Israel y la divisi¨®n europea
Oriente Pr¨®ximo es un excelente generador de fracturas. Se observa en la polarizaci¨®n de las opiniones p¨²blicas y en el impacto sobre nuestro sistema pol¨ªtico y los partidos
Oriente Pr¨®ximo es un excelente generador de fracturas. No se trata solo de lo que all¨ª ocurre hoy, sino de su efecto boomerang y su extraordinaria capacidad divisiva. Palestina saca siempre a la luz la diversidad europea en nuestra relaci¨®n con Israel. Se observa en la polarizaci¨®n de las opiniones p¨²blicas y en el impacto sobre nuestro sistema pol¨ªtico y los partidos. Muchos dirigentes europeos hacen hoy verdaderas acrobacias para abordar los dilemas que afrontamos. Despu¨¦s de su campa?a contra el creciente antisemitismo en el Partido Laborista de Jeremy Corbyn, su nuevo l¨ªder, Keir Starmer, ha descubierto que muchos activistas y votantes musulmanes rechazan su actual postura proisrael¨ª. La brecha abierta ha llevado a renunciar a varios concejales musulmanes de Leicester y Oxford y est¨¢ provocando tensiones que auguran una carrera complicada hacia Downing Street, aun siendo hoy las encuestas favorables. Y algo parecido ocurre con el Partido Dem¨®crata de Biden, a un a?o de las elecciones. Su posici¨®n erosiona la credibilidad de Occidente frente al Sur Global, pero tambi¨¦n tiene coste interno. El voto musulm¨¢n es decisivo en algunos Estados bisagra, y el voto jud¨ªo se ha fracturado a¨²n m¨¢s en clave ideol¨®gica y generacional tras este ¨²ltimo estallido, como vimos en la multitudinaria manifestaci¨®n pro Palestina convocada por Jewish Voices for Peace frente al Capitolio.
En otros lugares, la emocionalidad en la que nos movemos nos lleva a una indignaci¨®n moral absoluta, lo que inevitablemente hace que los marcos de discusi¨®n caigan en manos de los extremos. El ejemplo paradigm¨¢tico es Francia. Mientras M¨¦lenchon no condena el terrorismo de Ham¨¢s para sacar provecho de la ira de la comunidad ¨¢rabe-musulmana de las banlieues, Le Pen se apresura a presentarse como la mayor defensora de Israel. Este manique¨ªsmo hace que la exigencia de condena sucumba al mero presentismo, pues se acusa de antisemita a quien, adem¨¢s de condenar lo ocurrido, lo contextualiza. Por otro lado, parte de la izquierda quiz¨¢ peque de lo que ?i?ek ha denominado ¡°antieurocentrismo¡±: su empat¨ªa con Palestina tendr¨ªa que ver con que, para ella, ¡°est¨¢ prohibido ver algo progresista en la herencia europea¡±.
Y hay un tercer nivel de polarizaci¨®n m¨¢s burda, aunque tal vez m¨¢s eficaz. Esta semana, por ejemplo, Isabel D¨ªaz Ayuso criticaba el traslado de personas migrantes desde Canarias a otras comunidades en un momento, seg¨²n ella, ¡°de m¨¢ximo temor por la seguridad nacional¡±. Ayuso, Meloni o Le Pen comprenden que Europa se encuentra en una encrucijada, haciendo frente a dos guerras y acuciada por el fantasma de la inmigraci¨®n. La extrema derecha est¨¢ fijando su agenda y es consciente de los r¨¦ditos de mezclarlo todo con lo sucedido en Oriente Pr¨®ximo. John Gray ha dicho que recordaremos el 7 de octubre como el d¨ªa en el que naci¨® una ¡°nueva ¨¦poca de barbarie¡±. Quiz¨¢ lo sea, pero lo que es seguro es que, si renunciamos a una discusi¨®n civilizada con coordinadas ¨¦ticas firmes, legitimaremos esa barbarie e infectar¨¢ toda nuestra conversaci¨®n p¨²blica. No dejemos que nos arrastren a ese fango.
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