Ni pu?etero caso
Lo que m¨¢s se asemeja ahora mismo a una tragedia pol¨ªtica es la disputa entre israel¨ªes y palestinos. Por eso es tan dif¨ªcil resolverla
Una tragedia es una pelea en la que los dos que se pelean llevan raz¨®n. Padres e hijos, por ejemplo: los padres llevan raz¨®n al querer proteger a sus hijos, porque sienten que no pueden protegerse por s¨ª mismos; los hijos, en cambio, rechazan la protecci¨®n de sus padres: quieren emanciparse de ellos, porque quieren llegar a ser quienes son. Unos y otros tienen raz¨®n, pero sus razones son opuestas, y su pelea, tr¨¢gica e inevitable (quiz¨¢ incluso necesaria). Estos conflictos ¨¦ticos son, no obstante, harto infrecuentes en pol¨ªtica; ah¨ª, abusamos de la palabra tragedia: en la mayor¨ªa de las llamadas tragedias pol¨ªticas, una de las partes tiene raz¨®n (aunque ambas tengan razones). Lo que m¨¢s se asemeja ahora mismo a una tragedia pol¨ªtica de verdad es la disputa entre israel¨ªes y palestinos. Por eso es tan dif¨ªcil resolverla.
No soy experto en el tema (ni en ¨¦ste ni en ninguno): s¨®lo lo sigo por la prensa; y apenas he visitado una vez Israel y los territorios ocupados: Tel Aviv, Jerusal¨¦n, Ramala. Pero basta haber puesto un pie all¨ª para entender lo evidente: que los gobiernos de Israel, adem¨¢s de incumplir las resoluciones de la ONU sobre el conflicto, tratan de manera abyecta a los palestinos, la inmensa mayor¨ªa de los cuales sobrevive en condiciones miserables, sin atisbo de esperanza; y, a la vez, basta tambi¨¦n un m¨ªnimo de decencia y de conocimiento de la historia para aceptar que los jud¨ªos merecen un pedazo de tierra donde vivir de forma digna y segura. En otras palabras: los terroristas de Ham¨¢s no tienen raz¨®n, pero s¨ª la tienen los ciudadanos palestinos; y a la inversa: el Gobierno de Israel no tiene raz¨®n, pero s¨ª la tienen los israel¨ªes. Nada de equidistancias, sin embargo; incluso en el mal hay gradaciones (y quien no entiende esto no entiende nada): como ha escrito el novelista israel¨ª David Grossman, cr¨ªtico acerbo de su Gobierno, ¡°la ocupaci¨®n constituye un crimen, pero maniatar a centenares de civiles, ni?os y padres, ancianos y enfermos, y pasar de uno a otro para dispararles a sangre fr¨ªa es un crimen m¨¢s atroz¡±. Dicho esto, ?qu¨¦ m¨¢s se puede a?adir? Yo, nada. Pero desde que la guerra estall¨® no paro de recordar unas palabras de Amos Oz, tambi¨¦n novelista israel¨ª y tan cr¨ªtico como Grossman con los dirigentes de su pa¨ªs; la cita es de 2004 y es larga, pero l¨¦anla con atenci¨®n, por favor, porque Oz se dirige a usted y a m¨ª: ¡°Hay muchas personas que se han convertido en exclamaciones andantes, en Israel y Palestina, pero tambi¨¦n en Madrid. Es muy f¨¢cil ser un eslogan. Yo no pretendo lanzar una reprimenda a los malos, como una institutriz victoriana. Nuestros intelectuales y los intelectuales occidentales tienen tradiciones distintas. (¡) Vivimos en planetas diferentes, porque para ellos lo m¨¢s importante es decidir qui¨¦nes son los buenos y qui¨¦nes los malos; firman un manifiesto, expresan su condena, su indignaci¨®n, su protesta, y luego se van a la cama sabiendo que est¨¢n en el bando de los ¨¢ngeles. (¡) Para m¨ª, lo importante no es saber qui¨¦nes son los ¨¢ngeles. No pregunto qui¨¦n ha tenido la culpa, pregunto qu¨¦ puedo hacer ahora. Para m¨ª es m¨¢s f¨¢cil dialogar con palestinos pragm¨¢ticos que con dogm¨¢ticos propalestinos en Madrid. Por fortuna, tengo que negociar la paz con los palestinos, no con los amigos espa?oles de los palestinos¡±. Luego Oz, que acababa de promover el Tratado de Ginebra, escrito por palestinos e israel¨ªes y apoyado por el 40% de sus poblaciones, auguraba la paz: ¡°No s¨¦ cu¨¢ndo llegar¨¢, pero puedo prometer, en nombre de israel¨ªes y palestinos, que, si Europa tard¨® m¨¢s de 1.000 a?os en acabar con las guerras y crear la UE, nosotros lo haremos m¨¢s deprisa y derramaremos menos sangre que Europa. Tengan un poco de paciencia y no tengan una actitud de condena, indignaci¨®n, paternalismo. No nos digan que somos terribles. Traten de ayudar. Den a las dos partes toda la empat¨ªa que puedan¡±.
No convertirnos en esl¨®ganes ambulantes, no ceder al placer miserable de la buena conciencia, no incurrir en el paternalismo, no dar lecciones, intentar comprender, no juzgar, no condenar. Eso ped¨ªa Oz. No creo que le estemos haciendo ni pu?etero caso.
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