Una princesa en el Parlamento
Es preciso recordar que la forma mon¨¢rquica no es algo que en s¨ª misma mancille las supuestas cualidades democr¨¢ticas de un Estado
Despu¨¦s de haber observado la pompa y el boato aplicado durante los funerales de la reina Isabel II del Reino Unido y la coronaci¨®n de su hijo Carlos III, la ceremonia de jura de la Constituci¨®n de Leonor de Borb¨®n del pr¨®ximo martes se nos antojar¨¢ como una liturgia de m¨ªnimos. Ya lo fue la del entonces pr¨ªncipe Felipe en 1986. Nuestra monarqu¨ªa est¨¢ infinitamente m¨¢s cercana de la de los pa¨ªses escandinavos que de la brit¨¢nica. Por eso a veces es preciso recordar que la forma mon¨¢rquica no es algo que en s¨ª misma mancille las supuestas cualidades democr¨¢ticas de un Estado. Recordemos que en los pa¨ªses escandinavos ha permitido su coexistencia con los m¨¢s altos niveles de calidad democr¨¢tica del mundo. Bien sintonizada a las instituciones, mientras siga sujeta a los principios de ejemplaridad y cumpla con sus funciones constitucionales, esa desviaci¨®n del principio de igualdad democr¨¢tica que se otorga a sus titulares por su nacimiento acaba siendo un dato menor, sobre todo porque carece de poder pol¨ªtico efectivo.
Esto no es ¨®bice, desde luego, para que quien quiera pueda ser un republicano recalcitrante, pero dudo que la mayor¨ªa de ellos vean en el principio mon¨¢rquico un obst¨¢culo a su libertad ciudadana. Saben que si hubiera una mayor¨ªa suficiente para reformar la Constituci¨®n en esta l¨ªnea se acabar¨ªa produciendo el giro hacia una rep¨²blica. La monarqu¨ªa parlamentaria, por eso es leg¨ªtima en una democracia, es compatible con la soberan¨ªa popular, no un mero residuo del pasado, algo as¨ª como el coxis que nos recuerda al Antiguo R¨¦gimen. Lo que es indudable es que posee una potente fuerza simb¨®lica, encarna la unidad del Estado. Y esta es la raz¨®n fundamental que explica la ausencia de los partidos independentistas de la ceremonia del d¨ªa 31. La del PNV ya es m¨¢s inexplicable, porque todo el mundo sabe que no hacen peros a los privilegios corporativos del Antiguo R¨¦gimen y durante a?os estuvieron coqueteando con un v¨ªnculo con la Corona como medio para ir a un esquema confederal. La raz¨®n ya sabemos que tiene que ver con Bildu. Lo que les inhibe a todos ellos no es la monarqu¨ªa, es Espa?a o, en el caso de Podemos o Sumar (?), el pacto del 78.
Siguiendo con la dimensi¨®n simb¨®lica, la gran novedad en esta ocasi¨®n es que el pr¨®ximo titular de la Corona es una mujer joven, y esta no parece ser una cuesti¨®n balad¨ª. Como se desprende de una encuesta de Metroscopia, este dato y su propio proceso de formaci¨®n est¨¢n empezando a tener efecto sobre la cohorte de edad (de 18 a 35 a?os) m¨¢s reacia hasta ahora a aceptar la monarqu¨ªa. En el a?o 2021 la aprobaci¨®n de la princesa Leonor estaba por debajo del 50% y ahora se ha disparado hasta el 63%, y la reprobaci¨®n baja al 21%. Algo tendr¨¢ que ver en ello el esfuerzo de su padre por disipar el indudable deterioro que produjeron sobre la instituci¨®n los devaneos de su abuelo. Curiosamente, su rehabilitaci¨®n ha pasado por su ¡°rejuvenecimiento¡±.
Esta columna puede parecer una loa a la monarqu¨ªa; en realidad lo es a la democracia. Empezamos en Escandinavia y a ella vuelvo. La grandeza de sus democracias no est¨¢ en sus monarqu¨ªas, sino en su profundo respeto al Estado de derecho y a los procedimientos, formalismos y pr¨¢cticas que las sostienen, perfectamente compatibles con el pluralismo pol¨ªtico y el disenso sobre este u otro aspecto del entramado institucional. Y que se han sabido modernizar pol¨ªticamente sin caer en un adanismo divisivo y destructivo. No es mal recordatorio en estos tiempos de profundo deterioro democr¨¢tico.
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