Potencias e impotencia
Todo acto de agresi¨®n es una derrota inapelable de la inteligencia. Incluida la representaci¨®n narrativa, que es ya hoy un t¨®pico perezoso de la incapacidad creativa
La brutalidad desatada entre los atentados salvajes de Hamas contra inocentes israel¨ªes y la respuesta sin mesura contra los civiles palestinos de Gaza deber¨ªa indicarnos que la violencia es una respuesta fallida en todo conflicto. Los que apuestan por la agresividad son conscientes de romper la l¨ªnea de di¨¢logo. No es accidental, pugnan por seguir obligando a los pa¨ªses a relacionarse por equilibrios de fuerza. Por desgracia, las relaciones personales est¨¢n contaminadas de un instinto id¨¦ntico de agresi¨®n y marcaje territorial. No es raro presenciar en nuestros d¨ªas c¨®mo una nimia discusi¨®n en los asientos del tren, en una cola de espera, en un incidente de tr¨¢fico desencadena una serie insostenible de amenazas e improperios. ?ltimamente es habitual escuchar a gente que habla por tel¨¦fono como si escupiera fuego sobre otros. Me encant¨® que el director de cine Nani Moretti se atreviera en su ¨²ltima pel¨ªcula a interrumpir el rodaje de unos colegas justo antes de que se consumara la escena de un disparo en la cabeza contra uno de los actores. Tan solo pretend¨ªa, desde su autorretrato de un director de cine caduco pero cr¨ªtico, obligar a pensar sobre la representaci¨®n de la violencia en ese oficio. Incluso telefonea a Martin Scorsese, con enorme mala leche, para cuestionarle por el modo en que ha cambiado su representaci¨®n de la violencia entre Taxi Driver y el cine que rueda actualmente. Porque es claro que la violencia se ha transformado en un entretenimiento vacuo, sin dimensi¨®n moral, una cosm¨¦tica de la acci¨®n, un recurso facil¨®n e irresponsable.
Esa violencia desmesurada, pero al mismo tiempo eludiendo las consecuencias, es la que domina nuestra ¨¦poca. Los chavales se arraciman a patear a otro como han visto hacer en la tele y hasta alg¨²n partido pol¨ªtico vende como reclamo la posesi¨®n de armas en nuestro pa¨ªs, cuando todos vemos el efecto implacable que ese supuesto derecho ha causado en pa¨ªses desarrollados, con ¨ªndices de mortalidad inaceptables. Hace algunas semanas, un ni?o de seis a?os estadounidense dispar¨® contra su profesora, aqu¨ª uno de 12 apu?al¨® a una compa?era. ?Existe mejor prueba de lo que significa introducir las armas en la vida cotidiana? Pues ah¨ª estamos, sumisos a una est¨¦tica de pistolas y katanas que nos hace da?o mientras hace caja. Es repugnante el mercadeo de armamento sofisticado y la fascinaci¨®n por la mec¨¢nica de destrucci¨®n que ha superado los 600 d¨ªas en la guerra en Ucrania, sin que nadie se esfuerce en serio por detener la carnicer¨ªa.
Desde que tuvo lugar aquella escena en la que el actor Will Smith se atrevi¨® a abofetear al presentador de la gala de los Oscar, muchos nos hemos preguntado por la verdad escondida tras ese gesto desmesurado y paranoide. Gracias a las memorias de la esposa de Smith, ahora sabemos que en aquel momento llevaban seis a?os de separaci¨®n y comprendemos, por fin, que se trat¨® de una sobreactuaci¨®n culpable. Respond¨ªa al af¨¢n del agresor de presentarse como justiciero universal mientras le ofuscaba su incapacidad ¨ªntima e inconfesable. Sirva ese rid¨ªculo ejemplo para terminar de cerrar este c¨ªrculo de violencias en el que nos movemos. Todo acto de agresi¨®n es una derrota inapelable de la inteligencia. Incluida la representaci¨®n narrativa, que es ya hoy un t¨®pico perezoso de la incapacidad creativa. No lo duden, cada estallido violento esconde la verdadera historia de una impotencia.
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