de un ritual de humillaci¨®n p¨²blica que el grupo de mujeres confirma escondi¨¦ndose, aceptando la verg¨¹enza, alterando su comportamiento, renunciando a su lugar.
La propaganda es un producto de ingenier¨ªa medi¨¢tica que se usa para transformar la realidad. En este caso, el relato es que las mujeres son objetos sexuales cuya presencia en el espacio p¨²blico merece castigo y humillaci¨®n. Que son unas ¡°guarras¡± por someterse a vejaciones que podr¨ªan haber esquivado borr¨¢ndose del mapa. La pornograf¨ªa como herramienta es tan efectiva que, incluso cuando el contenido ha sido desacreditado y todo el mundo sabe que es un falso, la percepci¨®n que ha creado permanece. Se queda pegada como una segunda piel.
Las ni?as de Almendralejo sentir¨¢n verg¨¹enza por algo que no han hecho, incluso cuando todo el mundo sabe que no es verdad. Como dice Nina Jankowicz, es la clase de desinformaci¨®n ¡°dise?ada para humillar, controlar y expulsar a las mujeres de la vida p¨²blica¡±. Han tenido la suerte (dentro de su desgracia) de ser muchas y estar juntas. Como demuestra la selecci¨®n femenina de f¨²tbol, es su conciencia de clase lo que las protege y empodera. Lo habitual es que no nos enteremos porque la v¨ªctima est¨¢ sola y aislada entre la verg¨¹enza y su agresor. Hay que estar atentos porque la degradaci¨®n y deshumanizaci¨®n de un colectivo suele anunciar episodios de violencia masiva. Es la justificaci¨®n preventiva de lo que va a pasar a continuaci¨®n.
Querremos silenciar a nuestras hijas, s¨®lo para protegerlas. Impedir que salgan a la calle, que tengan cuentas en las redes sociales, que jueguen al f¨²tbol y que participen en la vida social. Si confirmamos la jerarqu¨ªa de los que producen y distribuyen esos contenidos, la conclusi¨®n l¨®gica es la clase de r¨¦gimen donde las apedreamos si las viola un vecino y no las dejamos leer, conducir o estudiar. Almendralejo deber¨ªa servir de correctivo a esos padres que dicen a mi hija nunca le pasar¨ªa esto porque no anda con chicos y nunca mandar¨ªa fotos provocativas o las compartir¨ªa en Instagram. Para que entiendan que el problema est¨¢ en la jerarqu¨ªa y sus poderosos rituales. Que la provocaci¨®n es existir.
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