?A qu¨¦ se enfrenta la derecha?
Si los populares no lo han sido tanto como desea su nombre es porque se enfrentan a un PSOE que se ha convertido en una atm¨®sfera moral que sanciona para la mayor¨ªa qu¨¦ es deseable y qu¨¦ no
Nuestro conservadurismo ha tenido siempre apego a la palabra ¡°popular¡±. Ah¨ª est¨¢n la Alianza y el Partido, pero tambi¨¦n la Cadena de Ondas Populares Espa?olas ¡ªCope¡ª, la Uni¨®n Social Popular o incluso esos Cl¨¢sicos Populares estrenados por Su¨¢rez pero gestados por Arias Navarro. A esta querencia por lo ¡°popular¡± le podemos buscar genealog¨ªas reveladoras, pero, m¨¢s all¨¢ del deje paternalista, apelaba a esa ¡°mayor¨ªa natural¡± de la naci¨®n que Fraga reclamaba conservadora y para la que se defend¨ªa ¡°un v...
Nuestro conservadurismo ha tenido siempre apego a la palabra ¡°popular¡±. Ah¨ª est¨¢n la Alianza y el Partido, pero tambi¨¦n la Cadena de Ondas Populares Espa?olas ¡ªCope¡ª, la Uni¨®n Social Popular o incluso esos Cl¨¢sicos Populares estrenados por Su¨¢rez pero gestados por Arias Navarro. A esta querencia por lo ¡°popular¡± le podemos buscar genealog¨ªas reveladoras, pero, m¨¢s all¨¢ del deje paternalista, apelaba a esa ¡°mayor¨ªa natural¡± de la naci¨®n que Fraga reclamaba conservadora y para la que se defend¨ªa ¡°un verdadero populismo¡±. Por supuesto, en una democracia no hay mayor¨ªas naturales: hay valores compartidos y consensos b¨¢sicos. En todo caso, aquella voluntad de hegemon¨ªa impl¨ªcita en lo popular se ha visto desmentida no pocas veces por la realidad. En una novela barojiana, un personaje afirma que le es m¨¢s simp¨¢tica la anarqu¨ªa que el socialismo, a lo que otro replica que no le extra?a: tambi¨¦n ¡°es m¨¢s simp¨¢tico para un chico hacer novillos que ir a clase¡±. An¨¢logamente, entre un partido liberal-conservador y uno progresista, el partido antip¨¢tico suele ser el primero: su ¨¦nfasis en la responsabilidad individual, por ejemplo, penaliza m¨¢s que la promesa de renovaci¨®n de la realidad propia de la izquierda. La lengua com¨²n ya castiga al conservadurismo: ?qui¨¦n quiere un amante conservador?, ?una fiesta conservadora de cumplea?os?
En la competici¨®n entre el centroderecha y el progresismo espa?ol hay, s¨ª, un problema de lenguaje ¡ªpienso ahora en el ¡°cheque escolar¡±¡ª que no favorece a la derecha. Hay otros problemas, como los errores no forzados en la elecci¨®n de candidatos o las estrategias electorales, pero de estos tampoco se libra la izquierda. A la derecha tambi¨¦n se la acusa de falta de ambici¨®n intelectual, a veces m¨¢s bien una inhibici¨®n por la voluntad de ensamblar sensibilidades: alg¨²n peaje hay que pagar para que cuezan juntos tecn¨®cratas y nacionalistas, liberales y conservadores. Y si el centroderecha ya viene penalizado de casa frente al progresismo, tambi¨¦n debemos subrayar que, al contrario de lo que pod¨ªa pasar al final del siglo XX, la cultura pol¨ªtica de fondo no prima ¡ªni en Espa?a ni fuera¡ª la articulaci¨®n liberal-conservadora.
Con todo, si los populares no han sido tan populares como desea su nombre es porque se enfrentan a algo que, m¨¢s que un partido, es una atm¨®sfera moral: en nuestro pa¨ªs secularizado, el PSOE tom¨® el relevo del catolicismo a la hora de sancionar para la mayor¨ªa lo bueno y lo malo, lo que es deseable y lo que no. Resulta f¨¢cil caricaturizar el progresismo como religi¨®n secular: no promete la vida eterna, pero al menos te da la sanidad p¨²blica. No multiplica panes y peces, pero redistribuye los recursos. No te llevar¨¢ al emp¨ªreo, pero promueve el empleo p¨²blico. Y tampoco anuncia la liberaci¨®n de los humildes, pero ¡ªen caso de necesidad¡ª brinda apoyos sustantivos. El centroderecha, concedido, no aporta superioridad moral: ese es un incienso exclusivo de la izquierda. Y, a la vez, cabe recordar que no borrar¨ªa ninguna de las medidas apuntadas: como bien saben sus cr¨ªticos, nada m¨¢s parecido a un partido socialdem¨®crata que uno democristiano.
Por eso hay que ir m¨¢s all¨¢ y hablar del PSOE como la devoci¨®n o la superstici¨®n espa?ola preferida. Lo notamos cuando, al no confesarse uno progresista, nos miran como a un b¨²ho nival. Cuando vemos que el PSOE tiene a Gonz¨¢lez y a S¨¢nchez, como en la Iglesia conviven curas guerrilleros y te¨®logos tridentinos. Cuando se pueden congelar pensiones y ser adalid de lo social. Cuando un traje de Milano monta m¨¢s ruido que los ERE. Cuando prima la fe sobre las obras, sea al sentir el peligro electoral del 23-J, sea al aplaudir ¡ªcomo en la amnist¨ªa¡ª lo que antes se rechaz¨®. En la propia apelaci¨®n de la derecha al ¡°PSOE bueno¡± hay cierto candor devoto, aunque ¡ªcomo ocurre en todo culto¡ª al propio PP le haya tocado, desde tiempos del Tinell, el papel de tab¨². En fin, S¨¢nchez mantiene una relaci¨®n de contorsionista con su hist¨®rico de declaraciones, pero ¡ªsi recordamos la campa?a¡ª el mentiroso fue Feij¨®o: por apurar el s¨ªmil, nuestra relaci¨®n con el PSOE es de una indulgencia plenaria.
La primac¨ªa progresista en Espa?a es de orden axiol¨®gico. Podemos especular con la inexistencia de fen¨®menos a la italiana como un catolicismo de izquierdas o una democracia cristiana tout court: como fuere, esa ventaja deriva de aquellos a?os ochenta en que el socialismo domin¨® nuestra democracia, mientras el centroderecha, sin proyecto intelectual, quedaba a la intemperie. El PSOE repite desde Zapatero que es el partido m¨¢s parecido a Espa?a: eso que en otras latitudes llaman ¡°el partido de la naci¨®n¡±. Nada, cabe recordar, que no quiten los votos, y estos no han sido tan favorables: cuantos m¨¢s pactos, menos proyecto propio. Formado el nuevo Gobierno, en todo caso, el imperativo para la derecha es no pasar ni una sola tarde en 1898: hay un fil¨®n en dar cauce al desencanto reformista de la generaci¨®n perdida de Ciudadanos. Es un trabajo sis¨ªfeo de reconstrucci¨®n y reencuentro, que pens¨¢bamos ¡ªjustamente¡ª que ya no le iba a tocar a esta generaci¨®n. Y es, tambi¨¦n, un trabajo melanc¨®lico: ya recordaba Ferlosio que nada cambiar¨¢ mientras no cambien nuestros dioses. Al menos, el centroderecha est¨¢ acostumbrado a no ser tan popular.