Pasi¨®n in¨²til
Se ha insistido mucho en la necesidad de que S¨¢nchez sepa explicar adecuadamente cu¨¢les son las concesiones a los independentistas. Lo que tiende a ignorarse, sin embargo, es que las emociones son inmunes a la argumentaci¨®n
La pol¨ªtica espa?ola est¨¢ en tiempo muerto. Y, sin embargo, nunca se han movido tanto sus actores. El traj¨ªn es extraordinario. Pero tanta energ¨ªa consumida sigue sin llevarnos a ninguna parte. Es lo que tienen las elecciones inconclusas. O aquellas en las que los dos grandes creen haberlas ganado. Uno de ellos ya sabe que ha perdido, aunque nos ha costado tres meses verificarlo; el otro todav¨ªa tiene que demostrar que es el vencedor. Volvemos al punto de partida.
Esta semana pasada ha servido al menos para que entendamos la porf¨ªa de Feij¨®o en jugar la carta de la investidura cuando no le sal¨ªan los n¨²meros. Tras su intervenci¨®n en el Congreso ha conseguido afirmarse como el l¨ªder del partido y colocarse en mejores condiciones de cara a unas todav¨ªa hipot¨¦ticas nuevas elecciones generales. Y, hay que reconoc¨¦rselo, ha demostrado ser mejor parlamentario de lo que muchos pens¨¢bamos. La parte mala es que no ha conseguido resolver el problema que atenaza a su partido, la relaci¨®n con Vox. Mientras no dilucide esa cuesti¨®n existencial seguir¨¢ en suspenso su salto hacia una mayor¨ªa gobernante. Tampoco puede hacerlo como deber¨ªa, porque una buena parte de los dirigentes y opinadores de la derecha siguen sin ver por qu¨¦ Vox es un problema. Y este es precisamente el problema.
En el otro lado, todo se juega en Catalu?a; en sus partidos independentistas, m¨¢s bien, cuya competencia entre ellos les impide renunciar a los maximalismos. Las disyuntivas de S¨¢nchez a este respecto las conocemos de sobra. Est¨¢ sujeto en su capacidad de acci¨®n a l¨ªmites constitucionales irrenunciables, pero tambi¨¦n a otros constre?imientos no menores, como el peligro de una reactivaci¨®n del nacionalismo espa?ol, que potencialmente podr¨ªa debilitar al PSOE de cara a su futuro electoral. Las finas hilaturas estrat¨¦gicas se disuelven como un azucarillo cuando se enfrentan a la emocionalidad identitaria. Esta no es exclusiva del Pa¨ªs Vasco o Catalu?a, el resto tambi¨¦n la tiene. Se ha insistido mucho en la necesidad de que el presidente en funciones sepa explicar adecuadamente cu¨¢les son las concesiones a los independentistas, que consiga enhebrar el relato adecuado. Lo que tiende a ignorarse, sin embargo, es que las emociones son inmunes a la argumentaci¨®n, se presentan como incuestionables; frente a ellas no cabe aportar razones, son irrebatibles.
A la par¨¢lisis institucional se une, por tanto, una perspectiva de sacudidas emocionales. Se ha reabierto la herida del proc¨¦s y no va a ser nada f¨¢cil suturarla de nuevo. Sobre todo, porque no se atisba en el horizonte la m¨¢s m¨ªnima salida de las derivas autodestructivas en las que ha venido cayendo la pol¨ªtica espa?ola. Ha vuelto a sacar a la luz nuestras muchas fracturas y la ya casi irreversible polarizaci¨®n entre bloques, salpicada a su vez por sus muchas divisiones internas ¨Dentre PP y Vox, entre Sumar y Podemos, entre ERC y Junts, entre PNV y Bildu¨D. Y como lo ¨²nico que es capaz de dotarlos de cohesi¨®n interna es el enfrentamiento visceral con el bloque de enfrente, estamos condenados a reproducir esta situaci¨®n ad infinitum. Con un a?adido importante: hasta ahora creo que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n estaba considerablemente menos polarizada que nuestros dirigentes.
Ahora empiezo a dudarlo, hay un evidente trickle-down effect, una lluvia fina que desde el sistema pol¨ªtico empieza a empapar a la gente. Lo m¨¢s ir¨®nico del caso es que no paramos de correr y de apasionarnos para seguir en el mismo lugar. Si el desgarro mayor viene de la(s) cuesti¨®n(es) nacional(es), y si esta aparece ya bien conformada en la Constituci¨®n, toda alteraci¨®n sustancial del statu quo pasa por su revisi¨®n. Pero para esto hacen falta consensos que hoy por hoy son imposibles de conseguir. Salvada la cuesti¨®n de las lenguas, tanta pasi¨®n para nada.
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