Qu¨¦ mira usted
El mundo siempre ha sido un poco hostil, pero hay temporadas en las que la agresividad alcanza niveles del todo indeseables
Hay d¨ªas en los que la gente sale a la calle como con ganas de pelea. Miras a tus contempor¨¢neos en sus coches a las siete de la ma?ana, conduciendo en direcci¨®n al trabajo y algunos dan miedo. Est¨¢n deseando que les roces un poco para salir del autom¨®vil con un bate de b¨¦isbol. El mundo siempre ha sido un poco hostil, pero hay temporadas en las que la agresividad alcanza niveles del todo indeseables. A primera hora, en la radio, deber¨ªan informar del grado de beligerancia ambiental igual que informan de la temperatura real y de la imaginaria, pues la sensaci¨®n t¨¦rmica no siempre se corresponde con lo que se?ala el term¨®metro.
Me pregunto si el cabreo latente que yo percibo a veces en la calle o en los telediarios es el producto de la proyecci¨®n de mi propio descontento. No es f¨¢cil hallar la frontera entre el malestar propio y el de los dem¨¢s cuando se vive en grandes concentraciones urbanas. Ayer, en el metro, un hombre se enfad¨® con otro porque le miraba mal.
¨DUsted perdone, pero ni siquiera me hab¨ªa dado cuenta de que le estaba mirando ¨Drespondi¨® pac¨ªficamente el agredido¨D.
A veces, una mirada perdida se posa sin querer en un rostro con resultados fatales para la convivencia. Por fortuna, el asunto se resolvi¨® de forma m¨¢s o menos civilizada, pero hay ocasiones en las que por culpa de los ojos se llega a las manos.
Me fijo mucho en la gente con la mirada perdida, que suele ser tranquila porque bastante trabajo tiene con encontrarla. Esta ma?ana iba yo por la acera, sin meterme con nadie, cuando mis ojos repararon en la matr¨ªcula de un coche cuyo n¨²mero me record¨® al del tel¨¦fono de mis padres cuando a¨²n viv¨ªan. En esto, lleg¨® el due?o del autom¨®vil y me pregunt¨® qu¨¦ rayos miraba. Se lo expliqu¨¦ y el hombre se aplac¨® enseguida, conmovido por mi evocaci¨®n. Pero no todo el mundo es tan sensible.
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