Qu¨¦ fue de todas las flores
El lema de la ¨²ltima d¨¦cada espa?ola podr¨ªa ser de la regeneraci¨®n a la resistencia. Nos hemos atrincherado en una guerra de posiciones
N¨²?ez Feij¨®o se presentar¨¢ a la investidura a finales de septiembre porque no le queda otra. Sabe que, salvo sorpresa may¨²scula y talonario mediante, no conseguir¨¢ los votos necesarios para ser el pr¨®ximo presidente del Gobierno. Pero necesita esa investidura para borrar la terrible ¨²ltima semana de campa?a que protagoniz¨®, y que muy probablemente le cost¨® los esca?os imprescindibles para gobernar. Feij¨®o necesita recuperar presidenciabilidad, ese rasgo que valoraron tanto en ¨¦l porque Casado no lo ten¨ªa. Esa aura presidencial que perdi¨® en el tramo decisivo de la campa?a y que le persigue desde entonces. Feij¨®o no ser¨¢ presidente, pero puede asegurarse un nuevo intento, si hay repetici¨®n electoral. Por eso va a la investidura, para convencer a los accionistas mayoritarios del PP, los mismos que le ungieron, de que le den una nueva oportunidad.
El episodio ha tra¨ªdo recuerdos de enero de 2016, cuando Rajoy declin¨® el encargo real (el primero del reinado de Felipe VI) para presentarse a la investidura. Pero entonces Rajoy, a diferencia de Feij¨®o ahora, era presidente, es decir, que gozaba de una posici¨®n privilegiada. En nuestro sistema, el presidente, una vez investido, es una figura blindada, casi inamovible (casi, como bien sabe el propio Rajoy). Esta vez es S¨¢nchez el que goza de tal posici¨®n y por ello no se mueve y deja que sea Feij¨®o el que salte al ruedo. Cuando este fracase (si el espectro de Tamayo lo permite), ya ser¨¢ el momento para que el presidente salte a la arena, si es que salta.
Las coincidencias entre 2016 y hoy acaban aqu¨ª. No han pasado ni ocho a?os y parece que fue hace un siglo. Entonces un terremoto hab¨ªa sacudido los cimientos del sistema. Las r¨¦plicas de la crisis de 2008 en la primavera de 2011, con el movimiento de los indignados, hab¨ªan acabado reventando el sistema de partidos en 2014 y 2015. Lo que no pod¨ªa suceder estaba sucediendo ante nuestras narices. En las generales de diciembre de 2015 dos partidos nuevos, Ciudadanos y Podemos, hab¨ªan obtenido entre ambos m¨¢s de cien diputados, los partidos dominantes se hab¨ªan quedado solo con la mitad de los votos. El PP hab¨ªa perdido 63 esca?os, 20 el PSOE.
Entonces la palabra era regeneraci¨®n democr¨¢tica. Cuarenta a?os de sistema merec¨ªan un aggiornamento, una puesta a punto. Precisamente la generaci¨®n de la democracia, los nacidos a partir de 1976, hab¨ªan votado mayoritariamente por los partidos nuevos. El cambio (los cambios) era una demanda de los nacidos con la democracia. Hab¨ªa una mayor¨ªa regeneradora en el nuevo Congreso, si se contaban los diputados de los nuevos partidos, m¨¢s el PSOE y los nacionalistas. Una mayor¨ªa que se pod¨ªa plasmar en una agenda de reformas para reforzar nuestra democracia.
Hubo lo que se dice una ventana de oportunidad. La hubo. Y se cerr¨®. Fue hace siete a?os y parece que fue hace un siglo. Lo de despu¨¦s es de sobra conocido. El tacticismo de Iglesias, la vanidad de Rivera, la huida hacia ninguna parte del nacionalismo catal¨¢n. Y la reacci¨®n. De la vieja guardia del PSOE, del n¨²cleo madrile?o que controla al PP, la aparici¨®n de Vox. La polarizaci¨®n y los bloques se han adue?ado del paisaje pol¨ªtico. Los j¨®venes de 2015 ahora tienen entre 26 y 47 tacos. De ellos, los que votaban a la derecha siguen votando a la derecha, pero en 2015 la mayor¨ªa votaba a Ciudadanos y ahora votan al PP y a Vox. La izquierda del PSOE ha retrocedido sin que mejore significativamente el apoyo a los socialistas. La regeneraci¨®n ya no est¨¢ en la agenda, dominada ahora por la resistencia. De la regeneraci¨®n a la resistencia podr¨ªa ser el lema de la ¨²ltima d¨¦cada espa?ola. Nos hemos atrincherado en una guerra de posiciones. La derecha en sus feudos (ah¨ª sigue, intacta, su mayor¨ªa en el CGPJ) y la izquierda en su intento de no ser arrastrada, de mantener, de aguantar.
Qu¨¦ fue de todas las flores, se preguntaba Pete Seeger en su famosa canci¨®n, y ¨¦l mismo se contestaba en la estrofa final: est¨¢n en los cementerios.
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