?Se puede cerrar la ventana de la paz?
Para avanzar en la estrategia de paz el Gobierno necesita ox¨ªgeno pol¨ªtico y eso se pierde con cada bombazo, con cada muerto y con los pasos en falso en la negociaci¨®n
Otra vez mueren civiles en medio de ataques terroristas en Colombia. Esta vez se llora en el Cauca por la muerte de la profesora Luz Stella Sol¨ªs Balanta y Ardany ?lvarez, otro civil, en la localidad de Timba, pero la violencia se sinti¨® tambi¨¦n en Jamund¨ª, Su¨¢rez y en Santander de Quilichao. Adem¨¢s del duelo y la impotencia, el efecto de cada estallido es un golpe a la paz que puede ir cerrando la ventana de oportunidad. Si las disidencias creen que as¨ª llegan fuertes a la mesa, lo real es que, con los ataques a la poblaci¨®n civil, est¨¢n minando el ya d¨¦bil respaldo pol¨ªtico que tiene esa negociaci¨®n.
Es necesario mencionar la ofensiva de la fuerza p¨²blica en la zona conocida como Ca?¨®n del Micay en el Cauca a la que, seg¨²n el presidente Gustavo Petro, se debe la reacci¨®n violenta. La zona es estrat¨¦gica en el negocio del narcotr¨¢fico y es una de las razones para la constante presencia de grupos ilegales. Golpear esas estructuras criminales es un objetivo prioritario y as¨ª debe ser aunque se hable de paz. As¨ª debe ser precisamente porque se habla de paz: hay que presionar a los grupos criminales para llevarlos a hablar y tambi¨¦n poner condiciones. La primera debe ser que cese la hostilidad contra la poblaci¨®n civil. Eso no es negociable. Mientras se acepte que esa violencia contra las comunidades sea un camino v¨¢lido para llegar a la mesa, ese proceso seguir¨¢ perdiendo apoyo.
Es bueno recordar que la paz se construye m¨¢s all¨¢ de una mesa en la que conversan unos delegados. Basta recordar que justamente un d¨ªa como hoy, el 26 de septiembre de 2016, se firm¨® en una gran ceremonia el acuerdo de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. Ese mismo acuerdo unos d¨ªas despu¨¦s fue rechazado en las urnas en un plebiscito que oblig¨® a ajustar y revisar lo pactado para volver a firmar el acuerdo final semanas despu¨¦s. Lejos estaba entonces el pa¨ªs, y m¨¢s lejos hoy, de acuerdos que tuvieron respaldo pol¨ªtico amplio como el que se logr¨® con el M-19 y que termin¨® con la participaci¨®n importante de ese grupo en la Asamblea Constituyente. Los tiempos cambian.
La paz tiene momentos, hay ambientes hostiles o propicios. La paz tiene que ver con la pol¨ªtica, con la realidad de cada coyuntura, con lo que la sociedad est¨¢ dispuesta a dar o no. Desde las regiones m¨¢s golpeadas, las que ponen los muertos, se espera que avancen los acuerdos y piden adem¨¢s pactos de paz entre los ilegales. Es bueno tener muy presente que la violencia enfrenta a las fuerzas del Estado y a los grupos armados, pero tambi¨¦n a estas bandas criminales entre ellas porque se disputan los territorios con la poblaci¨®n civil en la mitad. Por eso, adem¨¢s de los ceses bilaterales, se van a requerir pactos entre los violentos para que se sienta de verdad alivio en los municipios que son escenario del conflicto. As¨ª lo han pedido las comunidades y muchos sectores, entre ellos dos de los negociadores: Jos¨¦ F¨¦lix Lafaurie y Fabio Valencia Cossio.
Para avanzar en la estrategia de paz el Gobierno necesita ox¨ªgeno pol¨ªtico y eso se pierde con cada bombazo, con cada muerto y con los pasos en falso en la negociaci¨®n. Si el acuerdo con las FARC se firm¨® con un pa¨ªs dividido en torno a lo pactado, la paz total, necesaria y urgente, cuenta con menos respaldo y lo va perdiendo porque no son claros los avances. Como se ve¨ªa desde el comienzo, los di¨¢logos simult¨¢neos con varios grupos son complejos y el recrudecimiento de la violencia en zonas vulnerables no ayuda. Tampoco hay logros significativos en lo social ni es evidente la presencia del Estado en las zonas de guerra.
Una y otra vez las mismas comunidades padecen enfrentamientos, ataques, confinamiento, amenazas y pobreza. Hay desplazamiento, reclutamiento de menores, presiones de todo tipo y poca institucionalidad funcionando. Es cuesti¨®n de esperar, dicen algunos, de dar tiempo a las conversaciones y a las estrategias sociales y de seguridad. Lo evidente es que los grupos ilegales no dan se?ales de querer la paz ni de entender la realidad pol¨ªtica. Tampoco el Gobierno ha mostrado mucha capacidad para generar la confianza que requiere el proceso.
Las dudas sobre los deseos de paz de los grupos ilegales se escuchan dentro del propio Gobierno. Adem¨¢s del muy comentado llamado de la vicepresidenta Francia M¨¢rquez a la fuerza p¨²blica pidiendo resultados y garant¨ªas de seguridad para la comunidad, tambi¨¦n la vicepresidenta, refiri¨¦ndose a la violencia en el Cauca, dijo que ¡°estos hechos evidencian la falta de voluntad de los grupos armados de querer avanzar hacia un camino de paz en Colombia¡±, seg¨²n public¨® en su cuenta de X (antes Twitter).
Coincide en ese punto el comandante de las Fuerzas Militares, el general H¨¦lder Fern¨¢n Giraldo Bonilla. En un extenso pronunciamiento recuerda que se debe usar la inteligencia para prevenir ataques, que el deber de las tropas es defender la vida y tambi¨¦n considera que ¡°las acciones de los ¨²ltimos d¨ªas son un testimonio y una evidencia para el mundo de que algunos de los grupos armados organizados que delinquen en el pa¨ªs no tienen ninguna intenci¨®n real de paz y por el contrario quieren seguir lucr¨¢ndose de las econom¨ªas il¨ªcitas a costillas de los hombres y mujeres m¨¢s humildes de nuestra patria¡¡±.
Hay dudas sobre las reales intenciones de los grupos ilegales mientras s¨ª es claro lo dif¨ªcil que es buscar apoyo pol¨ªtico para la estrategia de paz. El Gobierno se juega mucho al negociar y hacer concesiones a grupos que parecen no merecerlas. Siempre es mejor una paz imperfecta a una guerra perfecta, como dicen por ah¨ª, pero el terrorismo y los ataques a civiles no crean un ambiente propicio para el di¨¢logo. La ventana de la paz se puede cerrar y si eso pasa los muertos se van a multiplicar mientras celebran los que ganan con la guerra. Mantener y reforzar la estrategia militar en terreno, la estrategia pol¨ªtica en la mesa y fortalecer la presencia del Estado en las zonas de conflicto puede ayudar a mantener abierta esa opci¨®n, pero cada ataque da m¨¢s razones para el pesimismo.
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