Verdor terrible
La lucha contra la emergencia clim¨¢tica es una tarea com¨²n de todo el planeta, pero quienes tienen m¨¢s deben arrimar m¨¢s el hombro
De la cumbre del clima en Dub¨¢i ha salido un verdor terrible. Como el libro de t¨ªtulo hom¨®nimo de Benjamin Labatut, el texto pactado por 200 pa¨ªses juega con el lenguaje y la ciencia. Esperemos que no sea ficci¨®n y se convierta en pol¨ªticas reales. Pues, de momento, estamos abordando el objetivo m¨¢s ambicioso de la historia de la humanidad, reducir un 50% las emisiones de carbono antes de 2030, con medios p¨ªrricos.
Los culpables somos todos, aunque nos guste se?alar a los otros. Primero, a Arabia Saud¨ª, Irak y otros exportadores de petr¨®leo que quieren seguir estirando la cuerda de los petrod¨®lares. Hasta que se rompa. Segundo, a los grandes contaminadores, EE UU y China, que se escudan m¨¢s en un acuerdo para triplicar las energ¨ªas limpias que en eliminar las sucias. Tercero, a la Uni¨®n Europea, por su falta hasta ahora de liderazgo en un asunto donde muchos de sus miembros llevan d¨¦cadas siendo pioneros. Las econom¨ªas avanzadas no hemos estado a la altura de lo que el secretario general de Naciones Unidas, Ant¨®nio Guterres, llam¨® el ¡°principio de responsabilidades comunes diferenciadas¡±. La lucha contra la emergencia clim¨¢tica es una tarea com¨²n de todo el planeta, pero quienes tienen m¨¢s deben arrimar m¨¢s el hombro. Por ejemplo, potenciando y controlando mejor el funcionamiento de los mercados de carbono, que pueden significar lo mejor del sector privado (la competencia) y del p¨²blico (la b¨²squeda del bien com¨²n) o lo peor de ambos (la avaricia privada y la desidia p¨²blica).
Pero la experiencia de los pa¨ªses que s¨ª han logrado reducir por su cuenta las emisiones de forma notable, como los n¨®rdicos, nos ense?a que la clave no son los grandes acuerdos entre pa¨ªses, sino los peque?os esfuerzos dentro de cada pa¨ªs. Los ciudadanos deben sacrificarse pagando impuestos m¨¢s elevados a los carburantes (o peajes en las autov¨ªas) y reduciendo su huella de carbono firmando compromisos medibles a nivel de cada empresa o administraci¨®n. Y los partidos deben sacrificar vacas sagradas de sus ideolog¨ªas: la izquierda su rechazo a la energ¨ªa nuclear (que hoy es necesaria) y la derecha su suspicacia al intervencionismo verde.
Que Espa?a haga una apuesta similar no nos garantiza revertir el calentamiento global, pero s¨ª nuestra irresponsabilidad. Que es lo m¨¢s importante. Podemos morir sin un planeta limpio, pero no con una conciencia sucia. @VictorLapuente
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